Si entraste a este artículo, tal vez es porque estás pasando por algo similar. Sientes que últimamente ir a la Iglesia ya no es lo que solía ser. Ya no esperas los domingos con la misma ilusión.

Tu corazón todavía lo necesita, pero simplemente no encuentras ese descanso que antes hallabas ahí. Quizás quedaron atrás esos momentos en los que tu alma se sentía en casa; cuando ir a la Iglesia era lo que recargaba tu espíritu y te ayudaba a comenzar la semana con paz.

Y es un poco irónico que de esto casi no se hable. Que dejar de ir a la Iglesia parezca significar automáticamente que has perdido la fe o que te has “vuelto menos activo”. Pero tranquilo: no estás solo. No eres la única persona que se ha sentido así.

No te castigues por sentirte así

No eres la única persona que se ha sentido así. Imagen: MidJourney

A veces creemos que si nos cuesta ir a la Iglesia es porque hemos perdido el testimonio, pero no es cierto. La vida espiritual tiene ciclos, igual que la vida emocional. Hay momentos de entusiasmo, de paz, y también de cansancio. El presidente Jeffrey R. Holland enseñó:

“En los momentos de cansancio o desaliento, recuerda que el amor de Dios no se agota”.
(Conferencia General, abril de 2013)

Reconocer que estás desanimado no te hace menos creyente; te hace humano. Es normal que haya días en los que el corazón no tenga la misma energía.

Lo importante es no rendirte ante esa sensación, sino comprenderla. A veces, descansar no significa alejarse, sino dejar que el Señor te renueve poco a poco.

Busca un nuevo enfoque

capilla; centro de reuniones; ir a la iglesia
A veces, descansar no significa alejarse. Imagen: Masfe.org

Puede que no necesites dejar de asistir, sino redescubrir el motivo por el que vas. Con el tiempo, incluso las cosas más sagradas pueden volverse rutina.

Vamos a la Iglesia, nos sentamos en el mismo lugar, saludamos a las mismas personas y regresamos a casa. Sin darnos cuenta, lo que antes era un momento de renovación espiritual puede empezar a sentirse como un simple compromiso más en la agenda.

Pero la adoración no se trata solo de recibir; también se trata de dar. Dios no nos pide que vayamos perfectos, sino dispuestos. Intenta asistir con una nueva intención:servir. Antes de salir de casa, pregúntate: ¿a quién puedo bendecir hoy?

Tal vez hay un nuevo converso que necesita sentirse acompañado, una hermana mayor que echa de menos una conversación o un joven que no sabe con quién sentarse.

La Iglesia no deja de ser la misma, pero nuestra mirada sí puede cambiar. Cuando empezamos a ver las reuniones no como una rutina, sino como una oportunidad para ministrar, el Espíritu se siente de otra manera. Lo que parecía repetitivo se vuelve significativo, y lo que antes nos cansaba empieza a fortalecernos.

A veces el Señor no renueva nuestra fe de golpe; lo hace a través del servicio silencioso. Una sonrisa, una palabra amable o un gesto pequeño pueden volver a encender algo dentro de nosotros. Porque cuando ayudas a otros a sentir al Salvador, terminas encontrándolo tú también.

Recuerda por qué empezaste

mujer viendo el templo
Créditos: Judith Ann Beck

Detente un momento y piensa en la primera vez que sentiste que la Iglesia era tu hogar. En esa oración respondida, en el himno que te hizo llorar o en la reunión donde el Espíritu te llenó de paz.

A veces, los recuerdos de fe parecen lejanos, pero no se han ido. Solo están esperando que los vuelvas a mirar.

Tu testimonio no se perdió; sigue ahí, incluso si hoy se siente silencioso. La fe no siempre grita, a veces está en el corazón de forma silenciosa.

Qué puedes hacer cuando el desánimo llega

hombre orando
Seguir adelante cuando cuesta también es un acto de fe. Imagen: Canva

Cuando ese cansancio espiritual aparezca, hay acciones sencillas que pueden ayudarte a recuperar el sentido:

  • Ora con sinceridad. No necesitas palabras perfectas. Dile al Señor cómo te sientes y pídele fuerzas para volver a sentir alegría.

  • Rodéate de personas con fe. A veces el entusiasmo de otros puede reavivar el tuyo.

  • Busca un propósito más grande. Asistir solo por costumbre agota; hacerlo por amor renueva.

  • Permítete sentir. No niegues el cansancio ni te culpes por él. Incluso los discípulos más fieles tuvieron días difíciles.

El élder Dieter F. Uchtdorf dijo una vez:

“A veces la fe significa simplemente seguir caminando, aunque no veamos el final del camino”.
(Conferencia General, octubre de 2010)

Seguir adelante cuando cuesta también es un acto de fe. No es debilidad: es resistencia espiritual.

Volver a sentir también es parte del Evangelio

sociedad de socorro; mujeres jóvenes; clases
Debemos vivir diferente al mundo. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

No siempre tendrás el mismo entusiasmo, y eso está bien. El Señor no te mide por cuántas veces sonríes al entrar en la capilla, sino por tu disposición a seguir buscándolo, incluso cuando cuesta.

La fe no es solo creer cuando todo brilla, sino continuar cuando todo parece «perdido».

Superar el desánimo también forma parte del proceso de conversión.

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