Con frecuencia, recordamos la vida de Jesús, Su muerte y Su resurrección. Sin embargo, también es bueno recordar la trayectoria de Su vida como maestro, Sus enseñanzas y el legado que nos dejó.
En este artículo compartiremos algunas de Sus enseñanzas, te invitamos a leerlas y meditar en ellas. ¡Veamos!
Amar a Dios sobre todas las cosas

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En el mundo de hoy, se necesita más amor y quien nos lo puede dar de forma inagotable es Dios.
Mateo 22: 37:
“Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente”.
Amar a tu prójimo como a ti mismo

Si quieres ver un gran cambio en el mundo, comienza a hacerlo tú. Todo cambia cuando le sumas amor.
Mateo 22: 39:
“Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Todos somos iguales

Dejemos de lado aquello que nos divide y comencemos a enfocarnos en aquello que nos une. Todos somos iguales, somos hijos del mismo Dios.
Juan 13: 16:
“De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió”.
NO juzgar

Cada uno de nosotros tenemos características propias, que nos hacen especiales. No veamos esos rasgos como una razón para segregar, sino para aprender unos de otros.
Lucas 6: 41:
“¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no consideras la viga que está en tu propio ojo?”
Vencer la tentación

Jesús fue tentado por el diablo en el desierto y lo venció:
“Entonces, Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él solamente servirás.
El diablo entonces le dejó, ay he aquí, los ángeles vinieron y le servían”. (Mateo 4: 10 – 11)
Sigamos el ejemplo de Jesús y elijamos vencer la tentación.
Amar a nuestros enemigos

Si alguien te hace mal, no elijas pagarle con la misma moneda ni entrar en contienda. Recuérdale a través de tus actos y palabras que en este mundo aún hay personas buenas, y que no vale la pena gastar las energías en cosas que no suman.
Mateo 5: 44:
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.
La regla de oro

Trata a los demás como te gustaría que te traten.
Mateo 7: 12:
“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas”.
Orar

Ora siempre, en todo momento y en todo lugar. En el momento justo, recibirás aquello por lo que tanto oras. ¡Ten fe!
Mateo 6: 3, 6:
“Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha.
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público”.
Amar de forma genuina

Ama con el corazón, de forma sincera, y verás como lo bueno llega a tu vida.
Efesios 5:2:
“Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor grato”.
¿Qué otras enseñanzas de Cristo necesitamos recordar y vivir de forma más constante? ¡Cuéntanos en los comentarios!
Fuente: Instagram
Trata a los demás como te gustaría que te traten.
Mateo 7: 12:
“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas”.
Orar
MATEO 5 Jesús y la Toráh
17 No penséis que he venido para abrogar la ley (Toráh) o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley ( Toráh), hasta que todo se haya cumplido. 19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
El autentico Mesias no enseñó cristianismo ,ni judaismo, enseño Toráh.
Rabí (gr. rhabbí; del heb. y aram. rabbî, “mi grande [amo]”, “mi maestro”). Título de respeto que usaban los discípulos al dirigirse a sus maestros. El posesivo “mi” pronto perdió su fuerza, y en el NT sólo se la usaba como una forma de cortesía, generalmente equivalente a nuestro “señor”. Se aplicó a Cristo (Mat 26:25; Mar 14:45; Joh 1:38, 49; 3:2, 26; 4:31; 6:25; 9:2; 11:8; etc.) y a Juan el Bautista (Joh 3:26). Cristo aconsejó a sus discípulos en contra de codiciar o usar este título (Mat 23:7, 8). En este pasaje rhabbí parece haber sido usado en un modo más restringido, como un título honorífico para los eruditos y los doctores de la ley, con la implicación posible de que siendo especialistas en la ley de Moisés, su interpretación de los deberes religiosos allí prescriptos era infalible y, por lo tanto, obligatoria. El autor del 4º Evangelio interpreta la palabra rhabbí como didáskalos, “maestro”, “instructor” (Joh 1:38). Véase Raboni.