Pregunta
¿Por qué Lucifer pudo estar en el Jardín del Edén y tentar a Adán y Eva?
Respuesta
El Jardín del Edén representa un paraíso creado por Dios, donde Adán y Eva fueron colocados para vivir en armonía con Él. Sin embargo, este entorno idílico no estaba exento de desafíos.
La presencia de Lucifer, un ángel que se rebeló contra el Padre, introdujo el concepto de tentación y oposición al plan divino.
¿Por qué se permitió a Lucifer estar en el Jardín? Esta pregunta nos lleva a explorar la naturaleza del albedrío, el papel de la oposición y la importancia de la Caída en el plan eterno de Dios.
Lucifer, conocido como “el hijo de la mañana”, ocupaba una posición prominente en el ámbito premortal. Según la teología de los Santos de los Últimos Días, él formó parte del gran consejo donde se presentó el plan de salvación.
En ese consejo, Lucifer propuso un plan para salvar a toda la humanidad mediante la imposición, pero fue rechazado en favor del plan de Jesucristo, que enfatizaba el albedrío (Moisés 4:1-3). Esta rebelión marcó el inicio de su transformación en Satanás, el adversario de Dios.
En La Perla de Gran Precio se registra que Lucifer le dijo al Padre:
“Seré tu hijo y redimiré a todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola alma, y de seguro lo haré; dame, pues, tu honra”.
Esta declaración resalta el deseo de Lucifer de poder y control, sentando las bases de sus acciones en el Jardín del Edén (Moisés 4:1).
Su rechazo al albedrío fue clave, ya que este es un principio fundamental de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y esencial para el progreso humano.
El albedrío, o la capacidad de elegir, está en el corazón del plan de Dios para Sus hijos. En el Jardín del Edén, Adán y Eva recibieron el mandamiento de no comer del Árbol de ciencia del bien y del mal, pero también se les otorgó la libertad de elegir (Moisés 3:17).
Esta libertad es esencial para el crecimiento, el aprendizaje y, en última instancia, la salvación. La presencia de Lucifer proporcionó la oposición necesaria que permitió que Adán y Eva ejercieran su albedrío.
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, enfatizó la importancia de la elección al hablar sobre la Caída, afirmando que esta debía ocurrir como resultado de una decisión humana (Moisés 4:4).
Sin la posibilidad de ser tentados, el concepto de albedrío carecería de sentido. La Caída NO fue un acto arbitrario de desobediencia, sino un paso crucial en el plan de salvación, que permitió que la humanidad experimente la vida y tome decisiones.
Lucifer, ahora conocido como Satanás, se acercó a Eva en el Jardín en forma de serpiente. Su intención era clara: engañar y alejar a la humanidad de Dios.
Le aseguró a Eva que comer del fruto no conduciría a la muerte, contradiciendo directamente el mandato divino (Génesis 3:4-5). Prometiendo luz y conocimiento, Satanás buscó socavar la autoridad de Dios y manipular las elecciones de Adán y Eva.
La interacción entre Eva y la serpiente ilustra la naturaleza de la tentación. Las astutas palabras de Satanás estaban diseñadas para generar duda y confusión. Se aprovechó del deseo de Eva por el conocimiento, presentando el fruto prohibido como un medio para alcanzar una mayor comprensión.
Esta táctica revela el papel de Satanás como el “Gran Engañador”, según enseñanzas de La Iglesia.
La transgresión de Adán y Eva se interpreta a menudo como una necesidad más que como un pecado. En la doctrina de los Santos de los Últimos Días, la Caída es considerada una “gloriosa necesidad” para el progreso de la humanidad (2 Nefi 2:25).
El élder Bruce R. McConkie señaló que las acciones de Adán y Eva abrieron la puerta a la vida mortal, permitiendo experiencias de dolor, gozo y crecimiento.
La reflexión posterior de Eva sobre la Caída resume este entendimiento:
“De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal”. (Moisés 5:11)
Esta declaración subraya la dualidad del bien y el mal y la importancia de experimentar ambos para cumplir con el propósito de Dios para Sus hijos.
Las consecuencias de la Caída introdujeron la muerte física y espiritual en el mundo. Adán y Eva se volvieron mortales, capaces de experimentar la plenitud de la vida, lo cual era esencial para su progreso (Principios del Evangelio, capítulo 6).
La separación de la presencia de Dios (muerte espiritual) y la introducción de la mortalidad no fueron meramente punitivas; sirvieron para facilitar el crecimiento humano y la necesidad de redención mediante Jesucristo (Alma 42:5).
Como expresó el presidente Joseph Fielding Smith:
“La caída del hombre fue una bendición disfrazada y un medio para cumplir los propósitos del Señor en el progreso del hombre”. (“The Way to Perfection”, 1958, Deseret Book Company).
Esta perspectiva anima a los creyentes a ver la Caída no como un fracaso, sino como una parte integral del plan de Dios que permite que el género humano pueda aprender, crecer y, en última instancia, redimirse.
Incluso después de la Caída, el papel de Lucifer como adversario no disminuyó. Él sigue buscando engañar y alejar a la humanidad de Dios.
Las enseñanzas de La Iglesia enfatizan la importancia de resistir estas tentaciones, apoyándonos en la Expiación de Jesucristo para obtener fortaleza y guía.
Comprender las tácticas de Lucifer es crucial para los creyentes mientras enfrentan los desafíos de la mortalidad.
La presencia de Lucifer en el Jardín del Edén y su tentación a Adán y Eva son un recordatorio profundo de la importancia del albedrío, la necesidad de oposición y el plan de salvación.
Asimismo nos recuerda que aunque la tentación existe, es a través de las elecciones que las personas crecen, aprenden y encuentran su camino de regreso a Dios.
La Caída, a menudo malentendida, es un paso necesario en el plan divino que permite las experiencias esenciales para la existencia y el progreso humano.
Se nos anima a acudir al Salvador para encontrar fortaleza contra la tentación y a abrazar el crecimiento que proviene de nuestra experiencia terrenal.
Fuente: Askgramps