El presidente Dallin H. Oaks fue anunciado ayer, 14 de octubre, como el nuevo profeta y presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en una transmisión mundial. Pero lo que pocos saben es que detrás de su reciente nombramiento hay toda una historia de fe digna de ser recordada.

El presidente Oaks no nació con privilegios sino todo lo contrario, a los 7 años perdió a su padre, y debido a esto, un año más tarde su madre sufrió una crisis emocional.

“Casi inmediatamente me quedé huérfano, expresó el presidente Oaks al recordar este episodio de su vida.

Sin embargo, la resiliencia con la que enfrentó cada prueba nos enseña que, incluso del dolor, puede florecer una vida dedicada al servicio.

Las secuelas del trauma

El presidente Dallin H. Oaks con su madre, Stella, su hermano Merrill y su hermana Evelyn. Imagen cortesía del presidente Dallin H. Oaks

Haber perdido a su padre fue causa de un gran trauma para el presidente Oaks, quien siendo apenas un niño, no comprendía lo que ocurría. En medio de ese vacío, su abuelo fue una gran fuente de consuelo.

“Mi abuelo entró llorando. Se arrodilló a mi lado y me prometió que sería un padre para mí”, recordó el presidente Oaks.

Su tristeza se hizo mayor luego de haber perdido por un tiempo a su madre, quien tuvo que alejarse de casa temporalmente para recibir atención profesional a fin de superar la crisis nerviosa. Estos dos eventos repercutieron en diferentes ámbitos de la vida del presidente Oaks.

La falta de sus padres le provocó un bajo rendimiento escolar durante su infancia, lo cual lo convirtió en el blanco de muchas burlas.

“Estoy seguro de que mis problemas se debieron al trastorno emocional de perder a mi padre y a mi madre al mismo tiempo. Pero, en mi opinión, en ese momento era el niño más tonto del mundo”.

A pesar de haber sufrido mucho, años después se convirtió en uno de los mejores estudiantes de derecho de Estados Unidos y en una de las mentes jurídicas más respetadas del país. ¡Qué gran cambio!

Nunca olvidó a “los olvidados”

Presidente Dallin H. Oaks juramentó como juez de la Corte Suprema de Utah en enero de 1981. Imagen: Deseret Book

Durante la Gran Depresión, el pequeño presidente Oaks observaba atentamente cómo su padre, quien era médico, atendía gratuitamente a los pobres. Ese ejemplo se convirtió en una lección poderosa para él, quien años más tarde la replicó en su vida profesional.

Luego de graduarse en la Universidad de Chicago y trabajar como asistente del juez presidente de la Corte Suprema de EE. UU., el presidente Oaks se dedicó a buscar justicia para “los olvidados”. Para ello, escribió y promovió reformas que permitieron que personas sin recursos pudieran contar con abogados defensores gratuitos.

Su empatía por aquellos que no tienen voz nació del dolor y la compasión producto de sus propias pérdidas. Tal como lo indicó la presidenta Camille N. Johnson, líder general de la Sociedad de Socorro:

“Su experiencia de crecer con una madre viuda ha influido naturalmente en su preocupación por los oprimidos. Se ha evidenciado en su trabajo legal, pero también en la forma en que ha tratado de abordar las necesidades de los más necesitados”.

Un lider con firmeza, ternura y fe

El presidente Dallin H. Oaks juega con su pequeña hija. Imagen: La Iglesia de Jesucristo – Instagram

En 1984, la vida del presidente Oaks dio un giro inesperado por revelación cuando sintió una impresión clara, mientras estaba en el templo: “Ve a la Corte, y te llamaré desde allí”. Luego de seguir esa impresión y unirse a la Corte Suprema, el presidente Gordon B. Hinckley lo llamó a servir como apóstol de la Iglesia de Jesucristo.

Su respuesta al llamado fue inmediata. Durante su primer discurso, el presidente Oaks afirmó:

“Con gusto he abandonado mis actividades profesionales para dedicar el resto de mis días al servicio del Señor”.

Su disposición a atender el llamado del Señor dejando atrás el prestigio de su profesión fue una de las mayores muestras de lo que es ser un verdadero discípulo de Cristo. Sin embargo, al aceptar el llamamiento como apóstol, no solo cambió de vocación, sino también refinó su corazón.

Presidente Dallin H. Oaks lee un libro con su hija pequeña, Jenny Oaks Baker. Imagen proporcionada por Jenny Oaks Baker

Aunque muchos lo veamos como un líder recto y serio, sus familiares y quienes lo conocen de cerca lo describen como un hombre lleno de firmeza y ternura.

“Es la persona más cariñosa que he conocido. Cada vez que entramos, nos da un fuerte abrazo y nos dice que nos quiere. Siempre hemos sentido ese amor incondicional de él, que nos inspira a ser mejores personas, porque está lleno de amor por todos”, declaró su nieta Tiffany Oaks Bratt.

Hoy como presidente de la Iglesia de Jesucristo a sus 93 años, el presidente Dallin H. Oaks se levanta como un testimonio firme del poder sanador del Evangelio de Jesucristo que convirtió a un niño herido por las tragedias de la vida en una herramienta eficaz para continuar la Obra de Dios.

Así como él, nosotros también podemos hallar fortaleza y sanación en medio del dolor y las debilidades para transformarnos en algo mucho mayor de lo que pensamos.

Fuente: DeseretNews

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