En la doctrina Santo de los Últimos Días, el propósito de un padre es presidir, proveer y proteger a su familia. Sin embargo, los mejores padres hacen eso y más.
En el más importante de los roles masculinos, los padres tienen buenos modelos a los que acudir en el Libro de Mormón.
Aquí compartimos las lecciones de siete padres del Libro de Mormón para convertirnos en los mejores padres del mundo.
Lehi: Los buenos padres comparten cosas buenas con sus hijos
El Libro de Mormón comienza con el elogio de Nefi a su padre, a quien llama “bueno”.
Él dice que su padre le dio “alguna instrucción en toda [su] ciencia” (1 Nefi 1:1).
Aprendemos más sobre el amor de Lehi por su familia en su visión del árbol de la vida, “cuyo fruto era deseable para ser feliz” (1 Nefi 8:9).
Cuando Lehi comió el fruto, pensó en su familia:
“Mi alma se llenó de un gozo inmenso; por lo que deseé que participara también de él mi familia”. (1 Nefi 8:12)
Jacob: Los buenos padres enseñan principios correctos y, luego, alientan a sus hijos a aprender la verdad por sí mismos
La oración de Enós, registrada en Enós 1:1, ilustra cómo debemos orar, por qué debemos orar y el máximo poder de la oración y la revelación personal.
Sin embargo, esa oración, que duró “todo el día” (versículo 4), sucedió después de que el padre de Enós, Jacob, le enseñara el evangelio y sembrara en él el deseo de aprender la verdad.
Enós dice que sabía que su padre “era un hombre justo” que “[le] enseñaba en su idioma, y también en disciplina y amonestación del Señor”. (Versículo 1)
Cuando Enós salió al bosque a cazar, registra que “las palabras que frecuentemente oyó a su padre hablar, en cuanto a la vida eterna y el gozo de los santos, penetraron su corazón profundamente”.
Alma: Los buenos padres oran por los hijos descarriados y nunca se dan por vencidos
Alma creyó en las enseñanzas de Abinadí y estableció la Iglesia en las aguas de Mormón. No obstante, persistió la persecución contra él y su familia (Mosíah 24:8).
Más tarde, el hijo de Alma, también llamado Alma, se rebeló contra la Iglesia con los cuatro hijos de Mosíah.
Cuando un ángel los visitó para informarles de su error, dijo que había venido a causa de las oraciones constantes de Alma:
“Y dijo además el ángel: He aquí, el Señor ha oído las oraciones de su pueblo, y también las oraciones de su siervo Alma, que es tu padre; porque él ha orado con mucha fe en cuanto a ti, para que seas traído al conocimiento de la verdad; por tanto, con este fin he venido para convencerte del poder y la autoridad de Dios, para que las oraciones de sus siervos sean contestadas según su fe”. (Mosíah 27:14)
Mosíah: Los buenos padres buscan revelación en su crianza
Después de su conversión, los hijos del rey Mosíah se negaron a sucederlo como rey. Así que, en cambio, planearon enseñar el Evangelio como misioneros a los lamanitas, un pueblo que odiaba a los nefitas y, probablemente, trataría de matarlos.
Los hijos de Mosíah “suplicaron a su padre muchos días” (Mosíah 28:5), con la esperanza de que les diera su bendición.
“Y el rey Mosíah fue y preguntó al Señor si debía dejar ir a sus hijos entre los lamanitas para predicar la palabra.
Y el Señor dijo a Mosíah: Déjalos ir; porque muchos creerán en sus palabras, y tendrán vida eterna; y yo libraré a tus hijos de las manos de los lamanitas.
Y aconteció que Mosíah concedió que fuesen e hiciesen de acuerdo con lo que solicitaban.”. (Mosíah 28:6–8)
Alma hijo: Los buenos padres dan testimonio a sus hijos
Después de su conversión, Alma hijo se convirtió en un gran misionero. Cuando sus propios hijos crecieron, les dio testimonio de la redención de Cristo. Compartió su historia de conversión con sus hijos.
Luego, al dirigirse a su hijo Shiblón, también enseñó a los padres de todo el mundo una gran lección sobre guiar a los hijos hacia Jesucristo:
“…Y no fue sino hasta que imploré misericordia al Señor Jesucristo que recibí la remisión de mis pecados. Pero he aquí, clamé a él y hallé paz para mi alma.
Y te he dicho esto, hijo mío, para que aprendas sabiduría, para que aprendas de mí que no hay otro modo o medio por el cual el hombre pueda ser salvo, sino en Cristo y por medio de él.
He aquí, él es la vida y la luz del mundo. He aquí, él es la palabra de verdad y de rectitud”. (Alma 38:8–9)
Helamán: Los buenos padres expanden su influencia fuera de su propia familia
Helamán, hijo de Alma hijo, fue un excelente padre para sus propios hijos (Helamán 3:21). Sin embargo, antes de eso, desempeñó un papel paternal para 2,000 jóvenes —y, posteriormente, 60 más— que lucharon en su ejército. El escribió:
“E incorporé a mis dos mil hijos (porque son dignos de ser llamados hijos) al ejército de Antipus… Pues como yo siempre los había llamado hijos míos (pues eran todos muy jóvenes), he aquí, me contestaron de esta manera: Padre, he aquí, nuestro Dios está con nosotros y no nos dejará caer; así pues, avancemos… Hasta entonces nunca habían combatido; no obstante, no temían la muerte, y estimaban más la libertad de sus padres que sus propias vidas; sí, sus madres les habían enseñado que si no dudaban, Dios los libraría”. (Alma 56:10, 46–47)
Mormón: Los buenos padres tienen fe en sus hijos
Mormón vivió durante una época de gran iniquidad. Fue testigo de la caída de dos grupos de personas después de una guerra continua, matándose entre sí con odio vil.
Él y su familia vivieron en algunos de los tiempos más oscuros y perversos de la historia que se hayan registrado.
Sin embargo, tenía fe en la capacidad de su hijo para elegir lo correcto, seguir a Cristo y encontrar su camino en un mundo inicuo. En una tierna carta a su hijo Moroni, escribió:
“Yo siempre te tengo presente en mis oraciones, rogando sin cesar a Dios el Padre, en el nombre de su Santo Hijo, Jesús, que por su infinita bondad y gracia te conserve mediante la perseverancia en la fe en su nombre hasta el fin”. (Moroni 8:3)
¿Cuál es la lección que te dio tu padre que más aprecias? ¡Cuéntanos en los comentarios!