Hace más de 100 años, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enfrentó un intento de chantaje que hoy sirve como ejemplo de integridad y confianza en el Señor.
En 1911, dos hombres intentaron aprovecharse de la Iglesia utilizando imágenes del Templo de Salt Lake City, pero lo que ocurrió después fue completamente inesperado.
Una intrusión inesperada
Gisbert Bossard, un Santo de los Últimos Días descontento, logró ingresar sin autorización al Templo de Salt Lake y tomó más de 60 fotografías del interior sagrado.
Junto con su socio Max Florence, seleccionaron siete de esas imágenes y las enviaron al presidente de la Iglesia, Joseph F. Smith, acompañadas de una carta que sugería un pago previo antes de venderlas:
“Me parece justo que, antes de sacarles provecho al venderlas, darle la oportunidad de comprarlas a fin de mantenerlas alejadas del público”. (Deseret Evening News, 1911)
Exigían más de 100,000 dólares por las fotos, equivalentes hoy a más de 3 millones de dólares. Un intento desvergonzado de extorsión que podría haber intimidado a cualquier líder, pero no al presidente Smith.
Una respuesta inesperada

Lejos de ceder al chantaje, el presidente Joseph F. Smith optó por publicar las siete fotografías en el periódico Deseret Evening News y solicitó que se tomaran nuevas imágenes de mejor calidad del interior del templo. Esta decisión demostró que la verdad y la transparencia eran mucho más poderosas que la amenaza de extorsión.
Al poco tiempo, algunas de estas nuevas imágenes fueron publicadas en revistas reconocidas, y todas aparecieron al año siguiente en el libro “La Casa del Señor” de James E. Talmage, una obra emblemática sobre los templos de la Iglesia.

Más adelante, Bossard y Florence intentaron llevar a cabo una exposición escandalosa en Nueva York para sacar provecho las fotos que habían tomado, pero solo ocho personas asistieron. Sus esfuerzos quedaron completamente neutralizados, y su intento de manipular lo sagrado se convirtió en un testimonio de lo que sucede cuando se enfrentan la integridad y la fe.
Lejos de ser un dato histórico curioso en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es un recordatorio de que cuando alguien intenta usar lo sagrado para beneficio propio, la Iglesia y sus líderes responden con transparencia, confianza y principios sólidos.
El presidente Smith demostró que, incluso ante amenazas y chantajes, la luz siempre vence a la oscuridad, y que lo sagrado nunca se negocia.



