La misión en Tahití suele estar llena de caminatas bajo el sol, sonrisas en cada puerta y paisajes que parecen pintados. Por eso sorprendió tanto la noticia que llegó desde Faa’a, donde un joven misionero de 18 años sufrió un ataque inesperado en plena madrugada.
Su nombre es Elder Wesley Valgardson, un misionero recién llegado al campo misional, y su historia se ha convertido en un testimonio de protección y fe para quienes lo conocen.
Una noche que cambió el rumbo

Según compartió su familia, el ataque ocurrió alrededor de la una de la mañana. El joven se había levantado para tomar agua cuando escuchó el sonido de un vidrio rompiéndose afuera. Al abrir la puerta para ver qué pasaba, recibió un golpe en la cabeza con una roca.
El resto ocurrió en segundos. Aún inconsciente, fue empujado desde el tercer piso de su edificio. Su caída terminó sobre una superficie metálica que, según los médicos y vecinos, pudo haber sido lo que evitó una tragedia mayor.
Para muchos en la comunidad, la idea que se repite es la misma
“Tuvo protección del Señor en un momento en que nadie más podía ayudarlo.”
La respuesta inmediata de los vecinos

Los residentes del edificio despertaron por el impacto y corrieron a auxiliarlo. Lograron ayudarlo a recuperar la conciencia y llamaron rápidamente a emergencias. Ya en el hospital, los exámenes revelaron algo que sorprendió incluso al personal médico. No tenía huesos rotos.
Sí presentaba una conmoción severa, una herida en el pie y un dolor intenso en la espalda. Pero para su familia, el hecho de que estuviera con vida era un mensaje claro.
“Es un milagro que siga con nosotros.”
Ese sentimiento también lo compartieron sus líderes misionales, quienes estuvieron presentes para acompañarlo en los primeros días tras el ataque.
Reacciones en Tahití y un sentimiento compartido

La noticia se difundió rápido por redes en la isla. Muchos habitantes expresaron tristeza, incredulidad y preocupación por el aumento de violencia asociado a problemas sociales, especialmente el consumo de drogas. Aun así, el mensaje más frecuente fue de compasión.
Tahitianos de distintos barrios comentaron que los misioneros siempre se han caracterizado por su amabilidad y deseo de servir. Algunos incluso recordaron cómo estos jóvenes los habían ayudado en mudanzas, proyectos comunitarios o simplemente con una conversación amable en la calle.
Entre los mensajes se repetían palabras de apoyo.
“Que sane pronto”,
“Estamos orando por él”,
“Gracias por venir a nuestra isla a servir.”
También aparecieron reflexiones espirituales de residentes que recordaron pasajes del ministerio del Salvador. Uno escribió
“Hasta Cristo fue maltratado mientras hacía el bien. El servicio no siempre es cómodo, pero siempre tiene propósito.”
Un regreso anticipado y una familia agradecida

Tras ser estabilizado, el joven misionero retornó a Estados Unidos acompañado de sus padres. Allí podrá iniciar un proceso de recuperación más completo. Había servido en Tahití apenas seis semanas, pero sus líderes misionales reconocieron que su fe y su ánimo dejaron una impresión clara entre los miembros y vecinos.
Su familia expresó gratitud por el apoyo recibido tanto en la isla como en su país. Agradecieron especialmente a los líderes misionales, a quienes describieron como una verdadera red de protección.
En medio del dolor por lo ocurrido, la familia mantiene una convicción que desean compartir.
“Sentimos que el Señor lo cuidó y que no estuvo solo en ningún momento.”
Una invitación a confiar en la luz incluso en momentos difíciles

Mientras las autoridades continúan investigando lo sucedido, la historia de este joven misionero ha recordado una verdad simple. Las pruebas inesperadas pueden sacudirnos, pero la luz del Señor sigue siendo constante.
Los habitantes de Tahití lo demostraron esa madrugada con ayuda inmediata. Su familia lo reafirma al verlo recuperarse. Y muchos miembros alrededor del mundo se han unido en oración por él.
En palabras que suelen resonar entre quienes sirven,
“El Señor está al tanto de cada uno de Sus hijos.”
Y aun en circunstancias dolorosas, esa certeza sigue trayendo consuelo.
Fuente: LDS Daily
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