Sabemos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una Iglesia mundial que cuenta con más de 16 millones de miembros, 16 millones de personas que un día decidieron entrar en las aguas del bautismo.
Lo ideal sería pensar que todas estas personas son miembros activos, que no tienen ninguna duda sobre el Evangelio, la Iglesia y sus líderes y que, por ultimo, son personas perfectas.
Como dije sería lo ideal, pero eso está muy lejos de la realidad.
Ser parte de la Iglesia de Jesucristo no nos hace perfectos, no nos da un conocimiento completo de las cosas y, sobre todo, no hace que nuestra fe crezca por sí sola.
Una Iglesia perfecta con personas imperfectas
Son muchas las razones por las que alguien puede abandonar la Iglesia. Tal vez esa persona se sintió ofendida por alguien, o puede que no esté de acuerdo con una norma o mandamiento, o que simplemente tenga un problema con algún líder (solo por mencionar algunas).
Sea cual fuera la razón, no podemos juzgarlas. Sus sentimientos son válidos. Ser Santos de los Últimos Días no nos hace dueños de la verdad ni tampoco nos da potestad para criticar.
Nuestro comportamiento siempre debe estar lleno de bondad, paciencia y caridad. La Iglesia está llena de personas imperfectas y es por eso que acudimos a ella y al evangelio del Señor.
En la Iglesia hay personas con desafíos y debilidades, que luchan con sus adicciones y otras que tratan de moldear su carácter. Hay personas que sufren de enfermedades mentales y otras que tienen discapacidades. Hay personas que cometen errores y otras que caen a diario.
En sí, hay personas imperfectas.
Personas que buscan dominar a su hombre o mujer natural por medio de Jesucristo. Personas que se aferran con todo al evangelio y personas que en el camino pueden optar alejarse de la Iglesia.
Una decisión que tomar
Es probable que conozcas a una de estas personas o que forme parte de tu familia. Y por más que nos duela o no comprendamos su decisión, debemos respetarla y mantener nuestros brazos abiertos para el día en que deseen regresar.
Como dijo el élder Dieter F. Uchtdorf:
“Puede que se nos parta el corazón cuando su camino los aleje de la Iglesia que amamos y de la verdad que hemos encontrado, pero honramos el derecho que tienen de adorar al Dios Todopoderoso de acuerdo al dictado de su propia conciencia, así como reclamamos ese privilegio para nosotros mismos”.
Su decisión no los aleja de nuestra familia, no los aleja de la Iglesia, no borra el compromiso que una vez hicieron. Siempre habrá un lugar para ellos.
Hasta ese momento no pierdas la esperanza, ama a aquellos que se alejaron, ten lista siempre una mano para extendérsela, ora por ellos y trata de comprenderlos.
Comparte mensajes del evangelio y ministra con amor. Respeta sus límites, la presión puede alejarlos de ti. Y, sobre todo, ten fe.
Con fe, todos en algún momento se sentirán amados y aceptados, como deberían hacerlo todos en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Con fe, todos en algún momento sentirán el ardor del Espíritu y el testimonio que tanto anhelamos.
Con fe, todos en algún momento sentirán el importante papel que desempeñan en la Iglesia y en el evangelio de Jesucristo.
En el lugar de otro
Al tratar de ponernos en su lugar y pensar en lo que debe sentir esa persona que, de alguna manera, ha sido lastimada por la Iglesia que una vez amaron, sirvieron y por la que se sacrificaron, nos permitimos sentir más que compasión y amor por ellos.
La próxima vez que veas a alguien que hoy en día ya no asiste a la Iglesia o que hace un comentario negativo sobre ella, antes de que te pongas a la defensiva enfócate en tratar de sentir el amor de Cristo por esta persona.
Por mucho que desees que vuelvan y que vean lo que tú ves en la Iglesia, son ellos los que deben tomar esa decisión y no debemos obligarlos, pero eso no significa que debemos olvidarlos. Al igual que nosotros, también son dignos del amor de nuestros Padres Celestiales.
Así que, seamos un poco más como Ellos y como el Salvador y realmente tratemos de sentir y comprender, incluso en la escala más mínima, el dolor que esta persona debe estar sintiendo.
Al hacerlo, les prometo que podrán sentir Su amor por ellos y podrán desempeñar un papel más importante al ayudarlos.
Tal vez un día, ese amor los haga ver que sí hay un lugar para ellos en la Iglesia de Cristo, que al igual que el hijo pródigo, siempre serán bienvenidos y que pueden empezar de nuevo.
Recordemos que todos tenemos nuestras luchas y desafíos, unas más evidentes que otras, y que todos buscamos aferrarnos a la barra de hierro. Algunos se desvían por un momento, algunos vuelven y otros no, pero siempre estaremos felices de verlos regresar.
“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. -Mateo 22:36-39
Este video puede ayudarte a comprender que en este preciso momento, hay alguien que necesita regresar.