Cuando inicié la misión, llevaba en mi maleta el entusiasmo de comenzar esa etapa con la que tanto había soñado, pero también el inevitable nudo en la garganta por dejar atrás a mi familia.

Los primeros días fueron intensos, extrañaba muchísimo a mi mamá y a mis hermanos. Solía ser muy pegado a ellos y sentía que no iba a poder continuar sin estar a su lado.

La comida de mamá Fanny

Mamá Fanny me sirvió comida con una sonrisa llena de cariño. Imagen: masfe.org

En mi primer área conocí a “mamá Fanny” y su familia. Me dio la bienvenida como a un hijo más. Con su hospitalidad y buen humor, me ayudó a sobrellevar los primeros días de nostalgia y nervios de ser un nuevo misionero. 

No solo me brindó la comida más deliciosa que comí en mi vida, sino que hizo que mis primeros días en la misión sean increíbles. 

El abrigo de mamá Nancy

Mamá Nancy me brindó abrigo cuando llegué a un lugar frío. Imagen: Más Fe

En mi siguiente área conocí a “mamá Nancy”. Venía de un clima tropical y desconocía por completo el frío de un verdadero invierno. 

Cuando empezaron las heladas, yo temblaba de mucho frío. Una noche, ella me recibió en su hogar con un abrigo grueso. Recuerdo cuando dijo:

“En mi familia nadie pasa frío”. 

Y con esa sencilla frase me recordó que Dios nos envía personas capaces de ver nuestras necesidades antes de que las expresemos. Usé ese abrigo durante toda mi misión.

Con el paso de los meses, entendí que la labor de estas “mamás de los misioneros” es realmente muy especial. 

Los zapatos de mamá Rita

Mamá Rita me entregó un par de zapatos nuevos para seguir predicando. Imagen: Más Fe

En una de mis áreas conocí a “mamá Rita”, quien siempre nos alimentaba muy bien, nos acompañaba a hacer la obra misional y era simplemente asombrosa. 

Un día, ella me vio con los zapatos rotos y sin decir nada, se presentó a la tarde siguiente con un par nuevo. Entre sonrisas, me comentó: 

“No puedes compartir el Evangelio con los pies fríos y mojados”.

Ese día no pude contener las lágrimas a ver tanta bondad.

Dios pone ángeles en nuestros caminos

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Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

En una ocasión leí un mensaje de un líder de la Iglesia que compartió:

“Los ángeles están más cerca de lo que imaginamos”.

A veces esos ángeles usan delantal, otras veces llevan una gran sonrisa cada vez que te ven y otras veces están ahí, ofreciendo un servicio desinteresado. 

Estas maravillosas mujeres no solo ofrecen comida, sino guía, consuelo y, sobre todo, un amor sincero que nos hace sentir como en casa.

Al final, puedo testificar que aunque estar lejos de la familia es duro, Dios siempre envía ángeles para quienes están sirviendo. 

Las “mamás de los misioneros” son prueba de que, en cada rincón del mundo, el amor divino se manifiesta a través de manos y corazones dispuestos a cuidar de nosotros como si fuéramos sus propios hijos.

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