En medio del bullicio de los aeropuertos, la presión del embarque y el ruido constante de los motores, podría parecer que no hay espacio para lo espiritual. Sin embargo, incluso en las alturas, hay personas que convierten cada jornada de trabajo en una oportunidad para compartir el amor de Jesucristo.

Este es el caso de Holly Houskeeper, madre, esposa y miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, quien trabaja como azafata y lleva su fe con ella a cada vuelo.

Cuando el cielo se convierte en un campo misional

presidente Nelson en un avión
Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Holly no siempre planeó ser azafata. Por muchos años, su misión principal fue criar a sus siete hijos y apoyar a su esposo. Sin embargo, cuando enfrentaron una prueba inesperada, la pérdida del empleo de su esposo y la inseguridad financiera, apareció una oportunidad: recibió una llamada para trabajar en la aerolínea a la que había postulado por años sin éxito.

Para muchos, habría sido una coincidencia. Para ella y su familia, fue una respuesta directa de parte del Señor. Como dijo su esposo:

“Fue otro ejemplo de cómo el Señor vela por nosotros”.

Testimonio en movimiento

Holly Houskeeper y sus compañeros de trabajo. Imagen: Meridian Magazine

A bordo del avión, Holly cumple sus responsabilidades con dedicación, pero también con una visión más alta. Aunque su trabajo principal es atender a los pasajeros, ha encontrado en esos vuelos una plataforma inesperada para compartir su testimonio con amor y sencillez.

No da sermones ni interrumpe, pero sí responde preguntas, escucha con empatía y habla abiertamente sobre su fe cuando le preguntan. Ha conversado sobre las Escrituras, la vida después de la muerte, la relación con Jesucristo y las creencias de la Iglesia.

Algunos de sus compañeros de tripulación (curiosos por lo que ella vive) han aceptado invitaciones para asistir al espectáculo de Pascua del Templo de Mesa, en Arizona. Uno incluso decidió bautizarse, motivado por las conversaciones y el espíritu que sintió al conocer más sobre el Evangelio restaurado.

Una compañera expresó: “Me gusta hablar con ustedes, los Mormones. Ustedes tienen una relación real con Jesús”. Esa sinceridad no solo demuestra apertura, sino el impacto de un testimonio vivido con constancia. 

Servir con amor, incluso sin saber la historia completa

Holly Houskeeper y sus compañeros de trabajo. Imagen: Meridian Magazine

Durante los vuelos, Holly sabe que cada pasajero está en su propio viaje, tanto físico como emocional. Algunos vuelan para reencontrarse con sus familias. Otros para comenzar de nuevo. Y algunos, quizá, para despedirse de un ser querido.

Ella no siempre conoce esas historias. Pero sí conoce una verdad: todos necesitan sentir amor, consuelo y esperanza. Por eso, hace de su trabajo diario una forma de servir a Cristo, mostrando Su amor incluso en los pequeños gestos.

Como ella misma expresó:

“Todos tienen una historia y todos quieren sentirse amados. Lo único que podemos ofrecerles, realmente, es nuestro tiempo y amor”.

“El cielo no es el límite, es el campo de trabajo del Señor”

Holly reconoce que su don es amar y compartir su fe con naturalidad. Pero también se esfuerza por mejorar en algo que muchos temen: invitar. Aun así, el fruto de su ejemplo ya se ve en vidas que se han acercado al Evangelio gracias a su luz.

El élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dirigiéndose a los estudiantes de BYU en el Marriott Center en Provo, Utah, el martes 15 de abril de 2025. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó:

“Cada miembro un misionero”.

Y eso es precisamente lo que Holly hace. Entre vuelos, turbulencias y conversaciones, convierte cada trayecto en una oportunidad para acercar corazones al Salvador.

Reflexión final: Todos tenemos un campo de misión

La historia de Holly nos recuerda que el Evangelio no se limita a los púlpitos ni a las aulas dominicales. Se vive en las oficinas, en los mercados, en las aulas… y también en los aviones. Cada uno de nosotros, sin importar dónde estemos, puede compartir su fe a través del ejemplo, del servicio y del amor sincero.

Quizá no todos viajemos por el cielo como ella. Pero todos podemos ayudar a otros a elevar su mirada hacia Cristo, incluso desde el suelo. Porque cuando vivimos con fe, cada día se convierte en una oportunidad para servir y cada lugar, por ordinario que parezca, en tierra sagrada.

Fuente: Meridian Magazine

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