Entre prisas, filas y carritos bloqueando el paso

El hermano J. Scott Nixon, quien forma parte del consejo general de Hombres Jóvenes de la Iglesia, compartió recientemente una experiencia sencilla pero con mucho fondo: un día común, una tienda cualquiera y un milagro que casi pasa desapercibido.

Todo comenzó cuando se dirigía a una conferencia con misioneros en Brasil, donde servía como presidente de misión. Poco antes de llegar, recibió una llamada pidiéndole que pasara a comprar botellas de agua para los misioneros. No había en el lugar del evento y con el calor de Fortaleza, no era algo que se pudiera ignorar.

Como quería llegar a tiempo, trató de hacer la compra lo más rápido posible. Pero no todo salió como planeaba.

Imagen: Adobe Stock

Todo parecía ir en contra

Al llegar a la tienda, encontró su camino bloqueado por una señora mayor con un carrito, luego por un montacargas, y cuando por fin llegó a la caja más rápida… ¡la misma señora apareció de nuevo y se puso delante de él!

Cuando cambió de fila, se encontró con un hombre que no podía pagar sus productos porque su tarjeta no funcionaba. Nixon, ya impaciente por tantas demoras, decidió simplemente pagarle la cuenta (unos $25) para poder avanzar más rápido.

Después de eso, más retrasos: la cajera se fue por cambio, la señora bloqueó la salida del pasillo, y al llegar a su auto, dos vehículos obstruían su salida. Llegó tarde a la conferencia y, claramente, llegó molesto.

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La pregunta que lo puso en su sitio

Durante el almuerzo, todavía contaba la historia con cierta frustración cuando una misionera, la hermana Kiane Matzenbacher, le lanzó una pregunta que lo dejó callado:

“Presidente, siempre nos dice que debemos buscar los milagros. ¿No cree que hoy usted fue el milagro para ese hombre que no podía comprar comida?”

Silencio. Y luego, humildad. Ella tenía razón. A veces, mientras buscamos nuestros milagros, olvidamos que podemos ser parte del de alguien más.

Lo que esta historia nos recuerda

Esta experiencia es un buen recordatorio de que los milagros no siempre son llamativos o inmediatos. A veces, pasan entre pasillos, carritos, tarjetas bloqueadas y semáforos en rojo. A veces, somos nosotros quienes los recibimos. Otras veces, somos el instrumento para que alguien más reciba ayuda.

Pero para notarlo, hay que mirar más allá de nuestra impaciencia o incomodidad.

Fuente: Church News

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