El uso y abuso de las escrituras
La raíz de la palabra canon implica un estándar de medida. Un canon representa una norma o guía que es autoritaria. Especialmente, respecto a la vida. Las leyes y los estatutos de la iglesia son parte de la “ley canon” y por “el canon” entendemos un juego de libros sagrados. El significado original de norma o enseñanza autoritaria persiste en la expresión equivalente, estándar. En el discipulado, el canon es aquello por lo que nos medimos. Según Pablo y Timoteo, las escrituras son proporcionadas para “corrección” e “instrucción en la rectitud.”
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Las escrituras son comparadas por el salmista con una lámpara que ilumina nuestro camino que dan señales, inspiran y edifican.
Un Kanon es una cosa completamente diferente.
La etimología de kanon se refiere a un gran barril o tubo por el que se lanzan objetos para efectos letales. Se puede utilizar ofensiva o defensivamente pero es un arma destinada a golpear a la sumisión.
Algunas personas usan el canon bíblico con el primer significado en mente. Y algunos con el segundo.
Contradicción en las escrituras
Esta no sería la primera o última vez que los distintos mandamientos de las escrituras causan fracturas en la cristiandad. La lógica de la Reforma iniciada por Martín Lutero dependió en gran medida de percibir discrepancias entre Pablo y Santiago. Al notar que no siempre hubo armonía en la Biblia, hizo que Martín Lutero exhortara a sus lectores a “discriminar entre todos los libros y decidir cuáles eran los mejores.” Martín Lutero clasificó a Pablo por encima de Santiago. Por eso, hizo las palabras del primero, “el justo por la fe vivirá“, el fundamento teológico para la Reforma que él lanzó. En comparación, consideró la carta de Santiago como una epístola llena de “paja” y facilitó minimizar la afirmación del apóstol “la fe sin obras es muerta.”
Como seres humanos, estamos propensos a utilizar canon como kanon. Invocamos a los guerreros jóvenes de Helamán y a la barra de hierro de la visión de Lehí para fundamentar nuestra propia versión de obediencia inquebrantable. O, aplicamos las lecciones de la Liahona para apoyar nuestro enfoque flexible y espontáneo para vivir el evangelio.
Algunos se encuentran consternados de que un Dios supuestamente amoroso a veces sea descrito en las escrituras como iracundo, vengativo e injusto. Podrían citar versos para sus propios propósitos, utilizar las palabras del Señor para aquellos que perseguían a los santos: “Malditos sean todos los que alcen el calcañar contra mis ungidos… No tendrán derecho al sacerdocio, ni su posteridad después de ellos de generación en generación.” Uno podría protestar ¿Qué tipo de Dios castiga a sus hijos por sus ancestros inicuos? En busca de un Dios misericordioso y justo, otros señalarían el versículo 20 “ellos mismos serán odiados de quienes los lisonjeaban” señalando que Dios describe las consecuencias naturales de una vida pérfida y que no actúa como agente de retribución.
Estos ejemplos sugieren que muchas contradicciones de las Escrituras son solo aparentes, cuando no se hace una lectura más detallada y contextualizada. Dios no es un hombre que se “arrepienta” (Números 23:19). Sin embargo, unos libros después, Santiago insiste en que si las personas se arrepienten “se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros.”(Jeremías 26:13)
Utilizar el espíritu santo y el dicernimiento
¿Qué debemos hacer con estas contradicciones internas de las escrituras? José Smith habló al respecto cuando dijo que el Libro de Mormón era el “libro más correcto.” Incluso, en ese registro de las escrituras, Nefi recordó a los lectores que si erraba como autor. Entonces, “también los de la antigüedad erraron.” Y, presumiblemente las demás escrituras serían “menos correctas” si el Libro de Mormón era “el más correcto.” Si la Biblia solo es la palabra de Dios “hasta donde creemos está traducida correctamente” entonces, no es la palabra de Dios en cada aspecto de su forma actual. Si muchas “cosas claras y preciosas” se quitaron, muchas cosas claras y preciosas se perdieron. Y como la naturaleza aborrece el vacío, es probable que esos vacíos estén llenos de cosas que no son claras ni preciosas. José Smith dijo que el Cantar de los Cantares no constituye “escritos inspirados” y exhorta a sus lectores a usar discreción, sabiduría e inspiración en como leen las escrituras. Por otro lado, las revelaciones de José Smith animaban a los mormones a estudiar los apócrifos porque “contienen muchas cosas verdaderas.”
Una lección que los mormones debemos aprender de todo esto es la mayor responsabilidad de seguir la práctica de José Smith de combinar la guía espiritual con el esfuerzo intelectual para discernir la voz divina.
Por ejemplo, el erudito bíblico Richard Elliott Friedman señala que “probablemente la diferencia más notable de todas” en pasajes discrepantes “son sus diferentes formas de representar a Dios”. Algunos describen a “una deidad que puede arrepentirse de las cosas que ha hecho (Gen 6: 6, 7),. . . una deidad que puede estar ‘afligida de corazón’ (6: 6). . . Esta cualidad antropomórfica. . . prácticamente no existe en otros pasajes.”
Necesitamos escudriñar las escrituras en la compañía del Espíritu Santo. Simplemente leerlas es insuficiente para revelar las partes que testifican la mayor verdad de Cristo y Su Padre.
Superar la discordia y la angustia
Las inconsistencias bíblicas, el sentido común, las propias palabras del Libro de Mormón y las observaciones de José Smith sobre el tema dificultan que los mormones sean estrictos literalistas de las Escrituras. La razón de la imperfección de las Escrituras debería ser obvia: recibimos las escrituras por medio de conductos humanos. Doctrina y Convenios define la escritura como aquello que es hablado por personas piadosas “conforme los inspire el Espíritu Santo.” Esto no sugiere un proceso por el cual un profeta invariablemente toma dictado cuando el Señor recita verbalmente un conjunto de versos. La variedad de expresiones proféticas, géneros y categorías, circunstancias y condiciones bajo las cuales las escrituras llegaron a ser registradas y canonizadas no admiten ninguna visión simplista. Dios pudo haber escrito con su dedo en el Monte Sinaí, pero es Pablo quien escribe una epístola formal a los santos en Corinto.
“Las cosas de Dios son de profunda importancia, y sólo se pueden descubrir con el tiempo, la experiencia y los pensamientos cuidadosos, reflexivos y solemnes.” Expresó José Smith que estuvo dispuesto a dedicar su tiempo y sus esfuerzos minuciosos para comprender los asuntos de Dios. Estudió alemán para poder leer la excelente traducción de las escrituras de Lutero. Estudió hebreo para poder acercarse al texto original del Antiguo Testamento. A pesar de su llamamiento como vidente, trabajó para entender a los egipcios mientras se dedicaba a los papiros que lo llevaron a la producción del Libro de Abraham.
Esto quiere decir que tenemos que escudriñar las escrituras y confiar en el Espíritu para discernir al verdadero Dios y su verdadera naturaleza. Cuando se establece la discordancia y la angustia, debemos confiar en el Espíritu para encontrar al Dios oculto de las Escrituras, Aquel que nos conoce por nuestro nombre, que llora con nosotros en nuestro dolor, y que nos ha esculpido en las palmas de sus manos.
Adaptación del artículo originalmente escrito por Terryl y Fiona Givens, y publicado en ldsliving.com con el título “Why Scriptures Sometimes Contradict Each Other and What to Do When That Happens.”