En la vida de muchos conversos, encontramos relatos que inspiran y muestran cómo el Señor responde cuando lo buscamos de verdad. Tal es la historia de Calvin Griffin, hoy presidente de estaca en Denton, Texas, quien alguna vez decidió darle a Dios “treinta días” para probar su existencia.
Lo que comenzó como un desafío personal terminó convirtiéndose en un testimonio firme y en un liderazgo que bendice a cientos de personas.
Una búsqueda honesta

A los 28 años, mientras se preparaba para casarse, Calvin se dio cuenta de que quería un matrimonio cimentado en algo eterno. En ese momento, no estaba seguro de si Dios existía, así que hizo una promesa:
“Le di un mes. Dije: si no obtengo una respuesta, voy a asumir que Dios no existe”.
Durante esos días, comenzó a orar tres veces al día, a cambiar la música que escuchaba y a buscar a Dios en los detalles simples de la vida. No recibió truenos ni milagros espectaculares, pero sí pequeñas pruebas que le enseñaban a ser honesto y a reconocer la mano del Señor.
Un ejemplo marcó la diferencia: un cajero le dio cambio de más, y él pensó:
“Si realmente estás tratando de encontrar a Dios, al menos sé honesto con este hombre”.
Ese acto sencillo se convirtió en parte de un patrón. Dios se revelaba en cosas pequeñas, pero constantes, hasta que Calvin entendió que no eran coincidencias.
Dios envía ayuda en el momento perfecto

Mientras buscaba qué iglesia debía seguir, Calvin estaba por asistir a un estudio bíblico bautista. Pero en un domingo de Super Bowl de 1988, dos jóvenes misioneros tocaron a su puerta.
“Tenemos un mensaje de Jesucristo para usted”, le dijeron.
Uno de ellos puso un libro en el suelo y comenzó a deslizarlo hacia su compañero. Cada vez que se movía, Calvin sentía mayor emoción. Hasta que se levantó y exclamó:
“No sé quiénes son ni de dónde vienen, pero he estado buscando a Dios. ¿Por qué me siento tan emocionado ahora?”.
Ese libro era el Libro de Mormón. Semanas después, Calvin y su novia se bautizaron. Sus vidas dieron un giro completo. El Señor había puesto en su camino a las personas correctas en el momento exacto.
Liderar con confianza en el Señor

Con los años, Calvin sirvió como obispo, en el sumo consejo, como consejero de la presidencia de estaca y, finalmente, como presidente de estaca. Allí aprendió que liderar no significa controlar, sino confiar en Dios.
“En el liderazgo, tienes que esperar lo inesperado. Muchas cosas pueden suceder, pero lo importante es alinearnos con las llaves proféticas y con el Espíritu, asegurándonos de que Dios sea quien dirija la obra”.
Esa enseñanza también aplica para nosotros en el hogar, en el barrio o en cualquier responsabilidad que tengamos. No necesitamos tener todas las respuestas, necesitamos estar conectados con la fuente de las respuestas.
Fortaleza más allá de nuestras capacidades

En uno de sus primeros bautismos, Calvin sintió miedo de equivocarse. Sin embargo, cuando entró al agua, experimentó algo mayor a sus propias fuerzas:
“Estoy temblando mucho. Creo que mi lengua se va a enredar. Estoy aterrado. Pero digo las palabras: ‘Yo te bautizo…’ y cuando ella salió del agua dijo: ‘Me siento tan limpia’. Y yo también lo sentí”.
Ese momento le confirmó que el poder no estaba en él, sino en el Espíritu de Dios que magnifica nuestros esfuerzos humildes.
Una historia para compartir
La vida de Calvin Griffin es un recordatorio de lo que enseña el Señor en las Escrituras: “Haré que lo débil se vuelva fuerte” (Éter 12:27). Lo que empezó como una prueba de treinta días terminó en una vida consagrada al servicio, y en un testimonio que hoy inspira a muchos líderes y miembros de la Iglesia.
Su experiencia nos invita a confiar más plenamente en Dios, a buscarlo con sinceridad y a dejar que Él transforme nuestro corazón paso a paso.
Fuente: Leading Saints



