La Fe no es ciega - icon
CAPÍTULO 15
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15. El espíritu del ejército

Dios siempre ha estado en contacto con Sus hijos a lo largo de las pruebas de las complejidades morales. Durante esas pruebas, siempre será nuestra decisión si creemos en Él o no.

 

Cuando el Presidente Wilford Woodruff anunció el Manifiesto en 1890, dijo: “El Señor jamás permitirá que os desvíe yo ni ningún otro hombre que sirva como Presidente de esta Iglesia” (Declaración Oficial 1). Por otro lado, el Presidente Russell M. Nelson también nos ha pedido: “Den a sus líderes un poco de libertad para cometer errores” ya que como el Presidente Dallin H. Oaks declaró, “No creemos en la inefabilidad de nuestros líderes”95.

 

Independientemente de qué otro significado tenga la frase “jamás permitirá que os desvíe”, eso no denota que el profeta del Señor siempre nos dirá exactamente qué hacer. A veces, nos pide que busquemos nuestra propia dirección, lo que en parte nos ayuda a aprender cómo desarrollar confianza en Dios. Por ejemplo, en 1890, al hablar con respecto a si la Iglesia debía seguir o abandonar el matrimonio plural cuando el gobierno estaba a punto de confiscar los templos, el Presidente Woodruff declaró: “El Señor me ha dicho que haga una pregunta a los Santos de los Últimos Días”; a saber, “¿Cuál es el rumbo más prudente?” ¿Renunciar a los templos o renunciar al matrimonio plural? Y si escucharan y encontraran sus propias respuestas, “por medio del Espíritu y el poder de Dios, todos responderían de la misma manera”. Luego, sin edicto alguno, concluyó, “Dejo esto con vosotros para que lo meditéis y lo consideréis” (Declaración Oficial 1).

En un momento de inspirada reflexión, el Presidente Woodruff hizo un llamado al poder sagrado de la relación personal que cada miembro de la Iglesia tiene con Dios, para encontrar por sí mismos la respuesta que el profeta ya sabía. Esa reflexión puede ayudarnos a aprender cómo podemos darle al Señor y a Su Iglesia, en nuestro sano juicio, el beneficio de la duda a medida que lidiamos con nuestras complejidades.

 

Inspirémonos en la historia de Khumbulani Mdletshe y apliquemos esa idea al tema de la raza y el sacerdocio. No es irrelevante concluir, al igual que algunos miembros de la Iglesia hoy en día, que todas las Primeras Presidencias desde Brigham Young hasta Harold B. Lee, simplemente se equivocaron al continuar con la restricción del sacerdocio y el templo durante más de un siglo, no solo porque algunas de sus teorías para explicar la restricción fueran incorrectas (como la Iglesia lo ha reconocido),96 sino porque la restricción en sí fue un error.

 

Existe una diferencia entre la restricción y sus posibles razones. Tal como dijo el Presidente Oaks, “Hace mucho tiempo decidí que tenía fe en los mandamientos y que no tenía fe en las razones que se sugirieron para los mismos”.97 Igualmente, agregó, “Por lo general, el Señor raras veces explica el motivo de los mandamientos y las instrucciones que les da a Sus siervos”. 98

 

Este tema es importante, porque concluir que la restricción del sacerdocio en sí fue un error hace que sea más probable que demos al Señor y a Sus profetas el beneficio de la duda con respecto a otras preguntas importantes.

En los datos de encuestas recientes encontramos que “casi dos tercios de las personas que se identifican a sí mismas como Santos de los Últimos Días dicen que saben o creen” que esta restricción fue la voluntad de Dios para la Iglesia hasta 1978.99 Aun así, escuchamos dos narrativas opuestas entre los miembros activos de la Iglesia. Primero, algunos dicen que la perspectiva de nuestros líderes de la Iglesia del siglo XIX con respecto a los africanos negros reflejaron las actitudes racistas de la mayor parte de la cultura estadounidense de la época. Sin embargo, también dicen que el contexto histórico no debe ser relevante para las verdades eternas.

Al considerar la mayor igualdad que existe en la actualidad, es evidente que la restricción del sacerdocio y el templo simplemente fue un error. Nuestros líderes debieron haber estado más en sintonía con Dios y haber sido más valientes. Además, algunos hombres negros recibieron el sacerdocio en el tiempo de José Smith.

 

Segundo, otros dicen que la restricción en sí no fue un error. No deberíamos interpretar la historia racial del siglo XIX a través de la lente de las suposiciones del siglo XXI con respecto a lo que nuestros líderes de la Iglesia pudieron y debieron haber entendido y hecho hace mucho tiempo en nombre de la justicia y la igualdad. Dicen que el Señor tuvo Sus propias razones para la restricción. En la antigüedad, el acceso al Evangelio estuvo limitado hasta la revelación a Pedro sobre Cornelio. Además, la revelación de 1978 formó parte de Su plan en la gran secuencia histórica de llevar el mensaje del Evangelio a “cada pueblo”. Solo Él podía juzgar cuándo esas personas, la Iglesia y la sociedad estaban listas para este paso culminante.

 

En una ocasión, en la búsqueda de cierta relación entre estos puntos de vista, hicimos el esfuerzo de analizar la evidencia histórica plausible, que soportaba cada punto de vista. La evidencia es importante, porque si bien el argumento racional y la evidencia por sí mismos no originan la creencia, dicha evidencia “mantiene un clima en el que la creencia puede florecer”.100 La evidencia histórica por sí sola no siempre puede probar o refutar las afirmaciones de las Escrituras y de los profetas. Pero, sí ayuda a aquellos que desean dar el beneficio de la duda a los profetas del Señor a saber que al menos existe una base racional que respalda su decisión. Llámalo “fe informada”.

 

Sin embargo, después hicimos una pausa, ya que sentimos que donde colocamos el beneficio de la duda para resolver dichas complejidades, finalmente resultó en más preguntas que lo creíble que es la evidencia. Especialmente, con los temas delicados y complejos, es fácil empaparse con los detalles y las diferencias de opinión sobre “la evidencia” que desvía la atención del proceso final y muy personal de decidir cómo, dónde y a quién debemos dar el beneficio de la duda en casos similares.

Como dijo un amigo, “No todas las dudas se deben resolver intelectualmente. La fe ciega es simple, fácil y, en última instancia, peligrosa. Pero, el beneficio de la duda es algo que se gana con el pensamiento y la experiencia, y que luego se da con amor y caridad a los demás, no solo porque tengas que hacerlo”, o porque sea evidencia plausible, “sino porque amas y confías” en los Hermanos—así como Dios extiende “Su brazo de misericordia hacia aquellos que ponen su confianza en Él” (Mosíah 29:20), “dando de este modo a cada uno de nosotros el beneficio de lo que seguramente debe ser una duda bien fundada” sobre nuestro valor final.101

 

Asimismo, en cuanto a cómo resolver preguntas sin respuesta después de haber reunido toda la evidencia disponible, recuerda la promesa de Moroni con respecto a cómo saber si el Libro de Mormón es verdadero. Antes de aplicar la conocida prueba que se registra en Moroni 10: 4–5, o antes de decidir dónde colocar el beneficio de la duda, el primer paso de Moroni es “He aquí, quisiera exhortaros a que, cuando leáis estas cosas… recordéis cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta [ahora]… y que lo meditéis en vuestros corazones” (Moroni 10:3).

 

¿Por qué comenzar nuestra búsqueda recordando y reflexionando? Porque la gratitud vuelve nuestros corazones a Dios y porque Él “tiene un registro infinito de habernos señalado amorosamente la dirección correcta”. Entonces, nuestra actitud básica ve más allá de la cultura actual y la evidencia histórica hasta “la vista privilegiada y más elevada de un Dios amoroso que siempre ha obrado pacientemente a través de personas imperfectas para cumplir una misión perfecta”.102

Esa actitud de confiar en Dios no debe ser complicada. Un amigo lo experimentó de la siguiente manera. Cuando era niño, se preguntaba qué podía significar “vida eterna”, “la posibilidad de vivir para siempre me parecía muy aburrida. A penas podía quedarme sentado durante las tres horas de Iglesia. [Así que] elevé mi preocupación a Dios con toda la sinceridad de un niño y obtuve una respuesta poderosa: “Confía en mí. Todo estará bien””. Desde entonces, ha deseado la vida eterna, no porque la entienda completamente, sino porque “Dios le habló y confío en Él”.103

La existencia de una explicación plausible para todo tema complejo con el que estemos lidiando puede calmar e informar nuestra fe. Sin embargo, nuestra decisión de creer no siempre puede—y, por lo tanto, no debe—contar como un fundamento completamente racional. Elegir calmar el caos de nuestras dudas al extender al Señor y a Su Iglesia el beneficio de la duda preserva nuestra capacidad de hacer los sacrificios, grandes y pequeños, que requiere nuestra consagración: desde aceptar llamamientos de misión y pagar diezmos hasta aceptar otros llamamientos de la Iglesia, ayunar y vestir gárments con respeto.

 

A continuación, tomamos algunas pautas de lo que dijo el Presidente Spencer W. Kimball sobre Pedro, que negó a Cristo tres veces.104 Tal vez, la interpretación estándar sea correcta: Pedro negó haber conocido a Cristo porque era humano, débil y tenía miedo. Por otro lado, dijo el Presidente Kimball, que es posible que la declaración del Salvador no fuera una predicción, sino una súplica para que Pedro negara haberlo conocido con la finalidad de asegurar el futuro liderazgo de Pedro para la Iglesia. ¿Qué interpretación es la correcta? Al igual que Wilford Woodruff, Spencer Kimball permitió que lo decidiéramos.

 

Así sucede con la restricción del sacerdocio, o con toda posición oficial de la Iglesia. Tal vez los Hermanos cometieron un error. Pero, quizás no. ¿Fue un error de Pedro haber restringido el Evangelio al mundo de los gentiles hasta la revelación descrita en Hechos 10–11? ¿El Señor le explicó a Pedro las razones de dicha revelación? ¿El Señor le daría instrucciones a Su profeta sin también explicarle las razones de dicha instrucción? Él podría hacerlo, en parte porque aún no podemos entender Sus razones. Piensa en el Señor cuando le pidió a Mormón que incluyera las planchas menores de Nefi; cuando le pidió a Adán y Eva que ofrecieran sacrificios; y la anunciación a María. En cada caso, al principio Él no les dio explicaciones para lo que les pidió que hicieran.

 

No podemos “probar” dichas preguntas lo suficiente como para responderlas con certeza. Por eso, el Señor desea que elijamos dónde depositar nuestra confianza a través de un proceso exigente, minucioso y personal que nos conecta con Él. Él desea que consideremos todo lo que nos enseñan nuestras experiencias con respecto a si confiar en Él.

Los capítulos anteriores analizaron por qué el Señor nos pone a menudo en dichos lugares, donde las circunstancias no nos obligan a creer, incluso cuando Él nos invita a “ser creyentes”. Porque “a todos los que le recibieron, a los que [por decisión propia] creen en su nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios” (Juan 1:5; 11–12; énfasis añadido). ¿Por qué? Porque algo les sucede a las personas que deciden recibirlo. Aprenden. Seguir Su voluntad los cambia. Nuestras decisiones voluntarias ponen en marcha el proceso de llegar a ser como Él.

 

El Señor ve un panorama infinitamente más amplio que nosotros. Si queremos la bendición de esa perspectiva infinita, debemos darle a Él y a Su profeta el beneficio de la duda, que en última instancia es una cuestión de confianza. Si solo extendemos nuestra confianza, Él podrá ayudarnos a aprender lo que desea que aprendamos. Valoramos más lo que descubrimos que lo que nos cuentan.

 

Prestar demasiada atención a la “evidencia” puede causar que basemos completamente nuestra confianza en la razón, o en la esperanza de ciertas bendiciones. Eso no es confianza, sino una negociación. A menos que le demos nuestra “confianza independiente” (una confianza que no depende de un resultado en particular), Él no nos puede conducir a donde sabe que necesitamos ir: un destino que a menudo no conocemos.

 

Por otro lado, ¿cómo es la “confianza independiente”? Hemos mencionado al misionero retornado que dijo que dejó la Iglesia porque “la Iglesia no cubrió sus expectativas”. Sus expectativas, su visión personal de lo que era mejor para él, definieron lo que permitiría que el Señor hiciera por él. Su confianza era dependiente.

Entonces, ¿cómo es la confianza independiente? Considere algunos ejemplos. Nathan Leonhardt, un estudiante de BYU, nos dijo cómo superó las tres etapas de lidiar con la duda.

Dijo que aprendió sobre “la paradoja de que la Expiación de Cristo tiene el poder de cerrar el vacío entre lo real y lo ideal, aunque con frecuencia no es así”. Ha tenido su porción de expectativas frustradas, aprendió cómo es “depositar toda la fe en un deseo justo, pedir ayuda y aun ver que el vacío no se cierra”. Él no tendría “la fuerza de aceptar esta paradoja con [sus] ojos previamente cerrados y visión empática del mundo. Al aceptar esta paradoja, [se] consuela en los ejemplos de los discípulos fieles, que [le] han enseñado a tener fe en Cristo, independientemente del resultado”.

 

Nathan continuó: “Por cada Sadrac, Mesac y Abed-nego que se salva del fuego ardiente (Daniel 3), un Abinadí puede arder en el fuego (Mosíah 17). Por cada Alma hijo desobediente que es traído a la luz gracias a las súplicas y la fe de un padre (Mosíah 27), un Lamán y Lemuel siguen desviando su camino (1 Nefi). Por cada 2,000 jóvenes guerreros que terminan la batalla con nada más que heridas (Alma 56: 56), 1,005 son asesinados por la espada (Alma 24:22). Por cada Ammón que lleva a miles de almas al arrepentimiento (Alma 26:22), un Mormón y un Moroni trabajan todos los días de su vida y nunca ven los frutos de su obra (Moroni 9:6). Por cada ciego que ve, por cada sordo que escucha y cada cojo que camina (Mateo 11:5), la experiencia del inmenso sufrimiento aguarda en el Getsemaní (Mateo 26).

 

“Sin embargo…

 

“Por cada Abinadí que arde en el fuego, a veces un Alma toma en serio la doctrina y comienza una vida de servicio a Dios (Mosíah 17). Por cada 1,005 personas que son asesinadas, a veces vemos “que el Señor obra de muchas maneras para la salvación de su pueblo” a medida que más almas son llevadas al arrepentimiento que el número que perece (Alma 24:27). Por cada “hágase tu voluntad” en sumisión a la agonía en el Getsemaní (Mateo 26:39), hay una oración muy hermosa que se registra, se da una bendición a cada niño, descienden ángeles de los cielos abiertos y caen lágrimas por el rostro de alguien que finalmente puede declarar que su gozo es completo (3 Nefi 17)”.105

Cuando nuestra fe se basa en la confianza y no en ciertas bendiciones que esperamos, podemos superar cualquier prueba.106 No sabemos cuándo, cómo o si Él cumplirá con lo que nos ha prometido en corto tiempo, pero cuando confiamos en Él humildemente, siempre cumplirá con lo que nos ha prometido a largo plazo.

 

Job personifica la confianza independiente. Satanás se burla de Dios diciendo que la confianza de Job es dependiente: “Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y [quítale] todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu mismo rostro” (Job 1: 10–11). En otras palabras, parece que Job es fiel, pero vive de esa manera solo porque le hace prosperar. Entonces, Dios permite que Satanás se salga con la suya con Job. Una serie de traumas azota a Job, su familia, sus siervos y su propiedad. Sin embargo, Job se postró en tierra y adoró, diciendo, “Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!” (Job 1: 20–21). Satanás malinterpretó a Job. Pero, el Señor conocía su corazón, su confianza independiente: “Aunque él me matare, en él confiaré” (Job 13:15).

 

En nuestro día, aquí es a dónde lleva la confianza independiente de Richard Bushman y a donde la nuestra puede llevarnos:

 

“Conozco los argumentos en contra de los datos históricos del [Libro de Mormón], pero no puedo evitar sentir que las palabras son verdaderas y que los eventos sucedieron. Creo en él a pesar de las muchas preguntas… Sin respuesta como son algunas preguntas, no debemos lamentar las preguntas que surgen. La tensión de creer en tiempos de incredulidad no es una desventaja o una carga. Es un estímulo y un impulso…y…estamos juntos en esto”.107

 

Ya que estamos juntos en esto, ¿qué sucede cuando permitimos que lo particular se convierta en lo general, e imaginamos a una gran cantidad de personas cuya fe es independiente; es decir, que fundamentan su fe en la confianza y no negocian para recibir bendiciones?

Esa imagen nos diría a qué podría haberse referido Wilford Woodruff cuando, en lugar de dar a los Santos “la respuesta” sobre lo correcto e incorrecto del Manifiesto, les pidió gentilmente que encontraran sus propias respuestas “por medio del Espíritu y el poder de Dios”. Y si así lo hicieran, dijo, “todos responderían de la misma manera… y creerían de la misma manera”. ¿Cómo sabía que lo harían?

 

Porque ese es “el espíritu del ejército”.

 

En una sección inolvidable de La Guerra y la Paz, Leo Tolstoi relata los avances invulnerables de Napoleón en el territorio ruso. Luego, se desata una furiosa batalla cerca de Moscú, la Batalla de Borodinó, cuando el ejército ruso resiste al ejército francés en lo que, en el mejor de los casos, parece un empate sangriento. Lo que sucede después es el punto culminante de la gran guerra de 1812, cambiando el desarrollo a favor de los rusos.

 

En el momento en que el comandante ruso, Kutuzov, está decidiendo si lanzar un nuevo ataque inmediatamente después de Borodinó, Tolstoi escribe que cuando el viejo general escuchó los informes desde el campo, parecía “no estar interesado en las palabras que se pronunciaban, sino en algo más: en la expresión del rostro y el tono de voz de aquellos que informaban”. Debido a su gran experiencia, Kutuzov sabía que las batallas no se decidían tanto por los detalles logísticos de las posiciones y los cañones, “sino por esa fuerza intangible llamada el espíritu del ejército”.

 

Ambos ejércitos perdieron miles de hombres en Borodinó, los asesores de Kutuzov lo presionaron para que se retirara, como siempre lo habían hecho contra Napoleón. Sin embargo, Kutuzov sintió que sus hombres sabían que sus espaldas estaban contra el muro simbólico de Moscú y que se habían reunido de alguna manera profunda y espiritual. Así que sorprendió a sus estrategas al ordenar un ataque al día siguiente: “[Los franceses] son rechazados en todas partes, ¡por lo que agradezco a Dios y a nuestro valiente ejército!… y mañana lo sacaremos del suelo sagrado de Rusia”. Y Kutuzov comenzó a sollozar,

 

Luego, escribe Tolstoi, “por medio de ese vínculo misterioso e indefinible… conocido como “el espíritu del ejército””, el orden de batalla de Kutuzov se extendió “de un extremo al otro del ejército”.

Además, aunque los detalles fueron algo confusos, “el sentido de sus palabras se extendió por todas partes”, porque su mensaje “no fue el resultado de cálculos ingeniosos, sino de un sentimiento que yacía en [su] alma como [en el alma] de todos los demás rusos”. Y sus hombres exhaustos “se sintieron consolados e inspirados”.108

 

La teoría de la historia de Tolstoi decía que “debemos dejar de lado a los reyes, los ministros y los generales, y estudiar los… pequeños elementos por los que se mueven las masas”.109 Creía que no se trataba de una estrategia superior o un liderazgo carismático, sino de “la simplicidad, la bondad y la verdad” omnipresente del pueblo ruso y su ejército, incluso en medio de sus debilidades, lo que “derrotó a un poder que no respetaba la simplicidad y que actuaba más allá del mal y la falsedad”.110

 

Hace algunos años, un reflexivo profesor de derecho de familia que no era Santo de los Últimos Días y vino de Japón, visitó el campus de BYU durante una semana. Se hospedó en la habitación de invitados de un apartamento universitario. Todos los días comía, conversaba y observaba a los alumnos y los profesores de BYU. Cuando ya se iba a casa, me dijo, “Nunca vi un lugar así. Este campus es una isla de esperanza en la tierra del Apocalipsis. Debo conocer el misterio detrás de todos los ojos brillantes”. Respondí que el misterio detrás de los ojos brillantes de los alumnos es “el espíritu del ejército” de los Santos, un espíritu de “simplicidad, bondad y verdad” que anima a la comunidad de BYU y a cada barrio y rama de la Iglesia.

 

Aquellos que critican a los Santos de los Últimos Días por seguir ciegamente a sus líderes, no entienden realmente el origen y el significado de este espíritu. Parece que son incapaces de entender que esos ojos brillantes no son “el resultado de cálculos ingeniosos”, sino que son los frutos de las convicciones sumamente personales que se desarrollan a través de miles de historias y desafíos personales.

 

El Presidente Wilford Woodruff y el Presidente Russell M. Nelson saben todo sobre esos desafíos e historias personales. Las han visto en sus vidas y en las nuestras. Tal vez, el Presidente Gordon B. Hinckley pensó en esas historias cuando alguien le preguntó, “si no usa la cruz, ¿cuál es el símbolo de su religión?” Respondió, “las vidas de las personas”.

Las vidas de los miembros de nuestra Iglesia son “la expresión más significativa de nuestra fe y, por lo tanto, el símbolo de nuestra adoración. Es así de simple, mis hermanos y mis hermanas, es así de profundo y es mejor que nunca lo olvidemos”.111

 

Entonces, para nosotros, ¿qué es el espíritu del ejército? Junto con los grandes testigos bíblicos y proféticos de Cristo, el Presidente Hinckley agregó, “el testimonio de millones de personas que, por el poder del Espíritu Santo,… dan testimonio solemne de Su realidad viviente. Ese testimonio ha sido su consuelo y fortaleza”.112 A menudo, oramos por el profeta y sus hermanos. Considera lo que significa que también oran a menudo por nosotros. Todos formamos parte del mismo ejército, cada uno de nosotros tiene un testimonio que se buscó personalmente y se recibió celestialmente dentro de nuestras almas.

 

En la actualidad, cuando nuestras espaldas se encuentren contra la pared de una sociedad degradada y secular, cuyo ácido carcome las raíces de la fe de nuestros hijos, o las nuestras, ¿simplemente recurrimos a nuestro profeta-líder para solucionarlo, o también recurrimos a nuestras propias almas? Cuando hablamos de dar al Señor y a Su Iglesia el beneficio de la duda, ¿qué o quién es “Su Iglesia”? Le damos nuestra confianza no solo al Señor y a Su profeta. También se la damos al Evangelio y su poder: la confianza de todos los Santos de los Últimos Días de que el Señor cumple Sus promesas. En todas las paradojas y dudas, reflejan esa confianza desde un punto de vista deslumbrante de un millón de descubrimientos personales.

 

Además, como dijo una madre de adolescentes, la mayor razón para dar a la Iglesia el beneficio de la duda es porque tiene el poder del sacerdocio del Señor. Entonces, así como extendemos confianza, el poder del sacerdocio puede permanecer con nosotros. “Persevera en tu camino, y el sacerdocio quedará contigo” (DyC 122:9).

 

Muchos en la comunidad de Santos de hoy en día sienten gran empatía y amor por sus familias y amigos que tienen sentimientos religiosos inestables. Los fieles de esta comunidad no solo son activos en la Iglesia, son discípulos consagrados de Cristo. Luchan con sus dudas para resolver sus preguntas a favor del Señor y Su Iglesia. Muchos de ellos viven en la simplicidad más allá de la complejidad y llegan a “levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas debilitadas” (DyC 81:5).

Esto nos fortalecerá si podemos confiar en los testimonios personales conseguidos con esfuerzo de miles y miles de personas que leyeron, meditaron y oraron por el Libro de Mormón año tras año; quienes sirvieron misiones de fe y sacrificio en todo el mundo; quienes sintieron personalmente la influencia del Señor, Su cercanía a ellos; quienes han visto las promesas de la redención de Cristo dar frutos dulces en sus vidas y en las vidas de quienes están más cerca de ellos; quienes a menudo le contaron la historia de José Smith a sus hijos, amigos y extraños, y sintieron el espíritu de su verdad simple y pura. Estamos “rodeados de una gran nube de testigos” (Hebreos 12: 1).

 

¿Quiénes forman parte de este ejército? Aquellos que poseen una confianza independiente, que han progresado más allá de la complejidad hasta la tranquila confianza de la simplicidad informada; aquellos que confían en el liderazgo profético no como el resultado de cálculos ingeniosos, sino porque descubrieron las mismas convicciones y sentimientos en sus propias almas. Aquellos que encontraron sus propias respuestas, incluso si no son todas las respuestas que buscan. Aquellos que saben que no pierden la confianza. Aquellos que no forman parte de los que retroceden (véase Hebreos 10:35–39).

 

¿Quiénes forman parte de este ejército? “Mas he aquí, los justos, los santos del Santo de Israel, aquellos que… han soportado las cruces del mundo y menospreciado la vergüenza de ello, estos heredarán el reino de Dios… y su gozo será completo para siempre” (2 Nefi 9:18).

 

“Estos son los que han salido de la gran tribulación [y complejidad]; y han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:14).

 

“Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido” (Apocalipsis 3:21).

La verdadera fe no es ciega, ni sorda, ni muda. Por el contrario, la verdadera fe ve y vence a su adversario.

Notas
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