El domingo 13 de julio de 2025, a las tres de la tarde, ocurrió algo profundamente sagrado en el pequeño poblado rural de Sicud, ubicado en Mindanao, Filipinas. En una estructura aún sin terminar, con paredes de concreto expuestas y sin techo completo, se llevó a cabo la primera reunión sacramental de la zona, marcando un hito histórico en la expansión de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en esta región del sur del país.

El espacio fue generosamente ofrecido por la familia Delos Reyes, quienes pusieron a disposición un edificio en construcción para que pudiera usarse como lugar de adoración. Aunque el entorno era sencillo, la dedicación y el esfuerzo de los miembros y misioneros transformaron el lugar en un recinto sagrado. Con escobas, sillas plásticas y un profundo sentido de propósito, se preparó cada rincón para recibir al Espíritu del Señor.

Créditos: Idol Heinrich

Horas antes del comienzo de la reunión, miembros de la Iglesia, misioneros de tiempo completo y una pareja de misioneros mayores trabajaron codo a codo para limpiar, ordenar y colocar los elementos necesarios para el servicio.

No hubo estrado, equipo de sonido ni bancas acolchadas. Lo que sí hubo fue fe, esfuerzo compartido y una sincera disposición para adorar a Dios.

A la hora indicada, comenzaron a llegar las primeras familias. Viajaron en una camioneta y en un solo vehículo disponible para la zona. A pesar de las limitaciones logísticas, asistieron menos de diez familias interesadas, quienes con corazones abiertos aceptaron la invitación a participar y conocer más sobre Jesucristo.

Créditos: Idol Heinrich

Para ser una primera reunión en un lugar nuevo y aún en construcción, la asistencia fue significativa. Cada persona presente representaba una oportunidad sagrada para sembrar fe y esperanza.

Durante la reunión, se sintió una profunda reverencia al administrar el sacramento. Se entonaron himnos, se compartieron mensajes inspiradores y se elevó una oración de gratitud por la posibilidad de estar allí, juntos, como comunidad. Aunque no había adornos ni comodidad, la presencia del Señor fue evidente.

Algunos visitantes se emocionaron al sentir un Espíritu que no conocían, pero que les resultó familiar. Otros se mostraron interesados en aprender más y continuar asistiendo.

Ayudas extraordinaras

La pareja de misioneros mayores, que ha dedicado su servicio a apoyar el crecimiento de ramas pequeñas y grupos emergentes, expresó su emoción por lo vivido ese día. Ellos, al igual que muchos otros presentes, reconocieron que esta reunión fue mucho más que un simple servicio dominical: fue el inicio de una nueva etapa para este nuevo barrio.

Este acontecimiento es un recordatorio de que la obra del Señor no se detiene por falta de recursos o infraestructura. La historia de la Iglesia en muchos lugares del mundo ha comenzado así: con reuniones en hogares, bajo árboles, en aulas prestadas o, como en este caso, en un edificio sin terminar. Lo que convierte un lugar en un centro de adoración no son las paredes acabadas, sino la fe y el compromiso de quienes se congregan.

Sicud ahora se une a esa larga tradición de comienzos sencillos que, con el tiempo, florecen en comunidades firmes y llenas de fe.

Lo vivido el 13 de julio será recordado no solo como una fecha en el calendario, sino como el momento en que el evangelio de Jesucristo echó raíces visibles en un nuevo lugar. Es una promesa de crecimiento, una manifestación de amor divino y una muestra de que, efectivamente, la obra del Señor avanza—una alma, una familia a la vez.

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