El 11 de septiembre de 2001 dejó recuerdos muy dolorosos, tanto para los familiares de las víctimas como para aquellos que presenciaron ese momento tan trágico.
Es posible que hayamos pasado por alto la oportunidad de aprender algo sumamente valioso y poderoso. En un artículo de LDS Living, Emily Linder entrevistó a cuatro Santos de los Últimos Días que vivían cerca de Nueva York para que compartieran sus experiencias y recuerdos de lo sucedido.
La experiencia de Jonathan Gardner: Amarse los unos a los otros
Acababa de graduarme en finanzas en University of Utah y quería trabajar en el mercado financiero, es por eso que me mudé a un apartamento cerca a las Torres Gemelas.
Recuerdo ese día como si fuera ayer, era un día común y corriente. Recuerdo que en las oficinas donde trabajaba, en el área de Manhattan (a 20 minutos de las Torres Gemelas), teníamos televisores en los que se mostraba la bolsa de valores y las noticias.
Ahí mostraron el primer avión que se estrelló con una de las torres. No le dimos mucha importancia, sin embargo, cuando el segundo avión chocó, todo se detuvo.
Las personas estaban pegadas a los televisores.
No sabía a dónde ir. El subterráneo no funcionaba, los autobuses y taxis no funcionaban, todo tipo de transporte estaba cerrado.
Todos estaban en las calles y ¡quiero decir todos! creo que la ciudad entera ahí.
A eso de las 5 de la tarde, finalmente algunas estaciones del metro abrieron.
Recuerdo que estaba sentado a lado de un hombre que estaba lleno de humo y cenizas, estaba cubierto de polvo. Le pregunté:
“Debes haber estado muy cerca de las torres, ¿qué tan cerca estabas?”
Él respondió:
“Sí, salí del piso 77, estaba por subir, pero bajé”
No dije nada más.
El aniversario del 11 de septiembre va más allá de un par de edificios que se derrumbaron. De este suceso aprendí que somos más que una nación y estamos preparados para ayudarnos los unos a los otros.
Debemos recordar que somos uno a pesar de nuestras diferencias, y que está bien amarnos los unos a los otros.
Aunque este evento cobró muchas vidas, nos unimos como país, dispuestos a protegernos y hacer que los demás se sientan cada vez más seguros.
La experiencia de Ronnie Bishop: Recuerden a los verdaderos héroes
En agosto de 2001, decidí iniciar un máster en justicia penal en el Six World Trade Center en Nueva York.
Luego de tres semanas, tuve que viajar a la ciudad de Georgia para empezar mi capacitación. Llevaba una semana allá cuando ocurrió lo del 11 de septiembre.
En una de las salas de descanso, se transmitía en la televisión cómo el primer avión se estrelló con una de las torres. No le dimos mucha importancia, pero una hora más tarde nos enteramos de lo que había sucedido con la segunda torre.
Algo andaba mal. Fue algo muy surrealista.
Por otro lado, mi esposo, Rich fue uno de los primeros en ir a ayudar.
Él formaba parte de una brigada de voluntarios en Nueva Jersey y acudió al lugar más o menos en el momento en el que el segundo avión se estrelló contra el World Trade Center.
Rich aún recuerda perfectamente su trayecto hasta la ciudad, ya que su vehículo era el único que podía ingresar a Nueva York mientras que el tráfico invadía la otra parte de la carretera.
Llegó justo cuando la segunda torre se derrumbó. Rápidamente se dispuso a ayudar a las personas a evacuar el lugar.
Mi esposo permaneció en la Zona Cero por seis semanas como parte del equipo de rescate. Cuando parte del edificio cayó sobre él, fue llevado de emergencia a un hospital.
Con esto aprendí que es importante apreciar la labor que hizo cada persona ese día con el objetivo de salvar la vida de los demás y que es algo digno de admirar.
Debemos mostrar nuestra gratitud a las personas que pasaron por estas circunstancias y que quizá no volvieron a sus hogares.
La experiencia de Liesel Davis: Aunque sea difícil, Dios está ahí
Me encontraba cursando mi pregrado en New York University, Estábamos iniciando el semestre de otoño y asistíamos a clases un par de veces antes de lo sucedido. Durante esas semanas conocí a una compañera de estudios.
Ella trabajaba en un restaurante llamado “Windows on the World”, situado en una de las torres. Lamentablemente, ella falleció durante ese ataque.
Ella no era de Estados Unidos, sino que había venido aquí especialmente para ese curso en NYU. Iba a cumplir uno de sus más grandes sueños.
En clase, les escribimos a su papá y mamá; recuerdo que fue uno de los momentos más difíciles para nosotros. ¿Qué se le puede decir a un padre y madre que ha perdido a una hija?
A pesar de que no sabía qué religión tenían, quería que supieran que hay un Padre Celestial que les ama, les conoce, conoce a su familia y su hija. Deseaba que conocieran acerca del Plan de Salvación.
Aunque ella no fue alguien tan cercana a mí, aprendí que a pesar del dolor y la pena que pasan las personas por perder a un ser querido, existe la gracia, el amor y la salvación gracias a la ayuda de Dios y aquello nos puede ayudar a ver las cosas de una manera distinta.
La experiencia de Ursula Melendi: Recuerden en quien confiar
Recuerdo exactamente dónde estaba cuando me enteré de lo sucedido. Este tipo de acontecimientos nunca se olvidan.
Me encontraba de viaje en Alemania y recuerdo haber entrado a una tienda en Baviera, cuando escuché a un señor decir:
“Las calles están vacías porque los estadounidenses están en los hoteles viendo televisión”.
El dueño del establecimiento, preguntó: “¿Por qué?”
El señor le explicó que un avión se había estrellado con una de las torres del World Trade Center.
Mi amiga y yo quedamos muy preocupadas porque nuestros hijos vivían en Nueva York y no sabíamos lo que había sucedido exactamente.
Al único que podíamos acudir en momentos así era a Cristo y a nuestro Padre Celestial.
Tomamos un vuelo de regreso a casa y pasamos una de las peores experiencias durante el viaje. Registraban a todos los pasajeros y a todos los aviones del mundo minuciosamente. No veíamos la hora de volver.
Cuando llegamos a Nueva York, vimos que las torres habían desaparecido por completo, fue muy impactante.
Algo que puedo recordar es que todas las capillas estaban llenas de personas porque este era un lugar que daba estabilidad en un mundo lleno de incertidumbres. Estos eran los últimos días y solo podíamos centrarnos en el evangelio de Jesucristo.
La mayoría de las cosas buenas vienen de nuestro Padre Celestial y si hacemos bien las cosas seremos bendecidos y se nos mostrará el camino que debemos seguir.
A pesar de todo, lo único que tenemos en nuestras vidas, es el Evangelio.
Fuente: LDS Living