Nota del editor: Una mirada, un gesto, un “buenas noches” presidencial. A veces, el cambio comienza con algo tan simple… y tan poderoso.

A inicios del siglo XX, el prejuicio hacia los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días aún estaba muy presente en Washington D. C. A pesar de que la práctica del matrimonio plural había terminado oficialmente en 1890, el estigma seguía vivo, especialmente en los círculos políticos.

Fue entonces cuando el presidente Theodore Roosevelt —sí, el icónico «Teddy» Roosevelt— se convirtió en un aliado inesperado para los Santos de los Últimos Días… y especialmente para una mujer que, durante años, sufrió en silencio.

Theodore Roosevelt en 1904. Imagen:Associated Press

Todo comenzó con un escaño negado

En 1900, la Cámara de Representantes se negó a permitir que el élder B. H. Roberts, quien también era Autoridad General, tomara su asiento como congresista. La tensión creció aún más cuando, en 1902, los votantes de Utah eligieron como senador al élder Reed Smoot, miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles.

Las críticas no se hicieron esperar. Algunos grupos religiosos acusaron a la Iglesia de estar invadiendo políticamente el Congreso. Se iniciaron audiencias que durarían cuatro años.

La familia Smoot alrededor de 1910 con su primera esposa, Alpha M. Eldredge Smoot, quien murió en noviembre de 1928. Imagen: Biblioteca del Congreso

Mientras tanto, la esposa del senador Smoot, Alpha “Allie” Smoot, enfrentaba un rechazo social cruel. A menudo era ignorada en recepciones, y en una ocasión, algunas esposas de congresistas llegaron a burlarse de su vestido preguntando si sus «otras esposas» también recibían prendas tan elegantes.

“Martes tras martes, la hermana Smoot preparaba todo para recibir visitas… pero pasaba el día sola”, escribió un amigo cercano de la familia.

Entonces intervino el presidente

Roosevelt investigó personalmente los cargos contra el senador Smoot y declaró:

“Me convencí de que el senador Smoot había dicho la verdad y lo traté como a todos los demás senadores: por sus méritos como servidor público”.

Pero no se detuvo ahí. Durante una recepción en la Casa Blanca en enero de 1907, Roosevelt dedicó buena parte de la noche a conversar con la hermana Smoot. Al retirarse, se volvió hacia ella y dijo en voz alta:

“Buenas noches, señora Smoot”.

Ese pequeño gesto bastó para romper tres años de desprecio. A partir de ese momento, Washington supo que los Smoot eran bienvenidos. Días después, el presidente saludó públicamente al senador diciendo: “¿Cómo está Utah?”

Un cambio de percepción duradero

Poco después, el Senado votó a favor de que Reed Smoot ocupara su escaño. Y aunque la batalla fue larga, quedó claro que el respaldo de Roosevelt marcó una diferencia histórica.

Según el historiador Michael K. Winder, Roosevelt fue “el primer presidente que abiertamente abrazó a los Santos de los Últimos Días como pueblo y los acogió dentro de la vida nacional”.

¿Quién diría que un simple “buenas noches” cambiaría tanto?

Fuente: Deseret News

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