Visualiza esto: llevas una vida al límite con muchas responsabilidades agobiantes y de pronto, se te invita a reunirte con tu obispo. A pesar de tu horario complicado, aceptas y cuando finalmente llegas a la entrevista, te enteras de que se te está extendiendo un nuevo llamamiento.

¿Te resulta familiar?

Yo también estuve en esa posición y recuerdo que lo primero que pensé fue: ¿Por qué yo? En esas circunstancias a veces decidimos rechazar el llamamiento ya sea por miedo, cansancio, etc. Pero, ¿te has preguntado cómo se ve nuestra negación desde el otro lado? 

Imagina que por un momento Dios mismo pudiera hablarte sobre eso. ¿Qué crees que te diría? ¿Te regañaría o te comprendería? La respuesta es más compleja de lo que parece, así que presta atención porque este es el POV del que te llama desde el cielo.

Te llamo porque te conozco

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El Señor llama a Sus hijos de acuerdo a sus capacidades. Imagen: diocesan.com

Una vez, el Señor le declaró a Jeremías:

“Antes que te formase en el vientre, te conocí; y antes que nacieses, te santifiqué”.

Él nos extiende esas mismas palabras. El Señor no obra al azar sino que llama a Sus hijos de acuerdo a sus capacidades y su potencial. Él nos conoce y sabe qué experiencias necesitamos para progresar. Puede que algunas de esas experiencias se vivan al servir en un llamamiento.

A menudo se nos extienden llamamientos porque el Señor ve algo en nuestras almas como experiencias, heridas que deben sanar, o incluso dones que deben despertarse.

Es por eso que cuando rechazas un llamamiento, a veces estás rechazando una ocasión para progresar diseñada por Aquel que tiene una visión más completa que tú.

Te llamo porque quiero transformarte

El servicio en un llamamiento puede refinarte y recompensarte.

Cuando el Señor extiende un llamamiento, no lo hace para imponernos cargas difíciles de soportar sino para brindarnos oportunidades que formen nuestro carácter y nos transformen en una mejor versión de nosotros mismos.

Puede que tengamos un carácter explosivo o que, por el contrario, seamos demasiado pasivos. Un llamamiento puede ser la manera que el Señor ha preparado para ayudarnos a desarrollar esos atributos que nos faltan. Él nos recuerda que:

“Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero; por bondad y por conocimiento puro”.

Si rechazas un llamamiento para evitar el “esfuerzo extra”, considera que por más sacrificado que pueda ser, el servicio puede refinarte y recompensarte con dones que te ayudarán a ser más como Cristo.

Un “no” no impide mis planes

Incluso grandes profetas como Jonás rechazaron el llamado de Dios.

Incluso si rechazas un llamamiento ya sea por miedo, cansancio o porque en serio no puedes aceptar ahora, los planes de Dios seguirán vigentes. No interpretes tu “no” como un rechazo eterno.

Las escrituras comparten historias de cómo incluso grandes profetas se negaron al llamado de Dios. Uno de ellos fue Jonás:

“Y vino la palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha subido delante de mí. Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis”. (Jonás 1:1-3)

Así que no eres la primera persona que rechace un llamamiento. Sin embargo, a pesar de que lo hagas, el Señor te sigue llamando con ternura y misericordia. Él te buscará y esperará con paciencia tus tiempos.

Rechazar un llamamiento no te define eternamente, pero también merece honestidad y oración. Si tienes dudas, pregunta, espera y escucha; y si decides aceptar después, tu “sí” será más sabio y más libre.

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. (Santiago 1:5)

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