Nota del editor: Este artículo está inspirado en una publicación reciente del presidente Henry B. Eyring, miembro de la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en la que comparte una experiencia espiritual sobre la importancia del Espíritu Santo y la fe en Jesucristo.
‘La bendición de confirmar a mi Nieta y el don del Espíritu Santo’
Recientemente, tuve el honor de confirmar a mi nieta de 8 años como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. ¡Qué privilegio tan grande! Como poseedor del Sacerdocio de Melquisedec, tuve la autoridad de imponer mis manos sobre su cabeza y pronunciar estas palabras: “Recibe el Espíritu Santo”. Era un mandamiento para el cual ella ya había sido preparada, y que comprendía profundamente.
De hecho, durante un devocional familiar, ella misma nos había enseñado acerca del bautismo de Jesucristo y la aparición del Espíritu Santo en forma de paloma.
En su pequeña lección, utilizó una manta suave de bebé como ayuda visual. Con esta manta, nos explicó que, gracias a la Expiación de Jesucristo, el bautismo puede limpiar nuestros pecados, y que podemos sentir el consuelo y la calidez del Espíritu Santo, al igual que esa manta nos arropa.
Incluso un niño pequeño puede sentir la suave y reconfortante voz del Espíritu. Mi nieta nos demostró que, así como ella, todos nosotros podemos fortalecer nuestra fe en Jesucristo y aumentar nuestra capacidad para tener al Espíritu Santo como un compañero constante.
Mi testimonio es que el Espíritu Santo es un ser de espíritu. He sentido su consuelo y guía en innumerables ocasiones a lo largo de mi vida. Saber que la compañía del Espíritu Santo es un don, y no simplemente una recompensa por nuestros esfuerzos, me brinda gran paz.
Les prometo que si elevan sus oraciones con fervor, en el nombre de Jesucristo, recibirán las bendiciones y los frutos del Espíritu Santo, esa suave y apacible voz, y sus oraciones serán respondidas.
El testimonio del presidente Eyring nos recuerda que el Espíritu Santo es un guía constante que podemos tener a lo largo de nuestra vida, y que su compañía es un regalo divino, disponible para todos los que lo busquen con fe en Jesucristo.