En su novela clásica, “Historia de dos ciudades”, Charles Dickens escribió:
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la era de la sabiduría, era la era de la necedad”.
Esta descripción resulta igualmente adecuada para hablar de la situación actual de la Iglesia.
La belleza y el poder de la Restauración continúan desplegándose.
Muchos miembros están más comprometidos que nunca a sumergirse en las Escrituras y aumentar en su comprensión del Evangelio.
El número de templos sigue creciendo en cumplimiento de las profecías, al punto de que estos ahora están esparcidos por toda la tierra.
Sin embargo, la Iglesia también enfrenta desafíos en cuanto a crecimiento y retención de miembros.
Los asientos vacíos en las capillas representan amigos y familiares que dejaron de asistir ya sea porque encontraron con lo que no estaban de acuerdo o porque alguien los hirió. En sí, las razones son muchas y hablaremos de eso.
Hace algunos años, di un discurso en una reunión sacramental sobre “lo que me mantiene en la Iglesia”. Fue una experiencia catártica analizarme a mí mismo y mis motivos al prepararlo.
Quiero repetir ese ejercicio aquí con mayor detalle. Más importante aún, desafío a los lectores a hacer lo mismo.
Algunas de tus razones pueden diferir de las mías, pero sospecho que muchas serán similares.
¿Qué motiva a algunos a dejar la Iglesia?
Antes de compartir mis razones para permanecer en la Iglesia, quiero considerar brevemente algunos factores que llevan a otros a alejarse de ella.
Estas categorías no son exhaustivas, pero pueden servir como punto de partida para que cada lector reflexione sobre su propia experiencia y la de sus seres queridos que ahora se representan en esos asientos vacíos los domingos.
1. Debilidad personal y pecados: Algunos piensan que quienes deciden alejarse lo hacen porque no pueden o no quieren vivir los estándares requeridos. Si bien es cierto para algunos, esta no es la única razón.
2. Malos ejemplos: Esperamos un alto estándar de comportamiento de nuestros líderes. Si percibimos que han fallado, es fácil desilusionarse y generalizar que es un problema de la institución.
3. Sentirse ofendido: Como dijo Brigham Young: “El que se ofende cuando no se le quiere ofender es un zonzo, y el que se ofende cuando se le quiere ofender es un mayor zonzo”. Evitar ofenderse es más difícil cuando se trata de nuestros egos o cuando lastiman a un ser querido.
4. Doctrinas y políticas de la Iglesia: Algunos no pueden reconciliar las enseñanzas de la Iglesia con sus propios valores. Otros se sienten engañados por enseñanzas simplistas o sesgadas.
5. Soledad en medio de una multitud: Aquellos que no encajan en el estereotipo familiar de la Iglesia pueden sentirse aislados o juzgados.
6. Desesperanza: Los desafíos personales pueden llevar a perder la fe en el poder sanador de la Expiación y en el apoyo de la comunidad de los santos.
7. Orgullo: Algunos rechazan la guía de los líderes y prefieren seguir su propio camino, convencidos de que son su propia ley moral.
8. Otras prioridades: La vida está llena de decisiones. El trabajo, los estudios y las actividades recreativas pueden desplazar la asistencia a la Iglesia.
9. Tiempo para pecar: Algunos se ausentan de la Iglesia con la intención de volver en el futuro, después de haberse “divertido”. Sin embargo, esto es riesgoso y puede llevar a un distanciamiento irreversible.
Estas fuerzas actúan en conjunto para debilitar la fe y promover el alejamiento de la Iglesia. Como advirtió Nefi, el adversario “los lleva del cuello con cordel de lino, hasta que los ata para siempre jamás con sus fuertes cuerdas” (2 Nefi 26:22).
¿Qué me mantiene en la Iglesia cada domingo?
1. Testimonio personal: Creo y eso es lo que impulsa, sin embargo, reconozco que un testimonio también puede ser frágil. Como dijo el presidente Harold B. Lee: “Su testimonio es tan esquivo como un rayo de luna y tan frágil como una orquídea”. Debemos fortalecerlo constantemente para que no se desvanezca.
2. Tiempo con Cristo: Las reuniones de la Iglesia, especialmente la reunión sacramental, me permiten centrarme en Cristo y Su misión redentora. Es un tiempo designado para evaluar mi vida y sentir el amor del Salvador.
3. Experiencias pasadas: Me aferro a mi misión, mis llamamientos, mi comprensión del Evangelio y mis experiencias espirituales. Abandonarlas sería desechar una parte esencial de mí.
4. Hábito: Para mí, asistir a la Iglesia es una constante. Dar mi diezmo y vivir la Palabra de Sabiduría son parte de mi vida. Estas costumbres me han dado estabilidad y fortaleza.
5. Asociación con los Santos: Disfruto de la compañía de mis hermanos de la Iglesia. Mi barrio es una parte importante de mi vida social. Cada domingo, experimento la “sinergia de los Santos”.
6. Oportunidades de crecimiento personal: Los llamamientos en la Iglesia han tenido un impacto significativo en mi desarrollo personal, preparándome para desafíos futuros en mi vida profesional y personal.
7. Perspectiva para la vida diaria: El evangelio influye en mi forma de pensar y actuar. Las decisiones tomadas conforme a sus enseñanzas me guían diariamente.
8. Superar debilidades personales: La expiación y el apoyo de otros me ayudan a superar mis debilidades. La Iglesia es un refugio donde puedo esforzarme por ser mejor.
9. Gratitud por las bendiciones: He recibido muchas bendiciones a lo largo de mi vida, muchas de ellas directamente relacionadas con mi participación en la Iglesia.
10. Ejemplo: Siento la responsabilidad de dar un buen ejemplo a mi familia, especialmente a mis hijos y futuros nietos. Quiero que ellos vean en mí un ejemplo de fidelidad.
11. Significado en la vida: El evangelio me da una perspectiva amplia sobre el propósito de la vida. Aunque a veces fracaso, tengo la “Liahona” del Evangelio para guiarme.
12. Integridad personal: Hice convenios sagrados en el bautismo, en el templo y con mi esposa. Para ser una persona íntegra, debo esforzarme por honrar esos compromisos.
Elige quedarte
En Juan 6:68, después de que muchos dejaron de seguir a Jesús, Él preguntó a Pedro si también quería irse. Pedro respondió:
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”
Si Pedro hubiera rechazado a Cristo, ¿cómo hubiera llenado ese vacío? Siento lo mismo. No hay otra opción viable para mí.
La vida tendría menos sentido sin la Iglesia, sin embargo, reconozco mi vulnerabilidad.
Personas mucho más fuertes que yo se han alejado. No escribo con un sentido de arrogancia, sino con la esperanza de que pueda perseverar hasta el fin.
Querido lector, ¿cómo responderías a la pregunta: “¿Qué te mantiene en la Iglesia cada domingo?” No lo que te trajo hace años, sino lo qué te mantiene aquí hoy.
Fuente: Meridian Magazine
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