Cuando uno recibe un llamamiento de liderazgo, la teoría suele llegar antes que la experiencia. Así le pasó a Brigham Rupp, un obispo en Arizona que lleva varios años aprendiendo, creciendo y afinando la forma en que sirve.

Sus vivencias no son recetas ni mandatos, solo aprendizajes que pueden ayudarnos a mirar con más calma y claridad nuestro propio servicio.

Hablar con la autoridad que el Señor confía

Brigham aprendió que la autoridad en un llamamiento no depende de la personalidad del líder, sino del respaldo del Señor y la fe de los miembros en el sacerdocio. Servir con humildad permite invitar, corregir y acompañar con paz y sin temor. Para algunos, ser relevado de un llamamiento es un momento que remueve emociones. Imagen: masfe.org

En sus primeros meses, Brigham sentía miedo de equivocarse o de “sonar muy fuerte”. Con el tiempo entendió algo que transformó su manera de servir.

La autoridad del obispo no se basa en su personalidad, sino en la confianza que los miembros tienen en las ordenanzas y en el orden del sacerdocio.

Cuando un líder actúa con humildad y bajo la influencia del Espíritu, puede invitar, animar y corregir sin temor. Muchos miembros siguen las impresiones que vienen del obispo porque creen en el llamamiento, no en el nombre de quien lo ocupa.

Es un recordatorio de que Dios respalda a quienes llama.

Enfocarse en prioridades reales

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Intentar abarcar todo puede agotar incluso a un buen líder. Con el tiempo, Brigham descubrió el valor de elegir prioridades espirituales claras y seguir la guía profética para saber qué debe ocupar el corazón en cada temporada del barrio. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Brigham confiesa que pasó mucho tiempo intentando abarcar demasiadas cosas. Lecciones, programas, visitas, ideas, iniciativas. Hasta que entendió que, cuando se intenta enfatizar todo, termina sin enfatizarse nada.

Comenzó a elegir un puñado de prioridades espirituales y trabajarlas con intención. Escrituras, adoración en el templo, servicio, conversión personal. Cada barrio puede tener necesidades distintas, pero los profetas siempre dan claves claras sobre dónde poner el corazón.

La guía profética nos ayuda a saber qué importa más en cada temporada.

Establecer límites saludables

Decir “no por ahora” también es parte del servicio. Brigham aprendió que un líder necesita horarios, apoyo y momentos para su familia. El autocuidado fortalece la capacidad de ministrar con claridad y paciencia. Imagen: Canva

Uno de sus mayores aprendizajes fue darse permiso para decir “no por ahora”. Y sí, también aplica para un obispo.

Al comienzo respondía mensajes a cualquier hora, ajustaba su tiempo familiar, y cargaba más de lo necesario. Con el tiempo implementó límites simples que cambiaron su bienestar y el de su familia: horarios definidos, responsabilidad del secretario, días reservados para su esposa y su hogar.

Entendió que cuidarse también es parte del servicio, porque un líder agotado no puede acompañar con claridad ni con paciencia.

Compartir el peso con la familia

Aunque respetó siempre la confidencialidad, Brigham entendió que no debía cargar solo con su cansancio emocional. Al abrir su corazón de manera apropiada encontró apoyo y compañía, recordando que el Señor no pide que caminemos solos. Imagen: Canva

Brigham siempre respetó la confidencialidad de su llamamiento, pero al principio fue tan estricto que dejó fuera a su esposa incluso de sus emociones. No hablaba de su cansancio, de su preocupación ni de la carga emocional de muchos días difíciles.

Alguien le recordó algo muy simple:

El Señor no pide que carguemos solos lo que sí podemos compartir de forma apropiada.

Al abrir su corazón, sin quebrar ningún límite, encontró apoyo, compañía y un espacio seguro para descansar.

No acapararlo todo

Con el tiempo comprendió que su presencia constante podía limitar el crecimiento de otros líderes. Empezó a dar más espacio a los jóvenes y presidencias, enseñando con el ejemplo que un buen líder forma a otros y confía en su capacidad. Imagen: Canva

Con el tiempo notó un detalle que probablemente muchos líderes han vivido sin darse cuenta. Cuando el obispo está presente, todos lo miran para la última palabra. No por falta de confianza en otros, sino por respeto a la autoridad.

Eso significa que, si él está en cada actividad, cada reunión o cada clase, otros líderes tienen menos oportunidad de aprender a dirigir. Así que comenzó a asistir con más intención, a llegar un poco más tarde a Mutual o dejar que los jóvenes lideren sus reuniones.

Un buen líder forma a otros, no los reemplaza.

Este aprendizaje es uno de los más valiosos. Brigham entendió que su obispado no es un proyecto personal, sino un eslabón dentro de una cadena eterna. Por eso empezó a compartir más abiertamente cómo toma decisiones, cómo organiza su tiempo y cómo analiza situaciones complicadas con el Espíritu.

Formar a otros es una manera de sostener la obra del Señor más allá de nuestro turno en el servicio.

Trabajar de la mano con Sociedad de Socorro y Cuórum de Élderes

Cuando aplicaron el orden establecido por el Señor para la ayuda temporal, todo se volvió más equilibrado. Al delegar y trabajar en equipo, Brigham pudo enfocarse más en la ministración espiritual y en el fortalecimiento del barrio. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Durante un tiempo, él mismo atendió la mayoría de las solicitudes de ayuda temporal. Hasta que el peso se volvió demasiado y comprendió que el sistema del Señor ya tiene un orden: los presidentes de cuórum y Sociedad de Socorro realizan evaluaciones, conversan con las familias y luego presentan sus recomendaciones.

Cuando aplicaron este modelo, todo se volvió más eficiente y más equilibrado. Brigham pudo dedicar más tiempo a ministrar espiritualmente, especialmente a los jóvenes.

El bienestar temporal también se fortalece cuando se respeta la estructura del sacerdocio.

Encontrar gozo en el camino

hombre mirando al cielo
Su padre le enseñó que el evangelio es un camino de felicidad. Brigham aprendió a ver más allá de los problemas y a reconocer milagros discretos, recordando que la obra del Señor también se vive con gozo y gratitud. Imagen: Canva

Su padre siempre le repetía 

“Si no estás encontrando gozo, revisa tu rumbo”. 

No significaba ignorar los días difíciles, sino recordar que el evangelio es, en esencia, un camino de felicidad.

Con el tiempo entendió que liderar no consiste solo en resolver problemas. También implica celebrar conversiones, ver milagros discretos y sentir el amor del Señor en los detalles cotidianos.

La obra del Señor es alegre, incluso cuando exige sacrificio.

Fuente: Leading Saints 

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