Muchos de los profetas y apóstoles han experimentado milagros que han fortalecido su fe y que han compartido con nosotros para ayudarnos a comprender el poder que se obtiene al vivir con rectitud y seguir al Señor.
Estas experiencias especiales nos brindan esperanza y ánimo para que nosotros también podamos reconocer las entrañables misericordias de nuestro Padre Celestial.
1. Presidente Russell M. Nelson
En esta ocasión, el presidente Russell M. Nelson y su esposa, Wendy, fueron protegidos por ángeles cuando unos hombres armados decidieron atacarlos de la nada.
El presidente Nelson compartió esta historia en su libro “Accomplishing the Impossible: What God Does, What We Can Do”.
“El Señor hizo una promesa para aquellos que se dedican fielmente a Su servicio. Él dijo:
“Iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros”.- DyC 84: 88
Mi esposa Wendy y yo fuimos los beneficiarios de esa promesa. En una ocasión fuimos atacados por hombres armados con malas intenciones. Anunciaron su propósito: secuestrarla y matarme.
Después de que maliciosamente nos acosaron con su objetivo ruin, se frustraron por completo. El arma en mi cabeza no disparó. Y mi esposa fue repentinamente liberada de su peligroso agarre. De repente, desaparecieron tan rápido como habían aparecido.
Fuimos rescatados misericordiosamente de un desastre potencial. Sabíamos que estábamos protegidos por los ángeles que nos rodeaban. Sí, la preciosa promesa del Señor había sido invocada en nuestro favor…
¿Creemos en los ángeles? ¡Sí! Creemos en los ángeles, mensajeros celestiales, visibles e invisibles; y ángeles terrenales que saben a quién y cómo ayudar. Los mensajeros del evangelio, o ángeles, también pueden incluir personas comunes como tú y como yo”.
2. Presidente M. Russell Ballard
En 1985, la membresía de la Iglesia participó de un ayuno mundial para las víctimas de la hambruna en Etiopía, lo que causó una avalancha de donaciones que superó con creces las expectativas de la Iglesia.
Este acto de generosidad marcó el comienzo de lo que se convertiría en LDS Charities, la organización humanitaria de la Iglesia, que desde entonces ha estado difundiendo esperanza y sanación en todo el mundo.
El élder M. Russell Ballard y el élder Glenn L. Pace viajaron a Etiopía para determinar cómo se deben asignar los fondos sagrados para el alivio de las personas del lugar.
Durante su visita, los dos, junto con el obispo de la zona, realizaron una pequeña reunión sacramental en la que dieron su testimonio y participaron de la Santa Cena.
Para concluir la reunión, el élder Ballard ofreció una oración que trajo una poderosa bendición a la tierra que había sido asolada por la sequía.
El élder Pace compartió:
“Con una fuerza y valentía que jamás había presenciado, invocó el poder y la autoridad del santo Sacerdocio de Melquisedec, mandó a los elementos para que se manifestaran, para que así lloviera sobre la tierra y comenzara a aliviar a aquellos que habían estado sufriendo durante tantos años”.
Después de que concluyó la reunión sacramental, el élder Ballard y el élder Pace almorzaron con los representantes de Catholic Relief Services y Africare. Disfrutaron de su comida al aire libre y el élder Pace tomó nota del clima agradable y soleado.
El élder Pace compartió:
“Regresamos al hotel por la tarde para descansar para la próxima semana. Estaba sentado en un pequeño escritorio escribiendo en mi diario cuando escuché un trueno. Me dirigí al patio justo a tiempo para ver el aguacero torrencial.
Las personas salieron corriendo de sus pequeñas casas y edificios públicos mirando hacia el cielo, extendiendo sus brazos. Estaban exclamando y llorando. Niños y adultos por igual comenzaron a brincar y chapotear unos con otros. Tomaron cubetas y barriles para almacenar la lluvia que caía de los techos”.
Finalmente el élder Pace expresó:
“Empecé a llorar. Sabía que solo había otras dos personas en todo el país que entendieron lo que había sucedido”.
El élder Pace salió de su habitación y llamó a la puerta del élder Ballard. Luego, los dos hombres se arrodillaron juntos y ofrecieron una oración de gratitud.
3. Presidente Dallin H. Oaks
Hace muchos años, después de que el élder Dallin H. Oaks y su esposa visitaran a un amigo, regresaron a su auto cuando unos ladrones lo detuvieron y amenazaron con matarlo si no les daba dinero y las llaves de su auto.
El élder Oaks pensó en cómo escaparía, él había notado que el joven ladrón estaba algo nervioso y distraído.
En un momento, el revólver que estaba apuntando al estomago del élder se movió hasta que su cañón apuntó ligeramente hacia su izquierda. Él pensó que tenía la posibilidad de tomar el arma, luchar con el ladrón debido a que era más alto y atlético que él.
“Sabía que podía ganarle en una lucha rápida si lograba quitarle el revólver. Precisamente en el momento en que pensaba llevar a cabo mi plan, tuve una experiencia única. No vi ni oí nada, pero supe algo.
Supe lo que sucedería si conseguía asir el revólver: lucharíamos y yo daría vuelta al arma hasta que quedara apuntándole al pecho; el revólver se dispararía y él moriría. También supe que no debía tener la sangre de ese muchacho en mi conciencia por el resto de mi vida.
Respire aliviado y, mientras el autobús partía, seguí el impulso de ponerle la mano derecha sobre el hombro y de darle una reprimenda. Mi esposa y yo teníamos varios hijos adolescentes y el dar reprimendas era algo natural.
“Jovencito”, le dije, “esto no está bien. Lo que estas haciendo no está bien. El próximo auto que aparezca puede ser de la policía y podrías perder la vida o terminar en la cárcel por esto”.
Al negarme nuevamente a sus demandas, vaciló un momento, se metió el revólver en el bolsillo y salió corriendo. June abrió la puerta y partimos del lugar musitando una oración de agradecimiento.
Habíamos tenido la clase de protección milagrosa que ilustraban los relatos bíblicos que yo había leído cuando era niño…
Estoy agradecido con el Señor por haberme dado la visión y la fortaleza para refrenarme de confiar en el brazo de la carne y poner toda mi confianza en el cuidado protector de nuestro Padre Celestial”.
4. Presidente Dieter F. Uchtdorf
El presidente Uchtdorf compartió una experiencia donde recuerda haber sentido la esperanza de encontrar a su madre cuando él y sus hermanos se vieron separados al intentar escapar de Alemania.
“Durante el frío invierno de 1944, mi madre decidió huir a Alemania, donde vivían sus padres. Ella nos abrigó y de alguna manera logró que abordásemos uno de los últimos trenes de refugiados con rumbo hacia el oeste.
Viajar en esa época era peligroso; por dondequiera que íbamos, el sonido de las explosiones, los rostros de ansiedad y el hambre constante nos recordaban que estábamos en una zona de guerra.
A lo largo del camino, el tren se detenía de vez en cuando para adquirir provisiones. Una noche, durante una de esas paradas, mi madre bajó rápido del tren en busca de alimentos para sus cuatro hijos. Al regresar, para su gran horror, ¡el tren y sus hijos se habían ido!
Estaba agobiada por la preocupación; oraciones desesperadas llenaron su corazón. Buscó frenéticamente en la estación de tren grande y oscura, cruzando con urgencia las numerosas vías mientras esperaba contra toda esperanza que el tren aún no hubiera partido.
No tengo duda alguna de que estaba aterrorizada y estoy seguro de que pensó que si no encontraba ese tren posiblemente nunca volvería a ver a sus hijos. Sé con certeza que su fe venció su temor y su esperanza venció su desesperación.
Ella no era el tipo de mujer que se sentaría a lamentarse de su tragedia. Ella actuó y puso su fe y esperanza en acción.
Por esa razón, corrió entre las vías y los trenes hasta que finalmente encontró nuestro tren, el cual habían movido a una sección alejada de la estación. Allí, por fin, encontró a sus hijos.
Con frecuencia pienso en esa noche y por lo que mi madre debió haber pasado. Si pudiese regresar al pasado y sentarme a su lado, le preguntaría cómo logró salir adelante ante sus temores. Le preguntaría en cuanto a la fe, la esperanza y cómo venció la desesperación.
Aun cuando esto es imposible, tal vez me pueda sentar hoy al lado de ustedes y al lado de todo aquel que se sienta desalentado, preocupado o solo”.
Fuente: Ldsliving