Después del nacimiento de su hija menor, una cirugía que debía ser algo sencillo terminó revelando un tumor complicado. 

La noticia fue dura, pero también vino acompañada de una calma inesperada. Él sabía en quién había confiado, aunque el pensamiento de dejar a sus hijos tan pronto le pesaba en el corazón.

Los médicos propusieron un tratamiento largo y agresivo. Pasó meses entre quimioterapias, viajes para un ensayo clínico y hospitales que empezaron a sentirse como una segunda casa.

Cuando el cuerpo ya no da más

hombre triste
El sufrimiento físico puede ser abrumador, pero es un momento para abrir el corazón y hablar con Dios con total honestidad. Imagen: Canva

Durante un periodo de descanso entre ciclos, una fiebre fuerte lo llevó de emergencia a un hospital. El dolor era intenso y cansado. Sin poder dormir, con la mente nublada, empezó a hablar con Dios. 

No reclamó con amargura, pero sí con honestidad. Le dijo que entendía el propósito del sufrimiento, pero que esta vez sentía que el fuego había sido demasiado.

Con franqueza, casi sin filtros, expresó: 

“Señor, si estás horneando un pastel… se te quemó.”

Una respuesta inesperada

Incluso en el dolor más intenso, Dios ofrece enseñanzas que transforman nuestra perspectiva y nos recuerdan Su propósito. Imagen: Canva

En medio del dolor, llegó una impresión clara. 

“Las Escrituras no te comparan con un pastel. Te comparan con plata siendo refinada.”

Esa frase lo detuvo. Recordó que la plata necesita calor intenso para purificarse. No por castigo, sino para revelar su brillo.

Hizo lo único que podía: decidió confiar. Aceptó que Dios podía crear algo valioso incluso en medio del dolor, aunque él no alcanzara a ver cómo.

Un recordatorio de que no estamos solos

Cristo acompaña cada prueba, mostrando que lo que parece destrucción puede refinar y fortalecer nuestro espíritu. Imagen: Canva

Al levantar la mirada, vio un crucifijo en la pared. Esa imagen sencilla fue suficiente para que su corazón se calmara. Cristo no observa nuestro sufrimiento desde lejos. Él lo conoce, lo acompaña y lo transforma.

Entender la razón de cada prueba sigue siendo difícil. Y al ver la historia de tantas personas que han vivido injusticias o pérdidas profundas, es normal sentir que todo es “demasiado”. Pero él recuerda esa noche y lo que sintió al mirar al Salvador.

Jesús, con Su cuerpo herido y Su presencia cercana, nos asegura que ninguna experiencia es inútil. 

Lo que parece destrucción puede convertirse en crecimiento. Y todo fuego, por más intenso que sea, puede refinar lo que somos.

Fuente: LDS Living 

Video relacionado

También te puede interesar