El sueldo de mis sueños, una pareja estable, crecimiento académico y salud en plenitud.
¿Por qué desprenderme de un estilo de vida que me ha traído éxito y felicidad para pagar diezmos, limitar mi diversión los domingos o dejar de consumir bebidas que realmente me agradan?
Existe la generalizada creencia de que el Evangelio de Jesucristo solamente es necesario para aquellos que están afligidos, que pasan por carencias o sienten que su vida no va por un buen camino. Como si fuera un parche para llenar cualquier clase de vacío.
¿Pero qué hay de las personas que, aparentemente, han alcanzado sus metas y gozan de una vida plena?
A los cerros, por favor
Recuerdo que, durante mi misión, era considerado una especie de ‘castigo’ ser asignado a las áreas donde las personas tenían una buena posición económica, mientras que esperaban con ansias ser enviados a los humildes cerros con casas rústicas.
Un deseo que podrían justificar con las palabras de Jesús al joven rico, quien —a pesar de su obediencia a los mandamientos— no fue capaz de aceptar la instrucción del Salvador de dejar todas sus pertenencias, dárselas a los más necesitados y seguirle:
“¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (Marcos 10:23).
Aunque creo que hay una parte del relato que usualmente olvidamos. Y es que, luego de que el joven rico se haya marchado cabizbajo, los discípulos le preguntaron a Jesucristo quiénes serían los que se salvarían.
Y, no, la respuesta no fue la de un grupo específico de personas. Él dijo:
“Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:27).
Y con esa promesa en mi mente, recuerdo a la persona que dará vida a esta historia.
Pero soy una buena persona…
Patricia fue criada en un hogar Santo de los Últimos Días hasta que, a los 15 años, sus padres se divorciaron y todas las costumbres y principios que le habían inculcado, quedaron en el olvido.
Aunque recordaba algunas enseñanzas relacionadas a la Palabra de Sabiduría sobre no consumir bebidas alcohólicas, la modestia o la ley de castidad, en un mundo que banaliza la santidad del cuerpo, le era más fácil seguir la corriente de sus amigos.
Pero jamás dejó de esforzarse por ser una buena persona. De compartir, de servir y divertirse siempre con moderación. Mantenía su fe en Dios e incluso, ocasionalmente, sentía la inspiración de orar no solo para pedir, sino —sobre todo— para agradecer.
Porque, aunque sus padres se separaron, siempre recibió la atención y cuidado de ambos. Tuvo la oportunidad de estudiar una carrera universitaria, conseguir un trabajo en el que valoran su calidad humana y profesional, además de conocer a un joven que le edifica y respeta.
Si bien el éxito y la felicidad no siempre están unidos, ella verdaderamente podía afirmar que ambos le acompañaban.
La última vez que sentí paz
Así que cuando las misioneras de mi barrio identificaron su casa en su búsqueda por miembros menos activos, un departamento con vista a la costa limeña en un edificio grande y espacioso, no tenían las mayores expectativas de que les permitan pasar.
Pero Patricia sorprendió hasta al conserje cuando le pidió que deje ingresar a aquellas señoritas con falda y vestido, junto a la jovencita de cabello desordenado de jean y zapatillas.
Creí que quizá se convertiría en muchas de esas personas que se alejan de la Iglesia, pero no tienen problemas de recibir a los élderes a las hermanas; sino —por el contrario— les escuchan, oran con ellos y hasta les ofrecen un refrigerio.
Tener en casa a los misioneros se vuelve su ‘cuota’ de espiritualidad. Escuchan un mensaje inspiracional y con eso es suficiente para la semana. Asistir a la Iglesia u obedecer otros mandamientos sigue siendo prescindible.
A medida que Patricia repetía lo bien que le había ido en su vida sin el evangelio, incrementaban mis dudas sobre sus intenciones al permitir que las misioneras y yo entremos a su domicilio. ¿Qué necesidad tendría para buscar al Salvador?
Hasta que la hermana Chen, inspiradamente, le preguntó: “¿Cuándo fue la última vez que sintió paz?”.
¿Realmente tenía todo?
Creo que en este mundo moderno tan inmediato, tan superficial y, a la vez, tan perfeccionista y tan demandante, aunque podemos tener momentos de felicidad, satisfacción propia y realización personal, la paz es cada vez más lejana.
Porque la paz no es una emoción, tampoco un sentimiento: es una certeza y una esperanza que solamente un Ser Divino nos la puede otorgar. En la sección Temas y preguntas del sitio web de la Iglesia, aprendemos:
“Mucha gente piensa que la paz es la ausencia de conflictos, pero podemos sentir la paz en tiempos de conflictos e incluso carecer de paz cuando no haya conflictos”.
Esa sencilla pregunta de una jovencita guatemalteca de apenas 19 años transformó la vida de Patricia por completo. A los ojos del hombre, ella tenía todo lo que la sociedad le exigía y también estaba convencida de que su vida era feliz.
Y realmente estaba orgullosa de sus logros y correcto estilo de vida.
No esperes una tragedia
A tal punto que ya no encontraba un propósito ni perspectiva para ella. Los tesoros en la Tierra tienen un límite y los sentimientos son temporales y cambiantes. Pero la paz de Dios es un estado permanente y sinfín.
Así lo explicó el élder M. Russell Ballard, quien fue miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“Puede haber comodidad, popularidad, fama e incluso prosperidad, pero no hay paz […] Yo creo que, en uno u otro momento, todos anhelan la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”.
No tienes que esperar a que las pruebas y la adversidad lleguen a tu vida para buscar al Salvador. Y tampoco debemos creer que aquellos que llevan una vida próspera no necesitan del evangelio.
Porque la mayor bendición y recompensa que recibimos como seguidores de Jesucristo no son ascensos laborales, una familia estable o una vida saludable, sino la dulce verdad de que podremos vivir en paz con Él y nuestros seres queridos por la eternidad.
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@masfe.org No demoremos nuestro regreso hacia todo aquello que sabemos que es lo correcto y que con tanto amor nuestros padres nos enseñaron para poder llevar una vida feliz sin remordimientos ni dolor delante de Dios. #niños #misioneros #volver #iglesia #jesus #predicar #musicacristiana #cristianos #sud #arrepentirse #desdepequeños