Hay versículos que se vuelven armas rápidas en internet. De esos que alguien lanza en un comentario y siente que ya cerró el debate.
Uno de los más usados en contra de los Santos de los Últimos Días es Gálatas 1:8. Muchos lo citan como si fuera un cierre automático, sin conversar realmente sobre lo que Pablo estaba enseñando. Pablo escribió:
“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”. – Gálatas 1:8
El problema de usarlo como golpe final es que sirve para todo, menos para dialogar.
Y cuando alguien simplemente dice “Gálatas 1:8”, sin explicar nada, cae en un razonamiento circular. Básicamente asume que ya tiene el evangelio verdadero y que el otro tiene uno falso. Pero esa premisa es justamente lo que se está debatiendo. Por eso, usar este versículo como sentencia no es muy persuasivo.
La pregunta real siempre será: “¿Qué es el evangelio?”
De qué evangelio hablaba Pablo
A veces usamos la palabra “evangelio” de formas distintas. Puede significar algo amplio o algo muy específico. Así que conviene mirar cómo Pablo mismo lo definió.
En su carta a los corintios explicó:
“…el evangelio que os he predicado… que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día…” – 1 Corintios 15.
Pablo va directo al centro. Su definición del evangelio es Cristo, Su sacrificio, Su muerte y Su resurrección. Nada más elaborado. Nada de listas interminables. Nada de exclusiones complicadas.
¿Los Santos de los Últimos Días creen ese evangelio?
Sí. Y lo creían desde los primeros días de la Restauración. José Smith enseñó en 1838:
“Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y profetas concerniente a Jesucristo: que murió, fue sepultado, resucitó al tercer día y ascendió al cielo; y todas las demás cosas… son añadiduras.”
Y en el Libro de Mormón, Cristo mismo declara:
“…este es el evangelio que os he dado… que fui levantado sobre la cruz… para atraer a todos los hombres a mí.”
Si la esencia del evangelio es creer en Jesucristo como el Salvador del mundo, entonces los Santos de los Últimos Días creemos exactamente en el mismo evangelio que predicaba Pablo.
Qué pasa con la parte del ángel
Muchos dicen:
“Si Gálatas menciona un ángel y José Smith habló con un ángel, entonces listo, caso cerrado.”
Pero Pablo no estaba condenando las visitas angelicales. Después de todo, el propio Pablo vio ángeles y Juan en Apocalipsis vio “a otro ángel… con el evangelio eterno” (Apocalipsis 14:6).
El punto de Pablo no era la fuente del mensaje, sino su contenido. Si alguien enseña que Cristo NO es el Salvador, entonces sí hay un problema. Pero ese no es el caso aquí.
Salvación por obras y por Cristo
Otra crítica que surge es la idea de que los Santos de los Últimos Días “se quieren ganar la salvación”. Pero nuestra doctrina siempre ha enseñado que somos salvos única y exclusivamente por Jesucristo. Las ordenanzas y las obras son expresiones de esa fe, no su reemplazo.
El élder Dieter F. Uchtdorf lo enseñó con claridad:
“La salvación no se puede comprar con la moneda de la obediencia; se compra con la sangre del Hijo de Dios.”
Y el Libro de Mormón lo repite una y otra vez.
Gálatas 1:8 no es un versículo para callar conversaciones, sino para abrirlas. El evangelio siempre ha sido y siempre será “buenas noticias”. Y las buenas noticias son Cristo.
Eso es lo que creemos. Eso es lo que enseñamos. Y eso es lo que intentamos vivir.
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