Le tenía miedo a Dios por las cosas malas que hice, pero Él me demostró lo contrario

miedo a Dios

Crecí en una familia muy estricta y religiosa. Mi papá fue criado por un padre militar y mi mamá por un padre policía. Y, nos guste o no admitirlo, la crianza nos moldea en las personas en las que nos convertimos. 

Como la hija mayor de mi familia, cometer errores no era una opción para mí. Debía ser disciplinada, perfecta y un ejemplo para mis hermanos.

Me enseñaron que cualquier cosa que haga, mis hermanos también eran capaces de repetirlo, por tanto, si cometía un error, era visto como algo terrible y punto. 

mujer llorando

Si cometía un error, era visto como algo terrible. Imagen: Canva

Me asustaban para que me arrepintiera y nunca volviera a hacer lo mismo. Y si repetía tal acción, me iría al infierno.

Aquello era lo que mis padres habían aprendido al crecer y lo que a su vez me enseñaron a mí.

Tenía miedo.

Tenía miedo de Dios, miedo de mi salvación y miedo de cometer errores. 

Este pensamiento continuó hasta la adultez.

Cuando conocí a mi esposo, una de las cosas que me preguntó fue “¿cuál es tu mayor miedo?”, una pregunta bastante inocente.

depresión

Tenía miedo de Dios, por mi salvación y definitivamente por cometer errores. Imagen: Canva

Él me había dicho que le tenía miedo a las arañas. Yo le respondí: “La condenación”. No sabía que este miedo era un obstáculo en mi vida. 

Una de mis escrituras favoritas es 1 Juan 4:18: 

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor conlleva castigo, y el que teme, no se ha perfeccionado en el amor”.

El amor de Dios nos aleja del miedo, pero yo vivía asustada. Analizaba cada error que cometía y me obsesionaba por enmendarlo y buscar el perdón de los demás para estar en paz y salvarme de la condenación.

Me obsesionaba con cada pequeño error que había cometido de niña, muchos de los cuales no podía cambiar o remediar.

Me obsesionaba con cada pequeño error que había cometido de niña. Imagen: Pexels

Empecé a desarrollar algo parecido a un ‘TOC religioso’ y rápidamente ser volvió agobiante. Los pensamientos basados en el miedo envolvían constantemente mi mente. Fue entonces cuando me di cuenta de que necesitaba ayuda.

Me recomendaron un libro llamado “Cómo dejar de preocuparse y comenzar a vivir’’ de Dale Carnegie y una de las citas que más me impactó fue la siguiente: 

“No permitamos que las pequeñas cosas que deberíamos ignorar y olvidar nos alteren”.

El amor de Dios nos aleja del miedo, pero yo vivía asustada. Imagen: Canva

Esta cita me ayudó a darme cuenta de que no podía arreglar todo. Había cometido errores y no siempre podría remediarle. Tenía que depender de Jesucristo y Su Expiación para compensarlo. Encontré mucha paz en esa frase. 

Pasé por un camino de aprendizaje sobre el amor de Dios a través de las Escrituras y libros que hablan de Su naturaleza y amor.

El libro que más me ayudó fue ‘‘Perdón Total’’ de R.T. Kendall. Este libro cambió mi vida y un par de citas suyas me ayudaron a entender al Padre Celestial:

Él quiere que lo respetemos y lo amemos. Imagen: Canva

“Dios solo usa la culpa para llamar nuestra atención. Cuando decimos ‘lo siento’, y lo decimos en serio, eso es suficiente para Dios. Él no nos golpea hasta dejarnos morados y no nos exige ayunar durante treinta días para complementar la expiación de Cristo. Nos confronta con del pecado para llamar nuestra atención; después de hacerlo, su deseo que sigamos adelante”.

Todo lo que me enseñaron sobre Dios y la expiación de Jesucristo estaba mal. Me enseñaron a temer al Padre Celestial en el sentido literal. Eso era incorrecto.

Él quiere que lo respetemos y lo amemos, pero al no superar nuestros errores y aprender de ellos, dejamos de aprovechar al máximo la expiación del Salvador.

Me tomó un tiempo entender ese concepto. No necesitaba tener miedo y castigarme constantemente por mis errores del pasado. Todavía sentiría ansiedad y depresión ante la idea de “cometer demasiados errores” si volvía a Él.

la mano de jesús

No necesitaba tener miedo y castigarme constantemente por mis errores del pasado. Imagen: Canva

Una noche empecé a orar, rogando por paz y perdón. Necesitaba saber que había sido perdonado. Necesitaba saber que estaba bien. Necesitaba saber que no me condenarían. Poco después de mi oración, sentí una paz que solo había sentido un par de veces en mi vida.

Había sentido el Espíritu Santo a lo largo de mi vida, pero de manera muy esporádica y tan sutil que cuestionaba si realmente lo había sentido. Pensaba que todo me lo estaba imaginando.

oportunidades

Una noche empecé a orar, rogando por paz y perdón. Imagen: Canva

Esta vez fue diferente.

La sensación persistió y no se fue por mucho que intentara apartarla con mis excusas de “me lo estoy imaginando”. Se quedó ahí.

Era como si Dios me conociera perfectamente y supiera que necesitaba una manifestación duradera de Su amor.

A medida que esta paz empezaba a envolver mi pecho, escuché una voz. Sonaba como mi propia voz diciendo: “Estás perdonada, es hora de seguir adelante”. Fue muy poderoso.

gratitud

Dios me perdonó. Fuente: Canva

Sentí que Dios me estaba hablando a través del Espíritu Santo, y finalmente sentí paz. Finalmente, entendí Su amor por mí y que la expiación había tenido éxito en mi vida.

Toda mi vida viví con miedo sin saber que Dios no quería que fuese así.

Nuestra crianza nos moldea en las personas que somos, pero depende de nosotros seguir y convertirnos en las personas en las que realmente podemos llegar a ser a través de la guía divina y el perdón de Dios.

Fuente: Called To Share

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