Desde que fue llamado a presidir La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, muchos se han preguntado cómo es Dallin H. Oaks fuera del púlpito. Sus hijas, nietos y bisnietos comparten recuerdos que revelan un retrato íntimo y humano de quien hoy guía con firmeza y ternura a millones de miembros.
Su hija mayor, Sharmon, describe a su padre con un contraste que sorprende: mientras en los discursos suele ser serio y firme, en casa era el centro de la alegría.
“Es un papá divertido, atento y cariñoso”.
TruAnn, otra de sus hijas, añade que, sin importar sus responsabilidades, siempre se ha preocupado por el bienestar de los suyos.
“Nos llama para expresarnos su amor y ora por nosotros todos los días”.
Un padre con alma alegre

Su nieto Trent dice que le emociona ver al mundo conocer “al abuelo detrás del líder”, y su nieta Tiffany asegura que cada conversación con él deja una enseñanza espiritual.
“Estar cerca de él te edifica”.
De niñas, sus hijas esperaban el momento en que su padre volvía del trabajo y se transformaba en un “oso salvaje”: se quitaba los zapatos, rugía y las perseguía por toda la casa. Aquellas tardes de juegos se convirtieron en una tradición familiar que mostraba su lado más espontáneo.

Los paseos, las caminatas y los viajes a lugares históricos también eran parte de su vida cotidiana. Con los años, esos momentos se repitieron con los nietos: enseñanzas de pesca en Joe’s Valley, charlas sobre esfuerzo y fe, y una presencia constante que daba seguridad.
Trent recuerda un detalle que nunca olvidará: su abuelo le firmó un balón cuando fue reconocido en un partido de fútbol. No era un gesto de autoridad, sino una muestra de cariño sincero.
Una mesa donde todos tenían voz

Las cenas familiares eran sagradas. Sin televisión ni distracciones, todos compartían sus experiencias del día. Cada niño podía hablar libremente y ser escuchado con atención. En ese ambiente, el presidente Oaks enseñaba sin discursos: mostraba gratitud, hablaba con honestidad y recordaba que “con la ayuda del Señor, todo desafío puede superarse”.
Entre las lecciones más repetidas estaba una frase que sus nietos recuerdan bien: “Trabaja primero, juega después”. Para él, la disciplina y la fe eran inseparables.
Tiffany, una de sus nietas, guarda una anécdota que se ha vuelto símbolo en la familia. Durante la Gran Depresión, el padre de Dallin Oaks llevó a un joven necesitado a una tienda y le compró una navaja. Años más tarde, el propio Dallin repitió el gesto con sus hijos y nietos. Aquella simple acción se convirtió en una tradición que recuerda el valor de servir sin esperar nada a cambio.

Hoy, con 29 nietos, 73 bisnietos y dos tataranietos, el presidente Oaks sigue siendo el corazón de una gran familia.
Para mantener la unión, ha impulsado iniciativas como memorizar pasajes de Cristo Vivo, la Proclamación sobre la Familia o la Primera Visión. También organiza el “club del cumplido”, el “nieto del mes” y cenas familiares después de cada conferencia general.
Estas tradiciones no solo fomentan la cercanía, sino que transmiten una fe activa y constante, la misma que él predica desde el púlpito.
Para su familia, su nuevo llamado como presidente representa un acto de entrega total.
“Durante años lo compartimos con la Iglesia, pero ahora pertenece completamente al Señor”.
Más allá del liderazgo institucional, quienes lo conocen en lo íntimo lo describen como un hombre que vive lo que enseña: firme en sus convicciones, pero tierno en el trato. Un líder que no busca reconocimiento, sino servir. Y un abuelo que, incluso en medio de sus deberes, nunca olvida que los vínculos más importantes son los del corazón.
Fuente: Church News
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