“No había visto nada igual. Fuimos al salón de sellamientos, ella estaba tosiendo mucho, cuando de repente paró y el color regresó a su rostro. Ella se veía asombrosa.
La manera en que nos sentimos en ese salón fue indescriptible, nunca había sentido algo así, y no creo que pueda sentirme así nuevamente”.
Esto fue lo que relató Kevin Rolfe cuando vio a su esposa Lindsey en el templo el día de su sellamiento.
Once días después, a los 41 años, ella falleció debido al cáncer.
Kevin compartió lo que aprendió de Lindsey a medida que lentamente cruzaba el velo y lo que sabe ahora que ya no está.
Una pérdida abismal
El año 2021 casi me destruyó.
Perder a Lindsey me dejó en un estado emocional cuestionable, por lo que tuve que buscar mi propia renovación, reconstrucción y refuerzo estructural para mitigar futuros terremotos que la vida podría darme.
Sin embargo, fueron mi familia, mis amigos, nuestro Salvador quienes evitaron que me convirtiera en escombros y ruinas.
Fueron ellos quienes me sostuvieron, me fortalecieron y evitaron que cayera en las profundidades del dolor.
Algo que se veía venir
Estaba anonadado por la muerte de Lindsey. Lo vimos venir y sabíamos que iba a suceder, pero, aun así, no estaba preparado. Pero las personas estuvieron para mí desde el primer momento.
Mi hermana Denise llegó 1 horas después de la muerte de Lindsey y se quedó conmigo ese día para que no esté solo en mi casa, hasta que dije: “Tienes que regresar con tu familia, ellos te necesitan”.
Mi hermana me ayudó con el entierro y fue muy paciente y amable conmigo. Ella tenía un estilo muy similar al de Lindsey y me decía: “Creo que a ella le gustaría esto, o tal vez esto, o quizá esto”.
Aquello me trajo paz y calma, y me permitió tener el tiempo para poder pensar en todo lo que pasó.
Amistades invaluables
Luego de planificar el funeral, su familia y la mía fueron muy buenas. Tuve amigos que viajaron para el sellamiento y que luego regresaron para el funeral, algo que no es fácil de hacer.
Eso demuestra su amistad y significa mucho para mí.
Mis amigos me llamaron y me ayudaron, cuando ni siquiera quería salir de la cama. A veces esperaba que History Channel viniera a mi casa para realizar un documental sobre el momento en que por fin saldría de mi cama.
Sus llamadas e invitaciones para salir o hacer algo me dieron las energías para continuar con mi vida. Incluso mi hijastro, aquel joven que había perdido a su madre, fue un gran apoyo para mí.
Una visita al corazón
En abril de 2022, escribí una carta en la que pensaba en aquellos que amaban a Jesús y estuvieron con Él hasta los últimos momentos de Su vida mortal.
¿En qué estuvieron pensando la noche en que Jesús falleció o la noche anterior a Su resurrección?
¿Se sentían ansiosos de verlo resucitado al día siguiente? ¿María Magdalena lloraba pensando si hubiera podido hacer algo más para salvarlo? ¿Pedro cuestionó su fe y lo que había aprendido de Jesucristo mismo?
Recuerdo haberme hecho todas esas preguntas mientras estaba recostado en mi cama la noche que Lindsey murió.
Lloré hasta quedar dormido, pero me levanté a las 4 de la mañana con un profundo sentimiento de paz, uno que nunca había sentido.
Aquel sentimiento de amor me reconfirmó una gran verdad: me reuniré con mis seres amados y Dios en una vida después de esta.
¿Fue Lindsey, o el Espíritu de Dios, o mi mente recordándome todo lo que había aprendido?
¿La respuesta?, creo que sí.
Esperanza en Cristo
Al igual que el Salvador, sé que todos resucitarán y vivirán nuevamente. Aquella experiencia me llevó a aquel momento cuando Jesucristo estuvo en la Tierra.
La resurrección me ha traído esperanza, sobre todo porque quiero volver a ver a Lindsey.
Creo que el hecho de que me casé con alguien que padecía cáncer fue porque tenía, y tengo, una fe sólida y que no importaba si ella fuese a vivir 20 años o solo 2, no sería el final para nosotros, y eso me ha traído mucha paz y consuelo.
Todavía lucho y sufro, pero puedo recordar aquel sentimiento que tuve a las 4 de la mañana.
Mientras más la extraño, más fe tengo en que la veré nuevamente y eso suena espectacular.
Fuente: LDS Living