En la conferencia general siempre se comparten historias personales y una con las que más me identifiqué fue la historia de la presidenta Emily Belle Freeman, que se rompió el tobillo justo antes de viajar a Jerusalén para recorrer el “Camino de Jesús”.
Disfruté leyendo de sus reflexiones y pensamientos añadidos en las notas de pie de su discurso. Es fácil darse cuenta que es maestra de seminario y sus comentarios adicionales hicieron que su mensaje fuera tan personal y aplicable. Aquí te comparto algunos de ellos:
1. Enoc
Después de sentirse triste por su tobillo lastimado mientras estaba en Jerusalén, la presidenta compartió la historia de Enoc, un profeta que se sentía inadecuado y roto por dentro. Entonces, señala que el Señor, al igual que con Enoc, nunca nos deja solos y comparte:
“El pueblo de Enoc se había desviado, había negado a Cristo y había “buscado sus propios consejos en las tinieblas” (véase Moisés 6:27–28). Cuando Enoc ya había perdido la fe en la humanidad, se volvió al Señor en busca de guía. Este llamado a Enoc es el mismo llamado que el Señor nos extiende a todos nosotros: “Anda conmigo” (Moisés 6:34; véase también Mateo 11:28).
Pero tal vez, al igual que Enoc, no estén seguros de si pueden caminar por esta senda en su estado; tal vez se sienten impedidos de algún modo. Quizás la razón por la que debemos caminar por la senda de los convenios sea precisamente nuestro estado, porque estamos impedidos de algún modo y necesitamos Su ayuda”.
Todos estamos quebrados de alguna manera y todos necesitamos caminar por el sendero de Cristo y recibir Su ayuda.
2. Las promesas de los cinco dedos
Además, la presidenta Freeman identificó cinco promesas que el Señor le hizo al profeta Jacob:
1. Yo estoy contigo.
2. Te guardaré.
3. Volveré a traerte a casa.
4. No te dejaré.
5. Cumpliré la promesa que te he hecho.
En una conmovedora nota al pie de página, la presidenta cuenta:
“Mis hijas, cada mañana, le susurran las promesas de los cinco dedos de la mano a sus hijos (mis nietos) como recordatorio de un Padre Celestial que, divinamente, está al tanto de cada uno de Sus hijos.
Estos aspectos del convenio abrahámico desempeñan un papel esencial en nuestra vida y en el Evangelio de Jesucristo (Génesis 28): (1) la promesa de una herencia eterna (versículo 13); (2) una posteridad eterna (versículo 14); y (3) la bendición y la responsabilidad de bendecir a todas las naciones de la tierra (versículo 14)”.
Esto es lo que el Señor, maravillosamente, nos ha prometido.
3. El camino
El discurso de la presidenta Freeman se enfocó en seguir la senda de los convenios a medida que construimos una relación con Dios. En la nota de pie de página 18, la presidenta añade esta sencilla aclaración y recordatorio sobre lo que es un sendero y como podemos recorrerlo con nuestro Salvador:
“A menudo las sendas se definen por características fundamentales, tales como postes indicadores o marcadores de kilómetros o millas. Es una manera de asegurarnos de que nos encontramos en el sendero correcto o estamos progresando en la dirección correcta.
Una relación también se puede definir por características fundamentales, entre ellas, expectativas (véanse Jeremías 29:11; Doctrina y Convenios 132:7); sumisión (véanse Mosíah 3:19; Alma 7:23; 13:28); humildad; obediencia; paciencia; entrega; confianza (véase Proverbios 3:5); y amor (véase Romanos 8:31–39)”.
Las definiciones de las palabras pueden ser extremadamente útiles para comprender significados más profundos de las Escrituras y creo que esta no es una excepción.
Ahora puedo pensar en la senda de los convenios de esta manera: una serie de señales que me guían en la dirección correcta y hacia el destino que deseo, y que pueden mejorar mi relación con Jesucristo y mi Padre Celestial.
4. Una llamada de aliento
La última nota al pie de página de la presidenta Freeman incluye una cita de Martín Lutero que, en mi opinión, brinda una hermosa perspectiva de lo que ella ha estado tratando de describir a lo largo de su discurso:
“El Reino de Dios […] es semejante a una ciudad sitiada y rodeada de muerte por todos lados. Cada hombre ocupa su lugar en la muralla para defender y ninguno puede estar en el mismo sitio que otro, pero ‘nada nos impide que nos demos aliento unos a otros’” .(Martin Luther, en Lewis William Spitz, The Renaissance and Reformation Movements, 1987, pág. 335)”
Me encanta pensar que formo parte de un grupo de personas que nos mantenemos juntas, defendiendo nuestra fe mientras nos animamos mutuamente a mantenernos firmes en la senda de los convenios.
Fuente: LDS Living