“Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”. Mateo 25:23

Tal vez conoces la parábola de los talentos y te has sentido como el siervo que recibió solo dos. No eres la persona que parece tenerlo todo resuelto ni la que brilla naturalmente desde el principio. Más bien, te ves como alguien común, que da lo mejor de sí, que trabaja con lo que tiene, pero que a veces se pregunta: “¿Por qué no me tocó más?”

Si alguna vez pensaste así, este mensaje es para ti.

Imagen: Varón joven tocando guitarra

El verdadero valor de tus talentos

En la parábola de Mateo 25, los siervos reciben talentos, que originalmente eran una unidad de dinero, y los multiplican. Uno recibió cinco, otro dos. Ambos los duplicaron, y ambos recibieron exactamente la misma recompensa del Señor: “Bien, buen siervo y fiel”. El número con el que empezaron no importó tanto como lo que hicieron con ellos.

Y aquí viene una clave hermosa: el Señor no espera que tengas “más”, solo que seas fiel con lo que ya tienes. En Doctrina y Convenios 60 aprendemos que los talentos también representan nuestro testimonio. Y el testimonio crece al compartirlo, al abrir la boca, al enseñar, al servir. Lo que quizás hoy sientes como una fe pequeña, puede convertirse en una convicción firme, si decides usarla.

¿Por qué unos nacen con “más”?

Muchas veces pensamos que el siervo de dos talentos terminó su historia cuando los convirtió en cuatro. Pero ¿y si no? ¿Y si después de tener cuatro, siguió creciendo a ocho, luego a dieciséis, a treinta y dos? No hay razón para pensar que el crecimiento terminó ahí. Si el Señor vio su esfuerzo y fidelidad, ¿por qué no seguir confiándole más?

A veces ves a otras personas y sientes que tienen “cinco talentos” desde el inicio. Pero recuerda que no todos empiezan desde el mismo lugar. Quizás esa persona ya ha recorrido un largo camino. Quizás tú estás justo al comienzo del tuyo. Si sigues sirviendo, aprendiendo, amando, pronto estarás multiplicando los tuyos también. El Señor no espera que corras si apenas estás aprendiendo a caminar.

¿Y si quiero un talento que no tengo?

Puede que pienses que los talentos son una especie de “suerte”. Algunos nacen con habilidades sociales, musicales, deportivas o espirituales. Pero recibir un talento no es lo mismo que desarrollarlo.

Buenas noticias: el Señor ha dicho que podemos pedir dones espirituales. (DyC 46:8–11). Tal vez al principio te costaba enseñar una clase, compartir tu testimonio o visitar a alguien. Pero después de años de práctica y esfuerzo, algo cambia. Sirves mejor. Enseñas mejor. Amas más. Ese desarrollo, ese proceso, eso también es multiplicar talentos.

Imagen: Mujer pintando un cuadro

Lo importante es a quién sirves con ellos

Al final del día, no importa si empezaste con dos o con cinco. Lo que realmente cuenta es que pongas tus talentos al servicio del Señor. Que los uses para bendecir a otros, para fortalecer tu familia, para edificar Su reino.

Los talentos que tienes, por pequeños que parezcan, son suficientes para hacer una gran diferencia. No necesitas ser la persona más brillante de la sala. Solo necesitas estar dispuesta(o) a usar lo que tienes con fe y constancia. El Señor se encargará del resto.

Y cuando llegues a Su presencia, si diste lo mejor con lo que se te confió, no te dirá: “¿Por qué no tuviste más?”. Te dirá lo mismo que a aquel siervo fiel:

“Bien, buen siervo y fiel. En lo poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”.

Fuente: Meridian Magazine

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