Vivimos en un mundo que no se calla. Las notificaciones, el trabajo, las preocupaciones y las expectativas parecen estar siempre gritando. Y en medio de todo eso, buscar inspiración personal puede sentirse como tratar de encontrar silencio en medio de un concierto. Pero Dios no ha dejado de hablar. Solo necesitamos volver a hacer espacio para escucharlo.

La revelación personal no es exclusiva de quienes tienen mucho tiempo libre ni está reservada para momentos de completa reverencia. Es para todos. Para quienes manejan rumbo al trabajo pensando en cómo sostener a su familia. Para las líderes que quieren saber a quién apoyar hoy. Para quienes están lidiando con emociones difíciles o preguntándose qué hacer con su vida. El cielo no espera que tengamos una vida perfecta para hablarnos. Solo que estemos dispuestos a escuchar.

Aprender a reconocer Su voz

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Un hombre que practicaba artes marciales contó que su entrenador siempre gritaba instrucciones durante los entrenamientos. Un día le preguntó por qué lo hacía si estaban a solo unos metros de distancia. La respuesta fue concisa: 

“Para que, cuando haya ruido, sepas cuál es mi voz”.

La revelación funciona igual. Cuanto más nos familiarizamos con la voz del Señor en momentos tranquilos, más capaces somos de reconocerla cuando todo se vuelve un caos.

Lo hemos experimentado antes, quizás en la Primaria, en nuestras primeras oraciones sinceras o cuando sentimos que algo era verdadero al estudiar el Evangelio. Pero con el tiempo, la vida se volvió más exigente. Y esa familiaridad se fue apagando. Sin embargo, la buena noticia es que Su voz siempre está ahí. Podemos volver a reconocerla. Solo tenemos que buscar ese recuerdo espiritual y empezar de nuevo.

Hacer espacio, incluso si no hay silencio

Hoy en día, pensar con claridad es casi un lujo. Las pausas parecen haberse llenado con redes sociales, mensajes o tareas pendientes. Y aunque la revelación no compite con el ruido, sí espera que la escuchemos cuando elegimos pausar.

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Hacer espacio no significa desaparecer dos horas al día. Puede ser algo tan sencillo como apagar la radio mientras manejamos, dejar el teléfono fuera del alcance durante cinco minutos de lectura de las Escrituras, o caminar en silencio un rato cada noche. Esas pequeñas acciones son una forma de decirle a Dios:

“Estoy disponible para escucharte”.

 Él sigue siendo un Dios que habla. Pero crear ese espacio depende de nosotros. El Señor nos lo prometió: 

Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá”DyC 88:63

Actuar, incluso si es solo un paso

A veces el mensaje llega. Sentimos el susurro. Pero si no hacemos nada con eso, se va. La revelación crece con la acción, no con la intención. Cada vez que respondemos a una impresión, por pequeña que parezca, estamos diciendo que somos personas en quienes el Señor puede confiar.

Un hermano que fue presidente del cuórum de élderes contó que recibió un fuerte sentimiento de escribirle a un joven adulto. Iba a hacerlo después de terminar lo que estaba haciendo, pero el mensaje volvió con más fuerza. Así que le escribió de inmediato. 

posición de oración
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La respuesta fue casi inmediata, pues ese joven estaba justamente orando, pidiendo saber si debía seguir adelante con su regreso a la Iglesia y prepararse para entrar al templo. El análisis que sacó de esto es que las impresiones que ignoramos se debilitan. Las que seguimos, se multiplican. Así de sencillo.

Confiar incluso cuando no se ve todo el camino

Muchos de nosotros esperamos que la revelación venga con claridad total, como una linterna que ilumina todo el trayecto. Pero en realidad, casi siempre solo vemos lo suficiente para dar el siguiente paso.

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Nefi lo explicó con mucha sencillez: 

“E iba guiado por el Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hacer.” 1 Nefi 4:6

Esa es una descripción honesta de cómo funciona la guía divina. No siempre entendemos todo, pero sí podemos avanzar con fe. La revelación no es una fórmula, es una relación. Y como cualquier relación, crece con práctica, paciencia y confianza.

¿Y ahora qué?

Tal vez el mundo no se vuelva más tranquilo. Tal vez tengamos que aprender a escuchar a Dios en medio de todo. Pero eso también puede ser una bendición. Porque cuando lo reconocemos incluso en medio del ruido, es porque hemos aprendido a confiar en Él de verdad.

Él todavía habla, a ti, a todos nosotros. Solo hace falta que nos acerquemos, que abramos espacio, y que sigamos los susurros cuando lleguen… Porque lo harán.

Fuente: Leading Saints 

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