Con el fallecimiento del presidente Russell M. Nelson el 27 de septiembre de 2025, a los 101 años, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días entra en un periodo solemne, lleno de significado espiritual y marcado por la continuidad de su liderazgo divinamente establecido.
El cierre de su ministerio, que transformó la fe de millones de personas en todo el mundo, marca también el inicio de un proceso ordenado que asegura que la dirección de la Iglesia continúa sin interrupciones, guiada por principios espirituales y tradiciones firmemente arraigadas desde la época de José Smith.
El liderazgo transitorio del Cuórum de los Doce Apóstoles
Con el fallecimiento de un presidente de la Iglesia, la Primera Presidencia se disuelve automáticamente. Sus dos consejeros regresan a sus lugares según el orden de antigüedad en el Cuórum de los Doce Apóstoles, determinado no por la edad sino por la fecha de su ordenación como apóstoles.
En este momento, el Cuórum de los Doce Apóstoles asume la dirección de la Iglesia de manera inmediata y colectiva, asegurando que la obra continúe sin vacíos de liderazgo. Este principio de sucesión, practicado por casi dos siglos, permite a los miembros mantener la certeza de que la Iglesia sigue bajo dirección espiritual.
El apóstol de mayor antigüedad en el servicio continuo es actualmente Dallin H. Oaks, quien desde el 14 de enero de 2018 ha servido como Primer Consejero de la Primera Presidencia y Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles.
El presidente Oaks, nacido el 12 de agosto de 1932 en Provo, Utah, ha dedicado décadas de servicio en el ámbito eclesiástico y profesional, destacándose por su firme testimonio de Jesucristo, su experiencia en el derecho y su liderazgo constante. Hoy, encabeza el Cuórum de los Doce mientras guía a la Iglesia durante esta transición.
Un proceso sagrado y ordenado
El siguiente paso en el proceso de sucesión se lleva a cabo bajo la presidencia del apóstol de mayor antigüedad. Él convoca al Cuórum de los Doce Apóstoles para deliberar y orar sobre dos preguntas fundamentales:
- ¿Debe reorganizarse la Primera Presidencia en este momento?
- ¿Debe continuar la Iglesia bajo la dirección del Cuórum de los Doce Apóstoles por un tiempo más?
Tras la oración y el consejo conjunto, los apóstoles votan de manera unánime.
Si se decide reorganizar la Primera Presidencia, el Cuórum elige como nuevo presidente de la Iglesia al apóstol de mayor antigüedad. Este, a su vez, selecciona a dos consejeros, con quienes forma la nueva Primera Presidencia.
El proceso culmina con la imposición de manos por parte del Cuórum de los Doce Apóstoles, apartando al nuevo presidente de la Iglesia. Los Santos de los Últimos Días consideran este acto como un momento sagrado, guiado por la revelación divina y la voluntad del Señor.
Continuidad y confianza en Cristo
La ausencia de campañas, aspiraciones personales o negociaciones políticas distingue este proceso. Cada transición ha sido guiada por el principio de humildad y disposición a servir.
Para los más de 17 millones de Santos de los Últimos Días en todo el mundo, este momento es tanto de duelo como de esperanza. La partida del presidente Nelson invita a la reflexión sobre su profundo legado de fe, gratitud y servicio, y renueva la confianza en que el Señor sigue guiando a Su Iglesia a través de profetas vivientes.
En estos días, los miembros se unen en oración, pidiendo consuelo para la familia Nelson y fortaleza para el presidente Dallin H. Oaks y el Cuórum de los Doce Apóstoles, mientras llevan adelante esta importante responsabilidad.
El fallecimiento de un presidente recuerda a los fieles que, aunque los líderes cambian, Jesucristo es la cabeza de la Iglesia. Su evangelio permanece firme, y la sucesión profética garantiza que Su obra continúe conforme a Su voluntad.
La historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días continúa, guiada por principios de revelación y orden divino. Los miembros aguardan con esperanza el llamado de un nuevo profeta que, bajo la guía de Dios, dirigirá a los Santos de los Últimos Días en los años venideros.
Como discípulos de Cristo, los miembros de la Iglesia siguen con confianza la voz de aquel a quien el Señor llama para guiar Su obra. Esta certeza espiritual brinda paz en los momentos de transición y fortaleza para avanzar unidos en la fe en Jesucristo.
