Recuerdo una experiencia de cuando era adolescente que me hizo sentir como si hubiera hecho algo sumamente malo en nombre de la modestia.
Mi amiga y yo estábamos en un campamento de mujeres jóvenes de estaca y como parte de una de las actividades teníamos que pasar por un circuito de obstáculos con cuerdas.
Estaba muy nerviosa, por lo que trataba de mirar en cualquier dirección excepto hacia el inminente circuito.
De pronto, observé a dos líderes de otra estaca mirándome y luego hablando entre ellos. Pensé que tal vez solo estaba siendo paranoica, pero luego se acercaron a mí después de que el instructor había terminado de hablar.
Me dijeron que estaban preocupados porque mi camiseta era demasiado escotada.
Llevaba puesto una de mis camisetas favoritas de cuello redondo. El cuello apenas llegaba a mi clavícula y no me quedaba ajustado, sabía que no se vería nada cuando me inclinara.
Después de que los líderes se asegurarán que no había ningún problema, me sentí muy avergonzada. Entendía la razón, pero no cambiaba cómo me había sentido.
Seguí adelante y lo olvidé hasta que vi a mi amiga unas horas después. Ella estaba furiosa.
Habíamos pasado por el circuito en momentos diferentes, así que no supe qué había sucedido hasta que me lo contó.
Ella había estado usando una camiseta con un cuello V y cuando los líderes la vieron, la apartaron de inmediato y le dijeron que lo que llevaba puesto no era modesto y necesitaba ponerse otra camiseta encima o cambiarse.
Entiendo la lógica detrás de sus actos, pero lo que no sabían era que mi amiga no era una miembro activa de la Iglesia, ella asistió al campamento porque la invité.
Esperaba que se divirtiera y se sintiera incluida como parte de las mujeres jóvenes, en cambio, se sintió avergonzada y juzgada.
No digo que los líderes la hicieron sentir así a propósito, sus acciones podían venir de sus buenas intenciones, sin embargo, aquel estándar de modestia era algo que mi amiga no sabía y que aprendió al ser reprendida.
En base a esta experiencia y muchas otras en la Iglesia, me he dado cuenta que sí, la modestia es importante, pero a menudo solemos imponer dichos estándares de manera injusta, dentro y fuera de la Iglesia.
De estas situaciones, aprendí que debemos tener tacto al abordar la modestia con aquellos que vienen a la Iglesia, sean miembros o no.
Aquí hay tres cosas que vi en ambas circunstancias que podrían haberse manejado mejor.
1. No todos tienen el mismo estándar de modestia, por lo que es importante aclarar cuál es el nuestro
Como miembros de la Iglesia, es importante recordar que no todos tienen nuestro estándar de modestia y, por lo tanto, debemos abstenernos de suponer que todas las personas saben lo que eso comprende.
Crecí en una familia donde el evangelio se me enseñó toda mi vida, pero mi amiga no. La forma en que los líderes abordaron la situación la hizo sentir más alejada de la Iglesia.
Si los líderes hubieran intentado un enfoque más amable, si hubieran sido claros sobre los estándares de modestia antes de la actividad, mi amiga no se habría sentido tan criticada.
Cuando era joven, tenía familiares que no siempre vestían ropa modesta. Habían crecido en la Iglesia y sabían cuáles eran los estándares de modestia en “Para la Fortaleza de la Juventud”, pero habían decidido por sí mismos no seguirlos.
Debido a eso, la modestia era un tema delicado en mi casa, y abordarlo de manera confrontativa o incluso autoritaria no sirvió para nada.
Lo que cambió todo fue que se sintieran aceptados y amados por otros miembros de la Iglesia sin importar lo que llevaban puesto.
Una actitud autoritaria o de juicio nunca brindará el resultado que deseamos.
2. Nunca está bien criticar a otros en nombre de la modestia
Al pensar en mi amiga, sé que ella no lo hizo a propósito. No había reglas establecidas con respecto a la camiseta que llevaba puesta, pero se sintió juzgada porque no cumplía con los estándares de otra persona.
Desafortunadamente, algunos miembros usan sus estándares de modestia para criticar a otros. Yo misma he caído en el juego tóxico de criticar a otros por su vestimenta.
En esos momentos, olvido a mi amiga y cómo esa experiencia podría haber sido un momento de enseñanza. Hubiéramos podido hablar entre las dos sobre la razón por la que la Iglesia tiene estos estándares de modestia y por qué son importantes.
No obstante, debido a que se sintió humillada y juzgada por los estándares de otra persona, no estuvo dispuesta a escuchar más sobre el tema en ese momento y la verdad es que no puedo culparla.
Pensar mal de los demás o avergonzarlos por lo que llevan puesto no es y nunca ha sido la forma correcta de compartir o promover los estándares de modestia de la Iglesia. Es más, puede hacer que las personas empiecen a tener sentimientos de resentimiento.
3. Somos responsables de nuestros propios pensamientos y acciones, sin importar cómo esté vestida otra persona
Hace poco leí sobre la experiencia de una estudiante de 13 años que vistió leggings para ir a la escuela. Su madre compartió que enviaron a su hija a la oficina del director porque los niños de su misma edad se distraerían al estar cerca de alguien vestida como su hija.
A lo largo de mi vida, he escuchado razones similares por las cuales las mujeres “deben” vestir con modestia, con lecciones basadas erróneamente en “la provocación”.
Lo cierto es que cada persona es responsable de sus propios pensamientos y acciones.
La modestia o la falta de la misma no controla lo que otra persona está pensando.
Vivimos en un mundo donde la mayoría de las personas no siguen nuestros estándares de modestia, pero no podemos usar eso como pretexto para justificar nuestros pensamientos incorrectos ni usarlo como excusa para ridiculizar a otros, miembros o no, por su forma de vestir.
Cada uno de nosotros es responsable de los buenos pensamientos y acciones que tenemos, y si nos vestimos de manera modesta o no.
Si bien la modestia es importante tanto para hombres como para mujeres, nunca debe ser una herramienta que usemos para humillar a otros.
En lugar de usar la modestia como una herramienta para avergonzar o culpar a los demás, usémosla como una herramienta para mostrar externamente lo que creemos y usarla para invitar a otros a aprender la razón detrás de esos estándares.
“La Iglesia nunca te negará el albedrío moral que posees con respecto a lo que debes vestir y cómo debes lucir. No obstante, la Iglesia siempre declarará sus estándares y siempre enseñará sus principios, uno de esos principios es la modestia”. Jeffrey R. Holland, “Modesty, Makeovers, and the Pursuit of Physical Beauty”
Fuente: LdsLiving
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