Nuestro amado presidente Russell M. Nelson fue conocido por su impecable carrera en la medicina y su devoción a Dios. Él jamás interpuso su trabajo ante sus principios, acortando la brecha entre la ciencia y la fe.
Ahora que sentimos un profundo dolor por su partida, podemos recordarlo a través de su gran labor como profeta de la Iglesia de Jesucristo. Sin embargo, pocos conocemos la historia detrás de sus inicios como apóstol en 1984.
Aquella historia es un testimonio adicional de que el Señor dirige Su Iglesia y que Su voluntad siempre se cumple, incluso en la incertidumbre. ¿Ya te dio curiosidad? ¡Acompáñanos a revelar esta historia!
Dios obra hasta en la debilidad

Todo empezó en 1983 tras la muerte del élder LeGrand Richards del Cuórum de los Doce Apóstoles. En aquel tiempo, el entonces presidente Spencer W. Kimball estaba muy delicado de salud, lo que dificultó el llamado de un nuevo apóstol para la Iglesia de Jesucristo.
Un año después, falleció el élder Mark E. Petersen, lo que elevó a dos el número de vacantes en el Cuórum de los Doce Apóstoles. Para entonces, la mente del presidente Kimball estaba deteriorada y quienes conocían su estado de salud sabían que era improbable recibir revelación en esas condiciones. Entonces, ¿cómo se llamarían a los nuevos apóstoles?
Una de las personas más cercanas al presidente Kimball era el doctor Russell M. Nelson, su médico de cabecera. Él mejor que nadie sabía, desde una perspectiva médica, que no se llamarían apóstoles ya que esa era la labor del presidente Kimball y él no estaba habilitado, pero lo inesperado ocurrió.
Durante la madrugada del 4 de abril de 1984, el presidente Kimball tuvo un momento de lucidez milagroso. Fue entonces cuando pidió reunirse con el presidente Gordon B. Hinckley para decirle lo siguiente:
“Llamen a Nelson y a Oaks al Cuórum de los Doce, en ese orden.”
El llamado que lo cambió todo

Pronto el presidente Hinckley se dispuso a contactar al doctor Nelson para comentarle la noticia. La conversación comenzó con una pregunta profunda del presidente Hinckley: ¿Está su vida en orden?
Sí, respondió el doctor Nelson. Aquella respuesta le abrió las puertas a algo más grande: la oportunidad de seguir sanando corazones, esta vez de forma espiritual como discípulo de Jesucristo para el mundo.
A pesar del gran asombro y temor ante la noticia, el doctor Nelson aceptó con humildad aquella responsabilidad, reconociéndola como un llamado del Señor. Tal como Él declaró:
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto”.
El Señor no llamó al doctor Nelson por pura coincidencia o por sus grandes títulos o logros físicos, sino porque sabía que su vida estaba en orden para ir y llevar fruto.
Una inspiración para el mundo

La experiencia detrás del llamado del presidente Nelson como apóstol nos deja muchas enseñanzas y una de ellas es que el Señor siempre cumple Su obra aunque todo parezca imposible porque para Él no hay nada imposible.
Puede que así como el presidente Nelson, sintamos temor por nuestras debilidades al recibir un llamado de Dios. Después de todo, el enemigo siempre intentará sembrar dudas, pero recordemos las palabras del Señor.
“Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. (2 Corintios 12:9)
Aunque no nos sintamos suficientes, Dios nos fortalece y nos recompensa si nos esforzamos cada día por vivir como Cristo lo haría. Tal como enseñó el presidente Nelson:
“El Señor ama el esfuerzo, porque el esfuerzo brinda recompensas que no pueden recibirse sin él”.
Fuente: LDSLiving



