En la actualidad, todos los hombres dignos miembros de la Iglesia de Jesucristo tienen acceso al sacerdocio, el poder que Dios le ha dado al hombre aquí en la Tierra a fin de que realice Su obra en Su nombre.
Sin embargo, esto no siempre fue así, el sacerdocio recién estuvo disponible para todos los hombres, sin distinción de su raza, después de 1978 con la revelación del presidente Spencer W. Kimball.
Ante esta realidad, el élder Ahmad S. Corbitt, un Santo de los Últimos Días afrodescendiente y primer consejero de la presidencia general de los Hombres Jóvenes, compartió su experiencia de conversión, y cómo su deseo de comprender a Jesucristo le ayudó a sobrellevar la restricción del sacerdocio.
Sus primeros años antes de conocer la Iglesia
El élder Corbitt vivió parte de su infancia en un vecindario afrodescendiente en el estado de Filadelfia. La zona era peligrosa durante el año 1978 debido a que la población afrodescendiente en Estados Unidos se levantó para rechazar la discriminación en contra de estas personas.
Su padre y madre le enseñaron a él y sus hermanos a ser personas inteligentes, disciplinadas y con buenos principios. Su mamá tenía un don espiritual, pues más de una vez recibió impresiones del “Espíritu Santo” para proteger a su familia de posibles accidentes.
El élder Corbitt en su juventud, después de haber experimentado aquellos milagros con su madre, comenzó a tener el deseo de conocer a Dios.
Un día tuvo un sueño que confirmó la realidad de la existencia de Dios, y asistió a la iglesia más cercana, una iglesia católica.
Una decisión que cambió su vida y la de su familia
En esa misma época, a más de 320 kilómetros de distancia, en Salt Lake City, Utah, 15 líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tomaron una decisión que impactaría significativamente a la membresía, al mundo y a toda la familia humana en ambos lados del velo.
Sin saberlo, esos hombres cambiaron profundamente su vida, la de su familia, y sus raíces.
El 8 de junio de ese año, el presidente Spencer W. Kimball y sus consejeros de la Primera Presidencia emitieron la respuesta en una declaración oficial:
“Enterados de las promesas declaradas por los profetas y presidentes de la Iglesia que nos han precedido, de que en alguna ocasión, en el plan eterno de Dios, todos nuestros hermanos que sean dignos podrán recibir el sacerdocio, y al ver la fidelidad de aquellos a quienes se les ha retenido el sacerdocio, hemos suplicado larga y fervientemente a favor de estos, nuestros fieles hermanos, y hemos pasado muchas horas en el cuarto superior del Templo suplicando al Señor orientación divina.
Él ha escuchado nuestras oraciones y ha confirmado por revelación que ha llegado el día prometido por tan largo tiempo en el que todo varón que sea fiel y digno miembro de la Iglesia puede recibir el santo sacerdocio, con el poder de ejercer su autoridad divina, y disfrutar con sus seres queridos de toda bendición que de él procede, incluso las bendiciones del templo. Por consiguiente, se puede conferir el sacerdocio a todos los varones que sean miembros dignos de la Iglesia sin tomar en consideración ni su raza ni su color”.
Dos años después, en 1980, su familia se mudó al sur de New Jersey.
Dos misioneros de la Iglesia de Jesucristo ayunaron y oraron por guía, hasta que llegaron a la casa del élder Corbitt.
Su madre sintió que debía invitarlos.
Todo cambió. Los 10 hijos de la familia Corbitt se bautizaron, 5 de los cuales rápidamente sirvieron una misión. Su madre también se bautizó después de que su padre falleciera.
Lo que realmente importa
Mirando hacia atrás, el élder Corbitt se maravilla del impacto insignificante que tuvo la prohibición del sacerdocio a los afrodescendientes en la decisión de su familia para unirse a la Iglesia.
Su familia sabía de la prohibición, pero eso no les impidió aceptar y acoger el evangelio restaurado.
Al estudiar sobre la preparación del sacerdocio después de su bautismo, el joven Corbitt cuenta que aquello no lo salvaría ni le permitiría regresar a Dios, sino únicamente la doctrina de Cristo. Él resaltó la importancia del enfoque en Jesucristo y no en otras doctrinas.
En sus propias palabras, el élder Corbitt compartió el gran cambio que experimentó:
“Entender la expiación de Jesucristo cambió para siempre mi autopercepción, catapultó mi identidad como hijo de Dios, discípulo de Cristo y hermano en la familia humana, muy por encima de mi identidad afrodescendiente.
Lejos de tener un problema con Su Iglesia, percibí con más claridad que nunca cuán bendecido era por ser parte de ella, y que profundo honor era ayudar a establecerla tanto como pudiera”.
Esta profunda autopercepción espiritual, según las palabras del élder, no disminuyó en lo absoluto su identidad racial terrenal. Al contrario, la contextualizó y la magnificó en la eternidad.
Fuente: LDS Living