Recientemente, en un artículo de la Liahona, Matthew C. Godfrey, editor del proyecto de los documentos de José Smith, compartió cómo estudiar la vida del profeta durante 11 años, lo ayudó a conocerlo a un nivel más personal.
Al principio veía a José Smith como una figura mística, alguien muy desarrollado a nivel espiritual. Alguien con quien no se podía familiarizar.
Sin embargo, a medida que aprendió sobre su vida, al leer sus diarios, cartas y discursos, pudo apreciar la humanidad de José Smith.
“En la actualidad, vivimos en un mundo muy diferente al de José Smith y los primeros Santos. Sin embargo, nuestros problemas no son totalmente diferentes.
Todos tenemos dificultades debido a la experiencia humana: enfermedad, muerte, traición, desánimo o, simplemente, días difíciles.
José también vivió momentos en los que parecía que Dios estaba muy lejos de él y se preguntaba si el Señor estaba al tanto de su situación y la de los Santos.
Él también enfrentó la muerte de sus seres queridos y sufrió enfermedades y pruebas. Sin embargo, las enfrentó con una fe firme en que Dios estaba con él y que ‘cosas buenas estaban por venir’”, dijo Godfrey.
Estos son los dos ejemplos de la vida de José Smith que han sido muy instructivos para mí:
Comprender la muerte y aceptar la voluntad de Dios
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Todos nosotros, en algún momento, enfrentaremos dolor debido a la muerte y la enfermedad.
José y Emma Smith no fueron diferentes a nosotros en ese aspecto.
Su primer hijo murió poco después de nacer y el siguiente embarazo de Emma también tuvo un desenlace trágico. Perdió a sus gemelos.
Posteriormente, José y Emma adoptaron a gemelos recién nacidos cuya madre, Julia Clapp Murdock, había muerto al dar a luz.
Once meses después, en marzo de 1832, José, uno de los gemelos, murió después de que un ataque de la turba contra el profeta José Smith lo expusiera al aire frío de la noche.
La muerte de sus hijos ayudó a José Smith a ser más empático con aquellos que experimentaron la pérdida de sus seres queridos.
Apenas unos días después de la muerte de su hijo, el profeta viajó a Misuri para cumplir un mandamiento que el Señor le había dado.
Al regresar del viaje, José se retrasó después de que Newel K. Whitney, su compañero de viaje, se fracturara una pierna en un accidente.
Los dos tuvieron que quedarse en la pequeña ciudad de Greenville, Indiana, durante algunas semanas hasta que Newel se recuperara lo suficiente como para viajar.
Mientras José se encontraba en Greenville, escuchó que su sobrina Mary, la hija de dos años de Hyrum Smith, acababa de morir. La muerte fue devastadora para Hyrum y su esposa Jerusha.
Cuando José se enteró de la noticia, le escribió una carta a Emma, que todavía lamentaba la muerte de su bebé.
“Me entristeció saber que Hyrum perdió a su pequeña hija”, escribió José.
“Creo que hasta cierto punto podemos simpatizar con él”, dijo Godfrey. Por supuesto, José y Emma podrían comprender ese dolor debido a que perdieron a cuatro de sus propios hijos.
José continuó: “Pero, todos debemos reunir fuerzas y decir que se haga la voluntad del Señor”.
Para entender la muerte, José puso su confianza en el Señor.
Pensé en esta experiencia mientras lidiaba con la muerte de familiares, miembros del barrio y amigos.
Incluso el profeta José Smith, que experimentó la gloriosa visión del reino celestial, terrenal y telestial unas seis semanas antes de la muerte del pequeño José (véase DyC 76), sintió dolor por la muerte de su hijo.
Sabía que volvería a ver al bebé José y a sus otros tres hijos. Sin embargo, sus muertes todavía dolían.
Ser profeta no le quitó el dolor ni le impidió experimentar las dificultades de la vida terrenal. Sin embargo, confiar en Dios y en Su plan mitigó parte de ese dolor.
Encontrar fortaleza al no recibir las respuestas que esperamos
En 1833, José Smith y el resto de la Iglesia enfrentaron una gran prueba cuando las turbas los expulsaron de la ciudad de Sion en el condado de Jackson, Misuri.
Con muchos de los Santos con frío, hambre y sin hogar, los líderes de la Iglesia necesitaban ayuda divina más que nunca.
Sin embargo, mientras José contemplaba la situación, no se sentía capaz de obtener instrucciones.
Después del episodio violento de julio de 1833, José escribió a los Santos de Misuri:
“En verdad, sé que Él [el Señor] librará rápidamente a Sion, porque tengo su convenio inmutable de que así será. Sin embargo, Dios se complace en mantener oculto a mis ojos el medio por el cual se harán exactamente las cosas”.
Después de que los Santos fueron expulsados del condado en noviembre, José volvió a pedirle al Señor respuestas a dos preguntas específicas: “Dios, ¿por qué Sion ha sufrido una calamidad tan grande?” Y “¿cómo le devolverás su herencia?”
Sin embargo, José Smith todavía no podía recibir instrucción.
“El Señor ha ocultado [las respuestas] a mis ojos. No me son mostradas claramente”, le dijo a Edward Partridge, el obispo de Misuri.
En cambio, Dios le envío a José una impresión: “Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios”.
El 16 de diciembre de 1833, José finalmente recibió sus respuestas mediante una revelación (véase DyC 101).
La primera parte de esa revelación explicó por qué el Señor permitió que los Santos fueran expulsados del condado de Jackson. Esa fue la respuesta a la primera pregunta que José le hizo a Dios.
La segunda parte fue una parábola sobre un noble que pierde su tierra a manos de sus enemigos y pide la fuerza de su casa para recuperar la tierra. Esa fue la respuesta a la segunda pregunta de José.
El Señor también repitió Sus palabras de consuelo: “Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios” (DyC 101: 16).
Cada uno de nosotros tendremos momentos en nuestra vida en los que sentiremos que Dios no está respondiendo nuestras oraciones.
Puede que se sienta distante y podemos cuestionarnos si es consciente de lo que está sucediendo.
He vivido esos momentos y me he preguntado cuándo recibiría una respuesta.
Fue reconfortante para mí leer que incluso José Smith, el gran Profeta de la Restauración, tuvo momentos en los que él también tuvo que luchar para obtener respuestas. Dios no le mostró todo en una sola oportunidad.
Eso me da valor para seguir moviéndome con fe, sabiendo que cuando sea el momento adecuado, recibiré mi respuesta.
El profeta José Smith fue una persona extraordinaria. Sigue siendo uno de mis héroes.
Tuvo que atravesar pruebas difíciles al igual que yo. Tuvo que enfrentar la muerte, la enfermedad y el desánimo. Sin embargo, perseveró con mucha fe en Dios y Jesucristo. Eso le permitió superar sus dificultades.
Cuando leo sobre su fortaleza, la de Emma y la de los primeros miembros de la Iglesia, me da la esperanza de que yo también puedo vencer mis desafíos.
Para mí, esa es una de las mayores razones para estudiar la historia de la Iglesia: para que mi fe pueda fortalecerse al observar los ejemplos de aquellos que vivieron antes que nosotros.
Fuente: churchofjesuschrist.org