A veces la vida pasa tan rápido que olvidamos detenernos a mirar todo lo bueno que ya tenemos. La gratitud no siempre empieza con algo nuevo, sino con aprender a reconocer lo que ya está frente a nosotros.

La semana pasada hablamos de eso: de notar lo simple, lo cotidiano, lo que muchas veces pasa desapercibido entre el cansancio o la rutina. Esta vez, vamos un paso más allá. No se trata solo de ver el presente, sino de recordar el pasado con nuevos ojos.

Recordar también es agradecer

Recordar no es vivir en el pasado, es reconocer la mano de Dios en momentos que antes no entendíamos. Imagen: Canva

Cuando pensamos en gratitud, solemos enfocarnos en lo que tenemos ahora. Pero hay algo poderoso en mirar atrás y reconocer cómo el Señor ya ha estado con nosotros antes.

El salmista lo expresó así:

“Me acordaré de las obras de Jah ; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas” – Salmos 77:11.

Recordar no es vivir en el pasado, es reconocer la mano de Dios en momentos que antes no entendíamos. A veces las bendiciones solo se revelan con el tiempo. Hay oraciones que fueron respondidas sin que nos diéramos cuenta, fuerzas que recibimos cuando más las necesitábamos y consuelos que solo ahora podemos ver con claridad.

Cuando miramos atrás, aprendemos a confiar

Imagen: Canva

El presidente Henry B. Eyring contó que, cada noche, se preguntaba: “¿Dónde vi la mano del Señor hoy?” Esa práctica diaria lo ayudó a notar lo que en los momentos ocupados del día había pasado inadvertido.

Podemos hacer lo mismo. No se trata de buscar milagros espectaculares, sino de reconocer que Dios ha estado presente todo el tiempo, en lo pequeño y en lo grande.

A veces obra en silencio, otras veces a través de personas, o incluso en los periodos donde aprendemos a resistir. Pero Su presencia es constante, incluso cuando no la sentimos de inmediato.

Los recuerdos que fortalecen la fe

Imagen: Canva

Cuando recordamos, aparecen patrones:

  • El consejo que llegó justo a tiempo.
  • La paz inesperada después de una oración.
  • La fortaleza que sentimos sin saber de dónde venía.
  • O aquel momento en que fuimos sostenidos cuando creímos que no podríamos más.

Recordar fortalece la confianza. Si reconocemos que Dios ha sido fiel antes, podemos confiar en que lo seguirá siendo. La gratitud no nace solo de lo que tenemos ahora, sino también de lo que entendemos con el paso del tiempo.

Cómo empezar a recordar

Imagen: Canva

No necesitas tener experiencias grandes o perfectas. Basta con un momento de reflexión sincera. Puedes hacerlo en un paseo, en tu oración o escribiendo en un cuaderno.
Pregúntate:

  • ¿Cuándo sentí consuelo?
  • ¿Quién apareció justo cuando lo necesitaba?
  • ¿En qué momento recibí fuerzas que no eran mías?

A veces una simple respuesta te hará ver que Dios ha estado más cerca de lo que pensabas.

Gratitud en cada recuerdo

hombre mirando al cielo
Imagen: Canva

Recordar no significa maquillar el pasado. Significa ver cómo Dios estuvo presente incluso en lo difícil. Cada recuerdo, sea alegre o doloroso, puede revelar Su luz de alguna forma.

Si antes aprendimos a notar la bondad en el presente, ahora aprendemos a verla en lo que ya vivimos. Y si Dios estuvo con nosotros entonces, podemos confiar en que sigue con nosotros ahora.

El Salvador mismo lo prometió:

“El Consolador… os recordará todo lo que os he dicho” – Juan 14:26.

El Espíritu puede ayudarnos a recordar los momentos en que el Padre Celestial nos sostuvo. Y cuando lo hacemos, algo hermoso ocurre: la gratitud se vuelve más profunda, más real, más nuestra.

¿Y tú? ¿Qué momento de tu vida recuerdas hoy y puedes ver con claridad que el Señor estuvo ahí contigo?

Fuente: LDS Daily 

Video relacionado

También te puede interesar