En la historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días hay capítulos que pueden resultar difíciles de comprender. Uno de ellos es el matrimonio plural, una práctica que formó parte del pasado de la Iglesia, pero que hoy ya no se vive.
Hablar de este tema puede causar incomodidad, confusión o incluso silencio, y es comprensible. Sin embargo, evitar lo difícil no siempre fortalece la fe. A veces, el crecimiento espiritual llega cuando elegimos mirar con humildad lo que nos incomoda.
Una historia que nos invita a pensar

Durante los primeros años de la Restauración, el matrimonio plural fue practicado por profetas y miembros fieles bajo una instrucción divina específica para su tiempo.
Hoy, puede parecernos extraño o incluso contrario a nuestra comprensión del matrimonio eterno entre un hombre y una mujer. Pero la historia del Evangelio no siempre es simple. Está llena de personas imperfectas intentando seguir a un Dios perfecto.
Esa tensión, entre lo que creemos y lo que sabemos, puede generar dudas. Sin embargo, la fe no significa ignorar las preguntas, sino traerlas ante Dios con confianza. Cuando elegimos buscar respuestas con sinceridad, el Señor amplía nuestra comprensión, línea por línea, hasta que la luz llega.
El valor de hablar con honestidad

Durante mucho tiempo, el tema del matrimonio plural fue evitado por miedo a causar confusión o a debilitar la fe. Pero hoy entendemos que la transparencia fortalece más que el silencio. Conocer el pasado no debilita el testimonio, sino que puede hacerlo más real, más maduro y más consciente.
La historia del Evangelio no es una historia de perfección, sino de revelación continua. Dios guía a Su pueblo paso a paso, adaptando Sus mandamientos según los tiempos y las circunstancias. Lo que fue requerido en una época no siempre se mantiene igual en otra, y eso también forma parte de Su sabiduría.
Detrás de cada decisión y sacrificio en esa época hubo personas reales. Hombres y mujeres de fe, que sintieron miedo, dudas y dolor, pero que también confiaron en el Señor aun sin entenderlo todo.
Ellos no fueron símbolos de controversia, sino discípulos que intentaron ser obedientes en circunstancias difíciles. Mirar su historia con empatía nos enseña a confiar en que Dios puede obrar incluso en medio de la incertidumbre.
Una invitación al diálogo

Hoy tenemos la oportunidad de hablar de estos temas con apertura y fe. En el hogar, en las clases del Evangelio o en conversaciones con amigos, podemos crear espacios seguros donde las preguntas sean bienvenidas. No necesitamos tener todas las respuestas, pero sí podemos tener un corazón dispuesto a aprender.
La verdad no se opone a la fe. Todo conocimiento, espiritual o histórico, pertenece a Dios, y cuando lo buscamos con humildad, Él nos guía. Como enseñó un apóstol, no debemos temer las preguntas; lo importante es buscarlas con el Espíritu.
Aprender de la historia, fortalecer la fe

El matrimonio plural fue una práctica temporal, pero su historia nos enseña principios eternos. Nos recuerda que Dios trabaja a través de personas imperfectas, que Su obra avanza con paciencia, y que la revelación no se detuvo en el pasado. El Evangelio sigue creciendo, ajustándose, aprendiendo y revelando más luz.
La historia del Evangelio no es motivo de vergüenza, sino una oportunidad de comprender mejor la misericordia y la guía del Señor. Cuando elegimos enfrentar lo incómodo con fe, descubrimos que las preguntas no destruyen la creencia, sino que la purifican.
A fin de cuentas, la fe no se trata de tener todas las respuestas, sino de confiar en Aquel que las tiene. Si aprendemos a mirar nuestra historia con honestidad y esperanza, veremos que Dios siempre ha estado allí, guiando a Su pueblo, línea por línea, hasta que Su luz se haga completa.
Fuente: Meridian Magazine



