A veces lo decimos con una sonrisa cansada:

“Estoy lleno de reuniones, clases, actividades… ya no doy más.”

Y aunque a veces incluso puede ser una broma, dentro de nosotros algo pide una pausa. Servir en la Iglesia puede ser una gran bendición, pero también puede llegar a sentirse abrumador.

No porque no amemos al Señor, sino porque somos humanos, con límites y con días en los que el cuerpo y el alma simplemente se agotan.

Cuando el servicio se siente como una carga

A veces confundimos servicio con sacrificio extremo, pero el servicio que se hace sin paz interior difícilmente puede edificar. Imagen: Canva

Hay momentos en los que servir deja de sentirse inspirador y empieza a parecer una lista interminable de tareas. Preparar lecciones, coordinar actividades, responder mensajes, asistir a reuniones… todo con buena disposición, pero con la sensación de estar corriendo sin llegar a ningún lugar.

Y no hay que sentirse culpables por eso. El Señor no espera perfección ni rendimiento constante. Él espera sinceridad. En Doctrina y Convenios leemos:

“De cierto os digo que si estáis preparados, no temeréis” – D. y C. 38:30.

Prepararse también significa reconocer cuándo necesitamos descansar, cuándo debemos pedir ayuda o cuándo simplemente debemos respirar y reconectarnos con Él antes de seguir.

A veces confundimos servicio con sacrificio extremo, pero el servicio que se hace sin paz interior difícilmente puede edificar.

El equilibrio también es espiritual

oración en pareja
El descanso no es falta de fe; es una muestra de humildad. Imagen: Canva

En el Evangelio, el equilibrio no es una excusa para hacer menos, sino una forma de hacer las cosas con propósito. Jesús mismo se retiraba a orar, a estar solo, a recargar fuerzas.

No porque no tuviera fe, sino porque entendía que servir sin conexión espiritual nos vacía más rápido de lo que imaginamos.

Hay un momento en que el corazón necesita volver a recordar por qué servimos. Y ese “por qué” nunca fue la obligación, ni la costumbre, ni el miedo a decepcionar a alguien. Servimos porque amamos a Dios, y amarle también significa cuidar lo que Él ha creado: nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu.

El descanso no es falta de fe; es una muestra de humildad.

Cuando decir “sí” deja de ser saludable

llamamiento; entrevista; obispo
Ser honesto no es ser débil; es reconocer que queremos servir mejor, no solo más. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

A veces creemos que decir “sí” a todo es sinónimo de fidelidad. Pero hay momentos en que un “sí” constante puede alejarnos del verdadero propósito del servicio.

Si el servir comienza a impedirnos sentir gozo, compartir con nuestra familia o tener comunión con el Señor, quizás sea momento de conversar con nuestros líderes, de ser honestos y buscar un mejor equilibrio.

El Presidente Gordon B. Hinckley dijo una vez:

Ustedes dan de su tiempo, de sus energías y de sus medios para que se lleve a cabo la obra del Señor. Yo sé que el Señor les ama por su devoción y por su disposición de hacer todo lo que se les pide que hagan.

Ser honesto no es ser débil; es reconocer que queremos servir mejor, no solo más.

Redescubrir el gozo de servir

llamamiento; sostenimiento; sacramental
Quizás el servicio no se trata de hacer más, sino de hacer con más amor. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Volver a disfrutar de nuestros llamamientos no requiere grandes cambios, sino pequeñas pausas conscientes. Orar con más calma, estudiar las Escrituras con propósito, delegar cuando sea posible, y recordar que el Señor valora más el corazón dispuesto que la agenda llena.

Quizás el servicio no se trata de hacer más, sino de hacer con más amor.

Y cuando ese amor vuelve a ocupar el centro, los llamamientos dejan de sentirse como una carga, y se convierten otra vez en lo que siempre debieron ser: una oportunidad para crecer junto a Cristo, no para agotarnos tratando de alcanzarlo.

Video relacionado

También te puede interesar