Mi responsabilidad principal, en cierto sentido, mi responsabilidad total, es testificar del Señor Jesucristo… Dedicaré mi vida a esta causa.”

Estas palabras, pronunciadas por el presidente Jeffrey R. Holland el 23 de junio de 1994, resumen la sagrada asignación de toda su vida: su fe absoluta en Jesucristo y su deseo de compartirla con el mundo.

El presidente Holland, quien presidía el Cuórum de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, falleció el 27 de diciembre de 2025, a los 85 años, debido a complicaciones relacionadas con una enfermedad renal. Partió rodeado de su familia, tras décadas de servicio continuo a la fe que amaba.

Su ministerio, que se extendió por más de medio siglo, estuvo marcado por algo más que responsabilidades administrativas o académicas. Fue una vida profundamente humana: llena de amor, humor, trabajo, convicción espiritual y una sensibilidad notable hacia los sufrimientos y esperanzas ajenas.

Un hombre que creció rodeado de amor, y lo devolvió multiplicado

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Jeffrey R. Holland de niño. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Jeffrey Roy Holland nació el 3 de diciembre de 1940 en St. George, Utah, en un hogar donde, según él mismo contó, la risa y el cariño eran un lenguaje cotidiano:

“Yo siempre fui amado, pero fui amado de una manera en la que ningún niño podría haber pedido algo más”.

Ese ambiente afectuoso marcó su manera de ver la vida: el amor no era solo un valor religioso, era una forma práctica de vivir.

Amaba los deportes, no de manera superficial, sino como una celebración de la amistad, el esfuerzo y la comunidad. Recordaba que, en su pequeño pueblo, jugaba “en cualquier equipo que pudiera formarse”. Ese espíritu cercano y entusiasta nunca lo abandonó, ni siquiera cuando llegó a las responsabilidades más altas de la Iglesia.

Patricia: compañera, fuerza, equilibrio

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Su historia no puede contarse sin Patricia Terry, a quien conoció en su juventud y con quien se casó en 1963. Juntos formaron un hogar que atravesó mudanzas, responsabilidades crecientes y desafíos públicos y privados.

Ella fue cantante, escritora, madre, amiga y apoyo constante. Él decía:

“Estoy maravillado de ver cómo Pat haría cualquier cosa por mí, por la Iglesia, por el Señor, por sus hijos”.

Su amor fue un trabajo compartido: criar una familia mientras él servía como educador, líder y, finalmente, apóstol.

Junto a su amada Pat, el presidente Holland tuvo tres hijos; fue abuelo de 13 nietos y bisabuelo de varias generaciones.

Tras el fallecimiento de Patricia el 20 de julio de  2023, siguió sirviendo con serenidad y fe. Él continuó hablando de ella con reverencia y gratitud.

El maestro que nunca dejó de enseñar

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Presidente Jeffrey R. Holland. Créditos: Church News.

Aunque tuvo logros académicos extraordinarios, títulos en BYU, maestría y doctorado en Yale, liderazgo universitario y educativo, Jeffrey R. Holland nunca vio la enseñanza como una carrera. La veía como una vocación espiritual.

Su presidente de misión lo definió así:

“Jeffrey Holland es, por naturaleza, un maestro. Es un caballero, un erudito y un diplomático, pero en todo eso, sigue siendo un maestro.”

Él mismo solía decir que su misión en Inglaterra fue el punto decisivo de su vida. Allí desarrolló su amor por el Libro de Mormón y su convicción permanente en Jesucristo.

Luego, cuando recibió ofertas profesionales prestigiosas en el mundo académico, decidió volver al Sistema Educativo de la Iglesia porque enseñar el evangelio era lo que más amaba.

reverendo
El élder Jeffrey R. Holland junto al reverendo Dr. Andrew Teal en la Universidad de Oxford el jueves 22 de noviembre de 2018. Créditos: Simon D. Jones, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Su influencia se extendió más allá de la Iglesia. Se desempeñó como presidente de BYU, formó parte de asociaciones educativas nacionales y tendió puentes interreligiosos, recibiendo incluso el reconocimiento de la comunidad judía por sus esfuerzos en favor del entendimiento mutuo.

Pero más allá de los logros, lo que más marcaba a las personas que lo conocían era su humanidad cercana: la sonrisa amplia, la calidez, el apretón de manos firme, la capacidad de hacer sentir a cada persona vista y valorada.

El llamado apostólico: fe, humildad y entrega total

Jeffrey R. Holland. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

El 23 de junio de 1994, al recibir el llamado como apóstol, expresó:

“Las últimas horas han sido casi insoportables… Mi responsabilidad principal, en cierto sentido, mi responsabilidad total, es testificar del Señor Jesucristo… Es la tarea más agradable, más gratificante y más emocionante que un hombre puede tener en este mundo. Dedicaré mi vida a esta causa”.

Y lo hizo. Durante tres décadas viajó, ministró, consoló, enseñó y testificó.

Sirvió en Chile. Acompañó al presidente Russell M. Nelson en giras históricas de ministración. Representó a la Iglesia ante líderes nacionales y mundiales.

Pero nunca dejó de hablar a las personas una por una.

Una voz de esperanza en tiempos difíciles

Jeffrey Roy Holland falleció a los 85 años de edad rodeado por sus seres queridos. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Sus mensajes fueron directos, emotivos, profundos y llenos de fe. Durante la pandemia de COVID-19 escribió:

“La vida te desafiará. Las dificultades vendrán. Llegarán momentos de dolor. Así que, dondequiera que vayas, ve primero a Cristo”.

Para quienes luchan con la salud emocional, expresó:

“En el evangelio hay siempre, cada día, cada hora, una nueva oportunidad, una nueva vida, un nuevo comienzo.”

Jamás trivializó el sufrimiento. Lo acompañó con compasión.

Su escritura favorita resumía su forma de servir:

“Socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas debilitadas” (Doctrina y Convenios 81:5).

Eso intentó hacer toda su vida.

Testigo de Cristo hasta el final

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Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

El presidente Holland creía que el verdadero discipulado consistía en conducir a otros hacia Cristo.

Y así lo enseñó:

“Sean humildes, busquen Su voluntad, y sabrán lo suficiente para dar el siguiente paso hacia la luz… y luego la luz vendrá para el paso siguiente.”

Fue, en palabras de Henry Adams, un maestro cuyo impacto seguirá resonando en la eternidad.

Hoy, millones lo recuerdan como un siervo fiel, un maestro incansable, un defensor de la esperanza, un discípulo de Jesucristo, y, sobre todo, un testigo especial del Salvador.

Fuente: Church News

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