El siguiente es un extracto del libro “Teachings of Russell M. Nelson”.
Vivimos en la era más vibrante de la historia del mundo. Me despierto cada mañana con ganas de vivir las aventuras del día. Espero que sientas la misma emoción por el regalo de la vida.
Aunque nuestro mundo está lleno de serios desafíos, soy optimista sobre el futuro y confío en la bondad fundamental de la humanidad.
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Me maravilla el compromiso compasivo que vemos constantemente por parte de los líderes, los miembros de otras religiones y personas de buena voluntad en todas partes, que buscan reducir el sufrimiento humano dondequiera que se encuentre.
Te aseguro que independientemente de la condición del mundo y tus circunstancias personales, puedes enfrentar el futuro con optimismo y gozo, si tienes fe en el Señor Jesucristo y Su evangelio. (“Seguir adelante con fe”, conferencia de prensa, 16 de enero de 2018).
1. Autoestima espiritual: Expresar gratitud a Dios
La autoestima espiritual comienza con la comprensión de que cada nueva mañana es un regalo de Dios. Incluso el aire que respiramos es un préstamo amoroso de Él.
Él nos preserva día a día y nos sustenta momento tras momento (véase Mosíah 2:21).
Por tanto, nuestro primer acto noble de la mañana debe ser una humilde oración de gratitud. Así lo aconsejan las Escrituras: “Ora a Dios, y él te favorecerá; y verás su faz con júbilo” ( Job 33:26 ; véase también Alma 34:21 ; 37:37).
No aprecié completamente el significado de las oraciones de gratitud hasta que me convertí en padre.
Me siento muy agradecido de que nuestros hijos nunca le hayan dado a su madre ni a su padre un trato silencioso.
Ahora comprendo cómo nuestro Padre Celestial puede apreciar nuestras oraciones durante la mañana y noche. Del mismo modo, puedo imaginarme Su dolor por el silencio de cualquiera de Sus hijos. (“Joy Cometh in the Morning’”, Liahona, noviembre de 1986)
Cuánto mejor sería si todos pudieran ser más conscientes de la providencia y el amor de Dios y expresarle esa gratitud. Ammón enseñó: “Demos gracias a [Dios], porque él obra justicia para siempre” (Alma 26: 8). Nuestro grado de gratitud es una medida de nuestro amor por Él. (“Gracias a Dios”, Liahona , mayo de 2012)
2. Contar nuestras bendiciones es mejor que contar nuestros problemas
En una oportunidad, durante Acción de Gracias, la hermana Nelson y yo organizamos una reunión memorable.
Todas nuestras hijas, hijos y nietos estaban ahí, entre otros. Contamos sesenta y tres personas en la fiesta.
Como parte de nuestro programa para después de la cena, la hermana Nelson distribuyó una hoja de papel a cada individuo con el título: “Este año, estoy agradecido por…” El resto de la página estaba en blanco.
Wendy pidió a cada uno que completara el pensamiento, ya fuera por escrito o haciendo un dibujo. Luego, recolectamos las hojas, las volvimos a repartir y las leímos en voz alta. Pedimos a todos que adivinaran quién escribió cada respuesta, no fue muy difícil.
Mientras tanto, observé un patrón. Por lo general, los niños estaban agradecidos por la comida, la ropa, el refugio, la familia y las mascotas. Sus cuadros eran preciosos, aunque probablemente no se mostrarían en una galería de arte.
Nuestros jóvenes ampliaron sus expresiones para incluir gratitud por su país, libertad e iglesia.
Los adultos anotaron la mayoría de esos elementos. Sin embargo, también mencionaron el templo, su amor por el Señor y el aprecio por Su expiación. Sus esperanzas se combinaron con gratitud.
Contar bendiciones es mejor que contar problemas. (“A More Excellent Hope”, Charla fogonera del Sistema Educativo de la Iglesia, 8 de enero de 1995).
3. Centrarse en la gratitud, el gozo y el optimismo
Así como el Salvador ofrece una paz que “sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7), también ofrece una intensidad, profundidad y amplitud de gozo que desafían la lógica humana o la comprensión mortal.
Por ejemplo, parece imposible sentir alegría cuando tu hijo padece una enfermedad incurable, cuando pierdes tu trabajo o cuando tu cónyuge te traiciona. Sin embargo, precisamente ese es el gozo que ofrece el Salvador.
Su gozo es constante, nos asegura que nuestras “aflicciones serán sólo por un breve momento” (DyC 121:7) y “se consagrarán para nuestro provecho” (véase 2 Nefi 2: 2).
Entonces, ¿cómo podemos reclamar ese gozo? Podemos comenzar con “nuestros ojos puestos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe” (Hebreos 12: 2) “en todo pensamiento” (Doctrina y Convenios 6:36).
Podemos dar gracias por Él en nuestras oraciones y al guardar los convenios que hemos hecho con Él y nuestro Padre Celestial. A medida que nuestro Salvador se vuelva cada vez más real para nosotros y cuando supliquemos que se nos dé Su gozo, nuestro gozo aumentará.
El gozo es poderoso y concentrarnos en el gozo trae el poder de Dios a nuestras vidas. Como en todas las cosas, Jesucristo es nuestro máximo ejemplo, “quien, por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz” (Hebreos 12: 2).
¡Piensa en eso! Para que Él pudiera soportar la experiencia más atroz jamás soportada en la Tierra, ¡nuestro Salvador se enfocó en el gozo!
¿Y cuál fue el gozo que se puso delante de Él? Seguramente incluía el gozo de limpiarnos, sanarnos y fortalecernos; el gozo de pagar por los pecados de todo el que se arrepintiera; el gozo de hacer posible que ustedes y yo regresáramos a casa —limpios y dignos— para vivir con nuestros Padres Celestiales y nuestras familias.
(“El gozo y la supervivencia espiritual”, Liahona, noviembre de 2016)
La felicidad llega cuando las Escrituras se utilizan para dar forma a nuestra vida. Hablan del “fulgor perfecto de esperanza” que anhelamos (2 Nefi 31:20). Sin embargo, si nuestras esperanzas se limitaran estrechamente a momentos de la vida terrenal, seguramente nos decepcionaríamos.
Nuestra máxima esperanza debe estar anclada en la expiación del Señor. Él dijo:
“Si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios” (DyC 14:7).
La comprensión de ese objetivo debería ayudarnos a abordar el futuro con fe en lugar de temor, con un fulgor perfecto de esperanza en lugar de desesperación. (“A More Excellent Hope”, Charla fogonera del Sistema Educativo de la Iglesia, 8 de enero de 1995).
Esta es una traducción del artículo que fue publicado originalmente en ldsliving.com con el título “Insights from President Nelson to bring more gratitude and joy into your life”.