Es probable que en algunas ocasiones, sintamos que nuestras oraciones no están siendo escuchadas porque nuestras plegarias o peticiones al Padre Celestial no terminan de cumplirse. Pero, ¿realmente el Padre Celestial no me escucha?
En la Guía para las escrituras explica: “La finalidad de la oración no es cambiar la voluntad de Dios, sino obtener para nosotros y para otras personas las bendiciones que Dios esté dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de recibirlas”
En otras palabras, la oración armoniza nuestros deseos con los de nuestro Padre, brindándonos así al mismo tiempo la bendición que buscamos y la de obtener una mayor unidad con Dios. La práctica de orar es esencial para la salvación individual y colectiva de hombres y mujeres.
Élder David Sorensen explica: “En cada etapa de nuestro progreso hacia la meta de llegar a ser como nuestro Padre Celestial, la oración es un paso indispensable. Cristo nos exhorta a orar a menudo una vez que hayamos conocido Su bondad; a orar en secreto, con nuestra familia, en la Iglesia y en lo íntimo de nuestro corazón, en forma continua y pidiendo especialmente lo que necesitemos. Él dijo: “Y cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, si es justa, creyendo que recibiréis, he aquí, os será concedida” (3 Nefi 18:20).”
Descuida, la respuesta a tus oraciones llegará
Jesús dijo:
“¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
“¿Y si le pide un pez, le dará una serpiente?
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?” (Mateo 7:9-11).
A la oración la acompaña la fe, debemos saber y confiar en que el Padre Celestial tiene planes para nosotros y que no necesariamente no son los mismos que los nuestros. Es necesario que estemos atentos cuando las respuestas lleguen mediante el Espíritu Santo.
En cuanto a escuchar al Espíritu Santo, el élder Boyd K. Packer dijo: “Este proceso no se reserva únicamente para los profetas. El don del Espíritu Santo funciona de igual modo con los hombres, las mujeres e incluso los niños pequeños. En este maravilloso don y poder es donde se encuentra ese remedio espiritual para cualquier problema.
“Y ahora bien, él comunica su palabra a los hombres por medio de ángeles; sí, no sólo a los hombres, sino a las mujeres también. Y esto no es todo; muchas veces les son dadas a los niños palabras que confunden al sabio y al erudito” (Alma 32:23).”
El Señor tiene muchas maneras de instilar conocimiento en nuestra mente para darnos impresiones, guiarnos, enseñarnos, corregirnos y advertirnos. Él dijo: “Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón” (D. y C. 8:2)
¿Cómo puedo mejorar mis oraciones?
En cuanto a esta situación, el élder Kevin W. Pearson tiene la respuesta: “Orar es hablar con Dios, el Padre Eterno de nuestro espíritu; no es hablarle a Él, sino hablar con Él. Él tiene un amor perfecto por cada uno de nosotros y está lleno de misericordia y comprensión. Él sabe todo acerca de nosotros; sabe lo que necesitamos, incluso cuando nosotros sólo vemos aquello que deseamos. Tiene un poder y una capacidad infinitos para sostenernos y guiarnos. Siempre está dispuesto a perdonarnos y a ayudarnos en todas las cosas.
Podemos hablar con el Padre Celestial en voz alta o formando pensamientos y expresiones en nuestra mente y nuestro corazón. Las oraciones personales deben ser expresiones solemnes y sagradas de alabanza y gratitud; peticiones sinceras en cuanto a necesidades y deseos específicos; confesiones y pedidos humildes y contritos para lograr el perdón purificador; ruegos de consuelo, guía y revelación. Estas expresiones a menudo hacen que derramemos nuestra alma ante nuestro amoroso Padre Celestial.
Aunque a veces la oración es una comunicación breve, también puede ser un diálogo abierto y continuo que dure todo el día y toda la noche (véase Alma 34:27).”