Un entendimiento que marcó la diferencia en mi batalla contra la depresión

batalla contra la depresión

A menudo cuando algo va mal en nuestras vidas, nos volvemos a Dios para arreglarlo. Cuando tenemos preguntas, nos dirigimos a Dios para encontrar respuestas. Cuando queremos hacer más o ser más, nos volvemos a Dios para hacernos mejores. Y mientras que todos son increíbles maneras de comenzar, nos olvidamos de que es sólo un comienzo.

Nunca he experimentado depresión en mi vida, hasta el año pasado cuando una serie de cambios en la vida y enfermedades pusieron mi cuerpo en una rutina letárgica de la que luché para salir.

Sí, yo sabía que la depresión y la enfermedad mental son ocurrencias comunes. Sabía que la mayoría de la gente experimenta enfermedad mental en algún momento de su vida, pero pensaba que eso no me iba a pasar a mí. A pesar de los seminarios a los que he asistido en años pasados, a pesar de conocer todos los signos de advertencia, no pude detener mi actitud llena de odio y el pensamiento negativo mientras trataba de dar sentido a las cosas.

¿Qué quería mi Padre Celestial que aprendiera de esto? ¿Cómo podía salir de esto? ¿Cómo podía ser más fuerte? ¿Qué estaba haciendo en mi vida que justificaba este tipo de dolor?

Leí sobre la depresión y lo más importante, seguí el consejo. Diarios de gratitud, quitarse el estrés sirviendo a otros, recibiendo luz solar, haciendo ejercicio regularmente y comiendo bien. Tuve muchas ideas y fui creativa. Pero incluso entonces, la ansiedad y la depresión se profundizaron hasta el punto de que apenas podía dormir por las noches.

Durante todo esto, la realización más horrible fue saber que no tenía nada de qué estar deprimido. Lo peor, sentía que estaba perjudicando a mi esposo y a mi familia y decepcionando a otros. Cuando me casé, estaba totalmente dispuesta a asumir todos los dolores y problemas de mi esposo. Estaba lista para la dificultad y el trabajo, pero nunca esperé que fuera la causa de nuestra lucha más persistente y agotadora. La culpa me comió, haciéndose tan insoportable que a veces me dejaba incapacitada.

Oré y lloré al Padre Celestial para saber lo que necesitaba cambiar para que todo esto se detuviera. Oré tantas veces que perdí la cuenta. ¿Dónde estaba Dios en todo esto? ¿Qué esperaba que yo aprendiera, y por qué no estaba respondiendo a mis oraciones? ¿Qué necesitaba cambiar? ¿Qué estaba mal conmigo?

Y entonces me di cuenta de algo que cambió toda mi perspectiva: mi depresión no fue enviada por Dios. Mi depresión era un desequilibrio hormonal causado por la enfermedad severa y la privación del sueño. Dios no fue el que me obligó a esto, esperando que yo aprendiera una gran lección trascendental. Soy mortal. Tengo límites. Y simplemente alcancé uno de los míos mentalmente.

Al sentir que Dios tenía alguna razón para esta prueba, sentía que Él tenía que responder a mi oración, dependía de Él para que me salvara de mis pruebas. Pero yo tenía el poder dentro de mí para cambiar, con Su ayuda. Podía buscar respuestas, hablar con médicos, hacer un cambio en mi vida. Si bien es bueno confiar en nuestro Padre Celestial, necesitaba darme cuenta de que yo no podía, ni que ​​Él quería, que dependiera de Él. El poder y el control sobre mi vida y mi felicidad estaban en mis manos.

Eso no significa que no podía aprender de mi depresión – aprendí cosas nuevas sobre mí, sobre la humanidad, sobre mi esposo, sobre los límites y la vida. Pero a través de todo esto, aprendí dos cosas cruciales:

  1. Cuando tenía ganas de alejarme en un rincón oscuro para no “fastidiar” a otros durante mis días malos, era ahí cuando necesitaba ayuda. Así como me encantaba servir y ayudar a otros a enfrentar los problemas, tuve que estar dispuesta a ser la destinataria de ese servicio. Tuve que dejar que otros intervinieran con honestidad brutal. Tenía que dejar de lado la culpa y en su lugar aferrarme a los que amo.
  1. Dios no quería que yo pasara por esto. Él no estaba poniendo esta prueba en mi vida hasta que aprendiera una lección misteriosa y necesaria. Algunas cosas en la vida simplemente suceden. El Padre Celestial estaba allí amándome y fortaleciéndome en mis peores momentos. Tuve que dejar de lado la ilusión de que mi depresión era un signo de debilidad en mi naturaleza y mantener en su lugar a la perfecta felicidad de Dios.

La depresión, la ansiedad y tantos otros problemas en la vida no son un defecto en nuestra composición espiritual o física. Son parte de la existencia, incluso Dios llora. Pero así como el dolor y la tristeza son una parte del existir, también lo son la alegría y la esperanza y el poder de cambiar. Y afortunadamente, con Su ayuda y la ayuda de médicos y seres queridos en mi vida, fui capaz de hacerlo.

 

 

 

 

Este artículo fue escrito originalmente por Danielle B. Wagner y publicado en ldsliving.com, con el título “One Insight That Made All the Difference in My Battle Against Depression” Español ©2017 LDS Living, A Division of Deseret Book Company | English ©2017 LDS Living, A Division of Deseret Book Company.

 

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