A veces los momentos más inspiradores ocurren sin aviso. Eso fue lo que vivió la hermana Reyna I. Aburto, ex segunda consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, cuando una mañana cualquiera recibió una notificación inesperada en su calendario: “Reunión — Presidencia de la Sociedad de Socorro, Oficina del presidente Nelson.”
Sin explicación previa, ni preparación. Solo una cita nueva que cambiaría su día y dejaría una profunda lección sobre humildad y liderazgo inspirado.
Una invitación inesperada

La hermana Reyna recordó que esa mañana, como siempre, revisó su agenda para asegurarse de no olvidar nada. Pero al ver la nueva reunión, corrió a la oficina de la presidenta Jean B. Bingham y se encontró también con la hermana Sharon Eubank.
“¿Tú también tienes esta reunión en el calendario?”, le preguntó.
Las tres se miraron con sorpresa y un poco de nerviosismo.
“¿Qué habrá pasado? ¿Hicimos algo?”
Entre risas, la hermana Aburto admitió:
“Esas ideas nunca vienen de Dios, pero igual nos asustamos un poco.”
Cuando llegó la hora, el presidente Russell M. Nelson las recibió con los brazos abiertos, las saludó con cariño y las invitó a pasar a su oficina. En la mesa había algunos papeles, lápices y tres copias de un discurso.
Entonces, el profeta dijo algo que las dejó sin palabras:
“Este es el mensaje que voy a dar a las hermanas en la próxima sesión de la conferencia. Quiero que lo lean y me digan qué piensan.”
Un profeta que escucha

La hermana Aburto no podía creer lo que estaba viviendo.
“El inglés es mi segundo idioma, soy inmigrante y converso a la Iglesia. No podía creer que el profeta me pidiera mi opinión sobre su mensaje.”
Pero el presidente Nelson hablaba con total sinceridad. No buscaba halagos ni respuestas rápidas. Quería escuchar lo que las hermanas realmente pensaban.
“Él quería escuchar nuestras ideas. Y lo hizo con atención y ternura.”
Mientras revisaban el borrador, subrayaron algunas frases, marcaron detalles y compartieron comentarios desde su experiencia de viajar y conocer a hermanas de todo el mundo. El ambiente fue tranquilo y espiritual, como una conversación entre amigos que comparten una misma fe.
El mensaje que cambió corazones

Aquel discurso era el que el presidente Nelson dio en la sesión general de mujeres de 2018, titulado “La participación de las hermanas en la recogida de Israel.”
Durante esa reunión, el presidente Nelson habló con poder, pero también con un tono profundamente amoroso. Invitó a las mujeres de la Iglesia a participar activamente en la obra del Señor y a ejercer su influencia espiritual en el mundo.
La hermana Aburto recordó que él mismo les dijo en esa ocasión:
“Soy un hombre, y sé que las mujeres tienen una perspectiva diferente. Por eso quiero saber cómo se sienten y qué piensan.”
Y cumplió su palabra. Incorporó las sugerencias que ellas le dieron. “Él realmente hizo los cambios. Nos hizo sentir escuchadas y valoradas.”
Un ejemplo de liderazgo inspirado

Ese gesto sencillo reflejó la forma en que el presidente Nelson dirige la Iglesia. Con amor, con humildad y con un deseo genuino de aprender del Espíritu y de las personas.
Durante la conversación, el profeta también les comentó:
“Tengo nueve hijas, y escucho lo que me dicen. Me gusta hablar con las hermanas de todo el mundo y saber cómo se sienten.”
La hermana Aburto dijo que aquel día aprendió una lección poderosa sobre el liderazgo cristiano:
“El presidente Nelson nos mostró que la revelación también llega cuando escuchamos con el corazón. Su humildad nos hizo sentir vistas, valoradas y parte de la obra del Señor.”
Escuchar con el corazón

A veces creemos que el liderazgo significa hablar o dar instrucciones, pero el ejemplo del profeta nos recuerda que también significa escuchar.
En un mundo donde muchos buscan tener la última palabra, el presidente Nelson eligió el camino del Salvador: servir, aprender y amar.
Como la hermana Aburto expresó después, aquel momento fue una experiencia que nunca olvidará.
“Fue una conversación hermosa con nuestro profeta. No solo nos pidió opinión, sino que nos enseñó a escuchar al Espíritu y a confiar en nuestra voz.”
Esa escena sencilla, en una oficina de la Iglesia, nos deja una enseñanza que va más allá de una historia:
Dios confía en Sus hijas e hijos, y Su obra se edifica con la colaboración de todos.
Así como el presidente Nelson buscó la guía de tres mujeres fieles para preparar su mensaje, nosotros también podemos invitar al Espíritu a guiarnos en nuestras palabras y decisiones.
Porque cuando servimos con humildad y escuchamos con el corazón, estamos siguiendo el ejemplo perfecto de Jesucristo.
Fuente: LDS Daily



