Hay muchos que después de un divorcio vuelven a casarse, sin embargo, con ello pueden surgir algunas dudas con respecto a si esas personas pueden tener nuevamente un llamamiento de liderazgo.
Hay quienes pueden tener ciertos prejuicios hacia estos miembros o pensar que los llamamientos del Señor, dentro del liderazgo, solo deben ser para personas dignas que nunca han cometido errores. Algo que no es cierto, en parte.
Veamos lo que el “Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” nos enseña sobre los llamamientos de liderazgo y sobre aquellos de nuestros hermanos que han pasado por un divorcio. No nos dejemos llevar por conjeturas mal informadas.
El propósito del liderazgo en la Iglesia
Los líderes tienen como propósito alentar a los miembros a participar en la obra de Dios, para que así lleguen a ser “discípulos verdaderos de Jesucristo” (Moroni 7:48).
Entonces, como primer requisito para tener un llamamiento de liderazgo es esforzarse por ser un fiel discípulo del Salvador.
Uno no puede enseñar lo que no aplica ni tampoco podemos invitar a las personas a un lugar que no conocemos.
Es así, como nos enseña el Manual, que al ayudar a otras personas, los líderes llegarán a ser mejores discípulos (Sección 4.1).
Los llamamientos en la Iglesia
Los líderes en la Iglesia siguen pautas para saber a quién llamar, y en primer lugar, ellos buscan ser guiados por el Espíritu (Sección 4.2.6 y 30.1.1).
Ahora, a mayor información mayor es la revelación. Esto es algo que siempre debemos tener en cuenta, pues el Manuel lo señala específicamente. Los líderes deben tener en cuenta lo siguiente:
- La dignidad del miembro (que se determina en una entrevista).
- Los dones y las habilidades que tenga el miembro o que pudiera desarrollar para bendecir a los demás.
- Las circunstancias personales del miembro, incluso la salud y su empleo.
- El impacto que el llamamiento pueda tener en el matrimonio y la familia del miembro.
Dentro del capítulo 30, se menciona detalladamente las directrices al extender un llamamiento a las parejas casadas, miembros con anotaciones o restricciones formales en su condición de miembro.
Incluso se dan directrices para los miembros nuevos (Sección 30.1.2) y quienes no son miembros (Sección 30.1.3), pero no se hace mención alguna para los miembros que han pasado por un divorcio y se han vuelto a casar.
Algo que me encanta del Manual es la claridad y sabiduría que transmite con cada una de sus declaraciones, como la siguiente:
“El obispado o la presidencia de estaca tiene la responsabilidad final de recibir inspiración en cuanto a quién llamar. Los llamamientos a servir al Señor son oportunidades sagradas y dichosas”.
Además, las indicaciones al obispado y a la presidencia de estaca hacia un miembro que se haya divorciado son las de fortalecer espiritualmente y verificar que haya mantenido su dignidad para entrar en el templo (Sección 26.5.5).
En conclusión, el divorcio no es un pecado. Solo Jesucristo enseñó una situación en la que lo sería (Mateo 19:9), pero es por una razón que esta institución fue creada desde los tiempos de Moisés.
Y, al no ser un pecado, no hay razón alguna para deducir que haber pasado por un divorcio impediría a un miembro tener un llamamiento de liderazgo.
Veamos a la hermana Reyna Aburto, quien pasó por un divorcio y fue llamada como segunda consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro.
La dignidad, como se mencionó anteriormente, es, probablemente, el principal indicador para llamar a un miembro al liderazgo dentro de la Iglesia.
Abandonemos los prejuicios y los estigmas. Dios mira el corazón (1 Samuel 16:7) y nosotros también debemos proceder de la misma manera:
“Por lo tanto, ¿qué clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo, aun como yo soy”. (3 Nefi 27:27)