La edad jamás será un impedimento para seguir trabajando en la obra del Señor.
Y Marilyn Clement, miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de 92 años, es la representación de ese incansable esfuerzo por seguir al Salvador hasta el fin.
Lo demostró luego de superar el millón de indexaciones de nombres en la aplicación de FamilySearch, un sistema en línea donde los voluntarios ven una imagen digital de un registro y luego escriben los nombres, las fechas y los lugares que figuran en ese documento.
A través de la indexación, millones de personas en todo el mundo han logrado encontrar a sus antepasados, reconectar con sus raíces e, incluso, hallar a familiares con los que nunca habrían podido interactuar si no fuese por la generosa labor de los voluntarios como la hermana Marilyn:
“No lo hice para que me reconocieran. Simplemente disfruto haciéndolo. Vivo sola y me da algo que vale la pena hacer”.
Así declaró Clement para el medio East Idaho News. Confiesa, además, que no estaba al tanto del número de indexaciones que había realizado. Fue el consejero de la estaca, Robert Murdock, quien lo descubrió y, por lo tanto, decidió organizarle un reconocimiento.
“La mayoría de la gente de la estaca no se dio cuenta de que había hecho un millón de indexaciones de nombres. Hubo un gran asombro entre el público. La miré y dije: ‘¡Todos están asombrados!‘”, relató.
Su fe superó la tragedia
Clement comenzó a indexar hace 15 años, después de que su esposo falleciera. Si bien ella tenía la esperanza de reencontrarse con él, también sabía que aún hay muchas personas en el mundo que no tienen esa oportunidad.
Fue así que tomó la decisión de inscribirse a las clases de historia familiar en su barrio para aprender a indexar, porque pensó que sería una manera de “hacerle un bien a alguien”.
Para ella, es gratificante pensar en cómo sus esfuerzos podrían ayudar a otros a conectarse con sus antepasados. Y que, mediante las ordenanzas del templo, este reencuentro puede ser por las eternidades.
La hermana Clement no solo es un ejemplo de que no hay un límite de edad para servir al Señor, sino también de que —a través de un acontecimiento doloroso como el fallecimiento de su esposo— podemos hallar consuelo al ayudar a nuestro prójimo.
Fuente: East Idaho News
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