Esta pandemia es la peor.
Después de casi un año, el COVID-19 aún continúa desarrollándose, y he notado que frases como “Las cosas mejorarán” o “Esto no durará para siempre” se han vuelto menos reconfortantes y efectivas con el tiempo.
He anhelado que las cosas vuelvan a la normalidad, porque ha sido difícil acostumbrarme a mi “nueva normalidad”. Para ser sincera, tratar de seguir cumpliendo con mis responsabilidades y, al mismo tiempo, evitar una sensación abrumadora y sofocante de claustrofobia, temor y ansiedad pueden resultar difíciles a veces.
Quizás puedas identificarte.
Una coincidencia impactante
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El templo siempre ha sido mi refugio seguro. Sin embargo, con los templos cerrados, he sentido un profundo vacío en mi corazón que aún no se ha llenado.
No obstante, hacer la obra de indexación e historia familiar durante la pandemia me ha ayudado a traer destellos del Espíritu, que usualmente residen en el templo, a mi vida.
Asimismo, esa obra me ha mostrado cuánto podemos aprender de nuestros antepasados y cuánta fuerza pueden darnos.
Nunca conocí a mi bisabuela Hettie, pero siempre sentí una conexión con ella por muchas razones.
Siempre me dijeron que me parecía físicamente a ella, por mi piel muy pálida y cabello oscuro. Ella era de Inglaterra, creo que de ahí proviene mi amor por todas las cosas británicas. Mi bisabuela era conocida especialmente por su asombrosa fe en el evangelio de Jesucristo.
Casualmente, estaba estudiando su vida hace poco tiempo cuando recordé una historia que había escuchado acerca de cómo ella había ayudado a su esposo, mi bisabuelo, a recuperarse milagrosamente de una enfermedad que lo había llevado a su lecho de muerte.
Mientras investigaba más, encontré una entrada en el diario de mi abuelo (el hijo de Hettie), y descubrí que esta enfermedad no era una enfermedad cualquiera. Mi bisabuelo había contraído la mortal gripe española durante la pandemia que duró desde 1918 hasta 1920.
Me quedé impactada.
La entrada del diario explicaba que mi bisabuelo había llegado a casa del trabajo sintiéndose enfermo. Vino un médico, le diagnosticó la temida gripe española y colocó un cartel rojo de cuarentena en el patio para asegurarse de que nadie visitara su casa.
La gripe española era muy contagiosa, como cualquier otro virus que conozco.
Mi abuelo describió cómo la mayoría de los hogares de su ciudad tenían estos letreros de cuarentena en sus patios y explicó lo aterrador que fue todo el calvario durante esos dos años.
No es frecuente que pueda relacionarme completamente con mis antepasados, pero cuando leí esto, sentí que las lágrimas salían de mis ojos.
No fue una coincidencia que estuviera leyendo esta historia en este momento.
El milagro de Hettie
En el diario, mi abuelo continuó explicando cómo el médico visitó su casa nuevamente unos cinco días después, cuando su padre se había puesto tan enfermo que no respondía.
Después de ver la rapidez con la que la gente moría por esta terrible enfermedad, el médico concluyó que no podía hacer nada más por mi bisabuelo y le dijo a Hettie que lo único que podía hacer era mantenerlo cómodo hasta que falleciera.
Mi abuelo escribió que Hettie lloró en silencio durante unos momentos después de que el médico se fue. Sin embargo, luego, de repente miró hacia arriba con determinación.
Hettie les dijo a mi abuelo y a sus hermanos que se arrodillaran y oraran pidiendo ayuda. Ella le explicó a nuestro Padre Celestial que sabía que Él tenía el poder para ayudarla a salvar a su esposo si esa era Su voluntad, y que haría todo lo posible para salvarlo. Ella le suplicó que lo dejara vivir.
Después de la oración, mi abuelo explicó que Hettie se sintió inspirada a crear una pasta espesa con mostaza y agua caliente, y esparcirla sobre tiras gruesas de tela.
Luego, envolvió las tiras alrededor del pecho de su esposo en un último esfuerzo por limpiar sus pulmones. Ella lo cubrió con mantas y se quedó despierta toda la noche, sosteniendo su mano, apretándola de vez en cuando para ver si respondía.
Finalmente, alrededor de las cuatro de la mañana, obtuvo una respuesta buena y fuerte de él, y abrió los ojos. Esa noche pudo conversar con él. Gracias al Señor y a la fe de Hettie en Él, mi bisabuelo iba a vivir.
Fue un verdadero milagro.
Las cosas mejorarán
Me di cuenta de que las bendiciones que se nos prometen al participar en la obra de historia familiar son reales, porque las he visto en mi vida a través de los desafíos que el año pasado nos presentó.
En especial, he visto la promesa de “más ayuda a la hora de aliviar corazones atribulados, quebrantados o angustiados y que las personas heridas sanen”, de la que ha testificado el élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles.
La historia de mi bisabuela Hettie siempre me ha inspirado. Sin embargo, leerla y estudiarla en detalle en este momento, cuando estoy rodeada de circunstancias similares, ha fortalecido mi fe en que el Padre Celestial realmente es un Dios de milagros y que podemos aprender mucho de nuestros antepasados.
Al adoptar nuestra nueva normalidad y “mirar hacia el futuro ‘con gozosa anticipación’” como aconsejó recientemente el presidente Russell M. Nelson, espero que podamos enfocarnos en la fe y los buenos hábitos para acercarnos más a Jesucristo.
Todos hemos sufrido pérdidas a causa de esta terrible pandemia y han ocurrido muchas tragedias. No obstante, sé que también están ocurriendo muchas cosas buenas, que nuestro Padre Celestial escucha nuestras oraciones, que están sucediendo milagros y que las cosas realmente mejorarán.
Cosas buenas siempre suceden cuando Jesucristo es el centro de nuestras vidas.
Fuente: churchofjesuschrist.org