Como padre o madre, eres la persona perfecta para ayudar a tus hijos a prepararse para ese tiempo, ya sea un servicio de 18 meses o de 2 años.
Con eso en mente, te comparto algunos consejos clave que ayudaran a tus hijos a prepararse para la misión.
Preparación temporal
Imagina por un momento a un joven o una jovencita llegando al CCM (Centro de Capacitación Misional). De repente, se encuentran en un lugar desconocido sin una remota idea de cómo lavar su ropa, cocinar o administrar su propio dinero.
Estos pobres misioneros estarán en aprietos, tratando de aprender a ser un misionero en un ambiente nuevo con un compañero que acaba de conocer, ¡y encima tendrá que aprender a cuidarse a sí mismo temporalmente!
Mientras otros misioneros estudian el idioma o estudian las Escrituras, este misionero estará aprendiendo a planchar o a lavar sus medias.
No podemos asumir que en el campo lo tendrán todo. No todos los misioneros tienen acceso a comodidades como una lavandería o a una pensión de alimentos para las 3 comidas del día.
Que un misionero tenga un conocimiento básico de estas cosas lo ayudará mucho en el campo misional.
Dejar atrás la tecnología
Otra parte importante de la preparación misional es aprender a adaptarse a la vida misional.
Los jóvenes que están constantemente conectados a la tecnología o que siempre duermen hasta tarde se llevarán una sorpresa en sus misiones.
Es importante que estos futuros misioneros aprendan a invertir su tiempo de maneras que pueden aplicar en su misión: leyendo las Escrituras, orando, cantando, caminando, corriendo, y no de formas que involucren dispositivos tecnológicos.
Necesitan aprender a socializar fuera de las redes sociales, tener conversaciones y pasar tiempo con otras personas o servir a los demás. Estas prácticas serán cruciales mientras sirven en la misión.
Preparación espiritual
Lo más importante de la preparación misional es la preparación espiritual. El presidente M. Russell Ballard afirmó:
“Necesitamos misioneros dignos, capacitados y vigorosos espiritualmente… necesitamos todo su corazón y toda su alma”.
Esto es quizás lo más importante de entender al prepararse para una misión.
La preparación para los élderes y hermanas comienza con la comprensión de la promesa y convenio del sacerdocio que se encuentra en la Sección 84 de Doctrina y Convenios.
“De modo que ninguno de vosotros, porque este mandamiento es para todos los fieles de la iglesia que son llamados de Dios al ministerio, lleve, desde esta hora, bolsa ni alforja al salir a proclamar este evangelio del reino.
He aquí, os envío para reprobar al mundo por todos sus hechos inicuos, y para enseñarle acerca de un juicio que ha de venir.
Y quienes os reciban, allí estaré yo también, porque iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros“.
Aunque las hermanas no reciben el sacerdocio, son apartadas para servir bajo la autoridad del sacerdocio, y hacen las mismas promesas de servir y mantenerse limpias moralmente.
Es bueno que todos los misioneros estudien y comprendan las bendiciones de actuar bajo el poder del sacerdocio, porque todos tienen acceso a las mismas bendiciones.
El siguiente paso en la preparación espiritual tiene lugar en el templo. Aquí, los futuros misioneros continúan por la senda del convenio que inicia en el bautismo.
En el bautismo, todos prometimos dar nuestro tiempo y esfuerzo para cuidar de los demás y ayudarles en sus desafíos. Y en el templo, hacemos convenios con el Señor de consagrar todo lo que tenemos para edificar Su reino. Una misión es poner en acción esos convenios.
Dejar atrás el orgullo
Por otro lado, los misioneros también deben entender que el éxito en la misión no se mide en bautismos. Predicad Mi Evangelio lo deja perfectamente claro:
“El éxito que tenga como misionero dependerá principalmente de su dedicación a encontrar, enseñar, bautizar y confirmar a las personas y ayudarlas a llegar a ser miembros fieles de la Iglesia que disfruten de la presencia del Espíritu Santo”.
En otras palabras, se necesita un corazón decidido y un alma fiel, se necesita humildad más que jactancia. Recuerda que el antídoto para el orgullo es la humildad.
Caer en el temor por no alcanzar las “falsas expectativas” solo hará que el misionero sea preso del enemigo. Si haces tu parte con dedicación, un día, la semilla del evangelio florecerá en las personas que hayas enseñado.
Preparación interpersonal
El temor al fracaso en la misión no es el único, también esta el miedo al hablar el idioma de la misión, miedo a hablar con las personas, miedo a compartir el evangelio, miedo a trabajar arduamente, miedo a dejar la familia.
En el corazón de un misionero preparado, este miedo se reemplaza por el amor a Dios y a nuestros hermanos que necesitan el evangelio.
Para esto, un misionero debe prepararse evaluarse y preguntar en dónde está realmente su corazón. Probablemente, encontrará algunas cosas en las que debe mejorar y eso está bien.
No tiene que ser el mejor discursante o utilizar las palabras más rebuscadas del diccionario o compartir el testimonio más largo o ser la persona más sociable del mundo, si su corazón y los sentimientos que transmite son sinceros, las personas que los escuchen sabrán que lo que comparten es especial.
Ayuda a tus hijos a dejar atrás sus temores, lo más probable es que descubran mucho amor en su misión, un testimonio valioso y un sincero deseo de ayudar a otros a encontrar la esperanza y el gozo que el evangelio restaurado les ha dado.
Fuente: LDS Living