Hermana Oaks: Nunca tuve la meta de casarme con un apóstol, el Élder Oaks. Mi meta era acercarme al Padre Celestial y hacer que mi vida fuera lo más significativa y feliz posible.
Porque valoro y creo en el plan de salvación, deseaba todas las bendiciones relacionadas con él.
Eso incluía que algún día, en esta vida o en la siguiente, encontrara a un compañero que me amara y respetara. Un hombre en quien pudiera confiar, una persona que fuera fiel y activa en la Iglesia.
Deseaba casarme con un hombre que amara al Señor más que a mí, cuya lealtad estuviera con Sus convenios eternos. Simplemente se deduciría que ese hombre fuera fiel a mí y a nuestra futura familia.
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Tomar decisiones difíciles
A los 52 años, llegó el momento de tomar la decisión más importante de mi vida.
Como una terapeuta que viajaba constantemente, ganaba un sueldo generoso. Tenía muchas ventajas para viajar pero pocas ventajas de tiempo. De hecho, frecuentemente, viajaba los domingos por la tarde y regresaba los viernes por la noche. Mi única vida social ocurría en este corto fin de semana.
Pasaba mi tiempo libre casi exclusivamente con mi familia y en la Iglesia.
Cada fin de semana cuando regresaba de mis asignaciones, conducía directamente desde el aeropuerto a recoger a mis sobrinos que se quedaban conmigo.
Los sábados preparaba mi lección de Doctrina del Evangelio hasta altas horas de la noche y la enseñaba la mañana siguiente. Luego, el domingo por la tarde, partía otra vez al trabajo.
Fue un tiempo difícil en mi vida porque tenía puesta “esposas de oro.” Cuando sea que deseaba dejar mi trabajo, se volvía más lucrativo.
La mayor parte de mi vida, energía y tiempo se dirigían a mi trabajo. Preocupada e incapaz de cambiar mi vida, le pedí a mi obispo una bendición.
Lo que dijo fue específico para mí, y no te aconsejo que hagas lo que hice a menos que también recibas una bendición.
Solo te aconsejo que seas obediente a las impresiones que sientas. En esa bendición, mi obispo me dijo: “Si no dejas tu trabajo, recibirás tus bendiciones en las eternidades pero no en esta vida.”
Cuando escuché sus palabras, sentí su verdad.
Tenía que dejar de viajar y encontrar un trabajo en casa. Para una hermana soltera, renunciar a la seguridad financiera no es fácil. No tenía un nuevo trabajo a donde ir. Debía continuar con fe para renunciar a mi trabajo.
Viendo hacia atrás, me di cuenta de que era importante que confiara y actuara en función a la bendición que se me daría.
Decidí que tenía que dejar de confiar en “el brazo de la carne” (2 Nefi 4:34) y en mi propia sabiduría.
Me decidí a hacer lo que el Señor me había pedido que haga en la bendición.
En enero del 2000, comencé a escribir cartas de renuncia, tiré muchas al tacho de basura. Escribí y volví a escribir la carta para Recursos Humanos, múltiples veces. Finalmente, escribí una carta lo suficientemente clara para que nadie dudara de mi intención de renunciar.
Planifiqué dejar mi trabajo el 1 de julio del 2000. No fue sino hasta después de seis meses que me enteré que mi futuro esposo – ante la insistencia de su hija mayor, Sharmon – comenzaría la búsqueda de una esposa ese mismo mes.
Mis amigos y familia cuestionaron mis acciones. Después de escribir mi carta de renuncia, bromeando les dije a mis amigos, “deseo quedarme en casa, doblar medias y limpiar la casa.”
Un hombre de la iglesia me dijo: “¡Oh, Kristen, con todas tus habilidades, deseas hacer más que ser una niñera!” No compartió mi visión de un futuro esposo y una familia, pero su evaluación de mis nuevas actividades laborales sería parcialmente precisa.
Sentía que estaba siendo probada, no solo por las circunstancias sino también, por el Padre Celestial.
Mi trabajo demandante y mi vida amorosa deprimente estaban pasando factura, a pesar de que siempre tenía una fuerte convicción de que todo resultaría bien al final.
Durante ese tiempo en mi vida, recordaba viajar en aviones y llorar de cansancio. Volvía a mis escrituras y encontraba consuelo. Era un momento para ayudarme a cimentar mi fe.
Para complicar la situación, a fines de junio una importante empresa me llamó para ofrecerme el trabajo de mis sueños, lo que significaría vivir en Nueva York. Comencé a preguntarme qué camino seguir.
Ser uno mismo
Cuando mis tías se enteraron de que me iba a quedar sin empleo, coordinaron una cita en junio con una Autoridad General que tenía vínculos con el área de publicidad de una empresa, el campo que apenas estaba dejando.
Esta reunión con una Autoridad General fue extremadamente inusual para mí.
Mi exposición a las Autoridades Generales fue mínima y me gustaba de esa manera. Les tenía el máximo respeto. Las reverenciaba, pero también entendía la línea de jurisdicción del sacerdocio y me sentía confiada de que mis maestros orientadores y mi obispo eran suficientes para bendecir mi vida.
Poco después de mi reunión con esta Autoridad General, el Élder Oaks lo llamó y le preguntó si conocía a alguien a quién debería conocer como parte de su búsqueda de una esposa.
Me alinearon rápidamente para conocerlo. La llamada telefónica inmediata del Élder Oaks creó algunas circunstancias abrumadoras: deseaba traer a su hija Sharmon para conocerme antes de que dejara la ciudad el siguiente día.
No le dije que acababa de hacerme una permanente y necesitaba taparme la cabeza. Decidimos dar un paseo por el Parque Liberty. Cuando conocí a mi futuro esposo y su hija, yo vestía jeans y una gorra de béisbol (para ocultar mis rizos) para nuestro paseo.
Mirando hacia atrás, nunca hubiera planificado encontrarme con un apóstol del Señor y su hija vestida tan casualmente. Pero, esa gorra de béisbol me permitió ser yo misma.
Tomarse el tiempo de desarrollar una buena amistad
Nuestra reunión inicial y la conversación que tuvimos parecía la de tres viejos amigos.
El Élder Oaks me contó que a menudo paseaba con su esposa, June, que había fallecido dos años antes. Le pedí que me contara sobre ella.
Desde el principio, nos sentimos calmados y relajados el uno con el otro. Sharmon compartió más sobre su familia y madre. Nos reímos y hablamos, y nuestro cortejo comenzó.
Debido a que el Élder Oaks sentía que durante nuestras citas no debíamos ir a eventos públicos juntos, desde ese día comenzamos a visitar a familiares, comer con ellos, caminar, ir a picnics y tomar helados en patios traseros.
Estas actividades proporcionaron una oportunidad para realmente conocer el uno del otro.
Fue muy dulce, romántico y sencillo. Recomiendo que si realmente deseas conocer a alguien, compartas muchas buenas citas en compañía de los hermanos, padres o hijos de esa persona.
Lo que distinguió mi cortejo con el Élder Oaks fue la total paz y seguridad que sentí de que todo estaría bien. Incluso, si nos casábamos o no.
Desarrollamos una maravillosa amistad y llegué a amar a su familia. Ahora, para mi felicidad, también son mi familia.
Recordando mis años de soltera, me siento muy agradecida por el tiempo que tuve para aprender el evangelio, vivir el evangelio y volver al Padre Celestial mi mejor amigo.
El tiempo también es un querido amigo, nos brinda consuelo y nos hace madurar. Mi deseo para los otros solteros es que disfruten cada día de su vida.
Ahora que estoy casada, no siento que me he graduado de un plano superior. No sé si me siento más completa. Sé que todo lo que hacemos en la vida contribuye a nuestra futura felicidad.
Cuando recuerdo mi vida de soltera, solo me lamento del largo tiempo que pasé preocupándome por mi futuro y el poco tiempo que pasé en la cocina. Haría lo que sea para poder preparar los mejores panecillos.
Hacer tu tarea
Cuando conoces a alguien en la Iglesia, usualmente puedes suponer que comparten los mismos valores. Puedo atribuir directamente mi matrimonio a mi servicio en la Iglesia.
Estuvimos saliendo y disfrutando de la compañía del otro, pero antes permitió que sus sentimientos por mí se desarrollaran más, deseaba conocer más sobre mí. Sin saberlo, el Élder Oaks oraba para encontrar a alguien que conociera y confiara. Además, también me había conocido por un largo tiempo y podía contarle más sobre mí.
Un domingo cuando el Élder Oaks vino a cenar, le pedí si podíamos visitar a una pareja de ancianos que se había perdido mi clase de escuela dominical.
Eran buenos amigos míos y escuché que estaban enfermos. Caminó hacia su puerta conmigo, lo que era extremadamente inusual porque hasta ese momento nos habíamos esforzado por mantener nuestras citas en privado.
Cuando la puerta se abrió, el Élder Oaks inmediatamente saludó al anciano caballero con una sonrisa y un gran abrazo. El Élder Oaks lo conocía bien, ya que había intentado contratarlo como profesor para BYU.
Mi amigo había sido socio de una de las firmas contables más prestigiosas de Estados Unidos y era famoso por su buen juicio y honestidad. No lo sabía.
Solo lo conocía a él y a su esposa como queridos amigos que se habían mudado a mi complejo de condominios.
Entramos a su casa para visitarlos y el tiempo voló. Miré mi reloj y pregunté si podía excusarme para terminar de cocinar la cena.
En la conversación que continuó después de que me retiré, este caballero le contó al Élder Oaks de nuestros largos años de amistad (casi veinte).
Dijo que él y su esposa regularmente comentaban sobre mi soltería y pensaban que había sido reservada para alguien muy especial. Para el Élder Oaks, que implícitamente confiaba y respetaba la opinión de este hombre, ese comentario significaba que continuaría cortejándome.
En cuanto a mí, los comentarios de mi amigo me sorprendieron por completo cuando el ÉLder Oaks los compartió conmigo.
Mi amigo me había visto servir en el barrio en diferentes funciones durante muchos años, y el Espíritu lo dirigió al Élder Oaks como testigo de mi carácter.
Puedo testificar de esta experiencia de que el servicio en la iglesia hace una gran diferencia en nuestras vidas y, que esa voz apacible y calma puede dirigirnos a grandes bendiciones.
No sofocarse ni molestarse
Para ayudar a facilitar una relación de cortejo exitosa, usualmente es conveniente permitir que el hombre sea quien tome la iniciativa, sin importar qué edad tengas.
Si hace el esfuerzo de contactarte, se las arregla para verte y se preocupa por los detalles, puedes estar bastante segura de que desea estar contigo y tiene conocimiento de lo básico.
Además, es un hecho interesante que cuanto más esfuerzo propio e independiente ponga un hombre para construir una relación con una mujer, más llega a valorarla.
Puedes animarlo en esto al darle tiempo y espacio para decidir por sí mismo si desea continuar contigo.
Si decide NO hacerlo, puede ser doloroso, pero no tanto como si tú hubieras iniciado la relación y luego, te dieras cuenta de que no estaba interesado. Peor aún, podrías haber descubierto que solo pasaba el tiempo contigo hasta que algo mejor se presentara o descubriera el tiempo y manera apropiada de terminar las cosas.
Cuando recién conocía a mi esposo – el Élder Oaks – permitía que él hiciera las llamadas telefónicas, citas y contactos porque sentía que esa era su prerrogativa hasta que lo conociera bien.
Eso implicó más que morderme las uñas mientras esperaba que me llamara. Una mujer segura de sí misma no necesita consuelo constante.
Mantener los estándares del Señor
Si hacemos nuestro mejor esfuerzo de mantener nuestros pensamientos y comportamiento dentro de los estándares que el Señor ha establecido, recibiremos bendiciones.
Mi esposo me contó que durante nuestro cortejo, cuando salía de la casa de una de sus hijas casadas, ella en broma le gritó: “Ahora, papá, recuerda quién eres y a quién representas.”
El Élder Oaks y yo nos reímos de la adorable advertencia de su hija mientras imitaba las palabras exactas que su padre le había dicho cuando era cortejada.
Además, sabíamos que sus palabras eran verdad y que nuestro Padre Celestial bendeciría nuestro cortejo mientras nos comportáramos según Sus mandamientos.
Él hará lo mismo contigo si mantienes tu cortejo y experiencias de citas dentro de los parámetros descritos por los estándares de nuestro evangelio.
Buscar paz
El matrimonio es el convenio más importante que harás.
Cuando consideraba seriamente a otros hombres antes de conocer a mi esposo, algo siempre impedía la relación. De algún modo no funcionaba.
Cuando oraba y ayunaba en otras situaciones. A veces, no sentía nada y otras, me sentía confundida e incluso, a veces, me sentía triste.
Con esas otras oportunidades de citas, siempre sentí que me estaba conformando con alguien que no estaba del todo bien para mí, incluso si él fuera una persona maravillosa.
Cuando conocí y comencé a salir con el Élder Oaks, fue la experiencia más pacífica y agradable. Lo amo y respeto.
Solo debes considerar el matrimonio con alguien que ames y respetes con todo tu corazón. Cualquier cosa menor será inadecuada eternamente.
Cuando conocí a mi esposo, conocí a mi mejor amigo. Hubo romance, pero lo más importante, encontré a alguien con quien me sentía cómoda, alguien con quien podía sacar hierbas del jardín, lavar los platos, orar y consultar sobre los problemas.
Disfrutaba más de su compañía que de cualquier otra persona y de sus comentarios sinceros y consejos sabios. Pude confiar en él y tenía plena confianza en él, también se reía de mis bromas.
La confianza es la base de toda relación amorosa.
Todo lo que decimos y hacemos contribuye a la confianza que desarrollamos con nuestra familia y seres queridos.
Otros confiarán en nosotros en proporción directa a nuestra dependencia del Señor y nuestra obediencia a Sus mandamientos.
Artículo inspirado en el libro “A single voice” (Una sola voz) de Kristen Oaks originalmente escrito por y publicado en ldsliving.com con el título “Sister Oaks’s Experience Dating an Apostle (+ 7 Dating Insights).”