Recientemente, estaba recordando las pruebas que todos atravesamos cuando intentamos completar tareas que parecen muy grandes para nuestras capacidades. En el musical “Dear Evan Hansen,” una canción maravillosa titulada “So Big, So Small” nos cuenta la historia de una madre soltera y sus sentimientos de ineptitud por tener que criar a su hijo sola. Mientras reflexiona sobre sus esfuerzos, canta, “Sabía que habría momentos que me perdería, y sabía que habría espacios que no podría llenar, y sabía que no me alcanzarían mil millones de maneras diferentes, y lo hice, lo hago y lo haré.”
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Cuando escuché esa canción por primera vez, la última parte de su letra me resonó. “Sabía que no me alcanzarían mil millones de maneras diferentes” lo sentía familiar. He fallado tantas veces que no puedo contarlas. Esos fracasos incluyen errores del pasado, defectos del presente y la certeza de tropiezos del futuro. Podría ser abrumador de considerar. Reflexionar sobre mis fracasos nunca ha sido productivo, aunque a veces parezca inevitable. Los efectos del fracaso nos afectan a todos frecuentemente. Los padres y los niños lo experimentan. Los fuertes y débiles lo experimentan.
Quizá, es más frustrante cuando realmente hacemos todo lo posible y aun así fracasamos. Parece que todos hemos hecho estas preguntas, gritando de frustración: “¿Por qué la vida es tan difícil? ¿Por qué fracaso tan a menudo? ¿Por qué no puedo alcanzar el éxito incluso cuando hago mi mayor esfuerzo?”
Como psicólogo, trabajo con muchas personas que han dejado que el fracaso tome lo mejor de sí mismas. Muchos de estos pacientes están deprimidos y desanimados por sus constantes y perdurables sentimientos de no ser lo suficientemente buenos. La depresión puede convertirse en una emoción consumidora que comienza a colorear todas nuestras experiencias. A medida que nos sentimos más deprimidos, nuestra percepción del fracaso se vuelve más aguda y las cosas que antes podría no habernos molestado se convierten en inmensas cargas que impactan en nuestra capacidad de progresar. Es un espiral cuesta abajo que deja a muchos sin esperanzas. Sin embargo, aprendí dos lecciones fundamentales sobre el fracaso por medio de mis propias experiencias, ayudando a personas que me han ayudado a mí y a mis pacientes a lidiar con la frustración, reducir la depresión y aumentar la felicidad:
- El fracaso es temporal
Uno de los problemas más grandes del fracaso es que tendemos a personalizarlo. Alguna vez te has preguntado, “¿soy un fracaso?” Si lo has hecho, estás en buena compañía. Es un sentimiento muy común, especialmente entre los miembros de la iglesia. Se nos invita a vivir con estándares tan altos que literalmente es imposible vivir sin un fracaso periódico o incluso, frecuente. El problema de observar tus fracasos es que los percibes como quien eres en vez de considerar que es algo que hiciste, así no hay espacio para el progreso o la felicidad. Toma en cuenta la diferencia entre las expresiones “soy un fracaso” y “hoy he fracasado.” La primera expresión connota un sentido de permanencia mientras que la segunda, sugiere cierto grado de esperanza. Si crees que hoy eres un completo fracaso. Entonces, ¿por qué el mañana será diferente? Este tipo de creencia tiende a lanzar una gran sombra sobre la vida y conduce a sentimientos de desesperación. No obstante, la segunda expresión “hoy he fracasado” reconoce tus defectos del presente, pero deja el optimismo de que mañana puede ser diferente.
En realidad, las expresiones “soy un fracaso” y “soy un éxito” son igualmente erróneas. Nadie puede afirmar realmente que es exitoso en todo lo que hace. Incluso, los mejores y más inteligentes entre nosotros experimentan el fracaso. Una afirmación más precisa es “hoy fracasé más de lo que tuve éxito,” u “hoy tuve más éxito de lo que fracasé.” Con el transcurrir de las semanas, los meses y los años creamos un patrón de experiencias que empiezan a colorear nuestras vidas.
Algunos dirán, “¿Cuál es la diferencia entre ser un fracaso y simplemente haber fracasado mucho durante un tiempo muy largo? El efecto es el mismo.” Diría lo contrario. Si bien el resultado cotidiano en la vida de esa persona puede ser el mismo, la actitud que acompaña a esa persona es muy diferente. Cuando perdemos la esperanza también empezamos a perder la creencia de que podemos cambiar. Creer que ya no podemos cambiar es simplemente falso.
Tanto la perspectiva positiva como la perspectiva negativa se desarrollan de la misma manera. El profeta Alma descubrió esto mucho antes de que los psicólogos desarrollaran opiniones al respecto. Alma le aconsejó a su hijo Helamán, “por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37:6). Si te centras en lo negativo de vez en cuando, “esos pensamientos pequeños y sencillos” eventualmente se convertirán en “patrones grandes y complejos” que influenciarán de manera positiva en tu actitud y comportamiento. Algunos ya podrían descubrirse en dichos patrones problemáticos que causan depresión y desesperación. La buena noticia es que puedes romper dichos patrones utilizando el consejo de Alma. Si intentas centrarte en algo positivo, incluso por un momento, esto hará la diferencia. Si percibes tus fracasos como algo temporal con la determinación de intentar mejorar al día siguiente, esta actitud puede empezar un patrón nuevo. Ganamos la batalla contra la negatividad con un pensamiento a la vez. ¿Fracasaste más de lo que tuviste éxito hoy? Quizá sí. ¿Quién sabe? No escribas el final de mañana antes de que hoy se ponga el sol. El fracaso es temporal. Reconoce tus tropiezas, celebra tus logros y siempre, esfuérzate por hacerlo mejor.
- El fracaso es importante
El orgullo es un problema universal que no nos deja progresar espiritualmente. Independientemente del motivo, cuando tenemos éxito, tendemos a olvidarnos rápidamente de que Dios es la fuente de todo nuestro progreso. El fracaso se convierte en un control natural contra el orgullo, nos puede dirigir hacia la humildad, que incita a la obediencia, que cede el paso a las bendiciones y la protección celestiales. Desafortunadamente, existen muchas personas que creen que el fracaso es inaceptable. Escuché que algunas escuelas primarias locales prohibieron toda actividad recreativa que involucrara competencia debido a que a los administradores les preocupaba que si se realizaba un partido de futbol al azar, eso provocaría que hubiera un “ganador” y un “perdedor.” No querían que nadie perdiera. Entonces, su solución fue eliminar la posibilidad de perder o fracasar.
Sé que estos administradores tenían buenas intenciones, pero creo que sus intenciones están equivocadas. Imagina un mundo sin fracasos, donde todos siempre tuvieran éxito y nunca probaran de lo más amargo. ¿Eso no te recuerda cierto deseo que fue presentado infamemente en el gran concilio de los cielos? ¿La idea de Lucifer no era llevar a cabo el plan de felicidad del Padre Celestial diseñado con la promesa de que no fracasaríamos? Su plan ineficaz fue rechazado y aquellos que lo siguieron no han experimentad más que un profundo pesar desde entonces.
Nuestro Padre Celestial permite que satanás deambule en la tierra para tentarnos diariamente y nos da oportunidades para aprender del fracaso. Cedemos paso a estas tentaciones, grandes o pequeñas, frecuentemente. A veces, tengo días en los que me siento muy exitoso. Cuando me arrodillo para orar al final de esos días, admito que a mis oraciones a veces les falta intensidad. Sin embargo, en los días en que fracaso ante las tentaciones de satanás, mis oraciones son bastante diferentes. Colapso en frustración y sinceramente, pido ayuda, perdón y fortaleza. Esas oraciones son más efectivas y me ayudan a acercarme al Padre Celestial. Esas oraciones no son causadas por mis éxitos, sino por mis fracasos.
Cuando Ammón y su compañero de misión fueron a predicar el evangelio a los lamanitas, enfrentaron una tarea extremadamente abrumadora: los lamanitas eran hostiles y no receptivos. Conocemos todos los milagros que estos misioneros experimentaron. Sin embargo, frecuentemente ignoramos el hecho de que esos milagros solo llegaron después de mucho esfuerzo y sufrimiento. Al describir sus experiencias misionales, Ammón relató:
“Y cuando nuestros corazones se hallaban desanimados, y estábamos a punto de regresar, he aquí, el Señor nos consoló, y nos dijo: Id entre vuestros hermanos los lamanitas, y sufrid con paciencia vuestras aflicciones, y os daré el éxito.”(Alma 26:27)
En esta ocasión, el tiempo del Señor fue importante. No decía “después de nuestro primer fracaso” o “cuando nuestra motivación estaba al 50%.” Dice que estaban deprimidos y “a punto de regresar.” En otras palabras, estaban completamente cansados. Habían agotado su fe y fortaleza. Habían trabajado duro día tras día y experimentado fracaso tras fracaso. Estaban deprimidos y eran oprimidos. Fue entonces que el Señor intervino, los animó y les prometió días mejores en adelante. Aquellos días mejores llegaron y probaron ser algunas de las mejores experiencias que tuvieron esos misioneros alguna vez. Tendrás experiencias similares en tu vida. Aunque disfrutarás del éxito más que el fracaso, aprenderás y progresarás más del fracaso que de cualquier grado de éxito. El fracaso te ayuda a convertirte en la persona que el Padre Celestial desea que seas. El fracaso es importante.
Recuerda, el motivo del fracaso es temporal e importante debido a la expiación de Jesucristo. El fracaso sería una amenaza grave sin la promesa del perdón y el cambio. Aunque debido al sacrificio expiatorio del Salvador, toda pérdida, tragedia, mal comportamiento y dolor puede ser consagrado por nuestro progreso y felicidad. Después de revelar una lista de las consecuencias cada vez más terribles que el profeta José Smith podría experimentar, el Señor le aconsejó: “todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (DyC 122:7). La única manera de que el fracaso pueda dirigir al éxito es por medio de las misericordias de nuestro glorioso Salvador. ¡Qué maravilloso don Él nos ha dado!
No le temas al fracaso. Considéralo como un proceso de aprendizaje que nuestro bondadoso y amoroso Padre Celestial nos ha dado. Considéralo como una oportunidad de experimentar el dulce proceso de cambio y progreso que proviene a través del arrepentimiento y el sacrificio. Intenta esforzarte cada día. Disfruta con gratitud de tus éxitos y aprende humildemente de tus fracasos. La mayor esperanza y fortaleza te esperan.
Artículo originalmente escrito por el Dr. David T. Morgan y publicado en ldsliving.com con el título “LDS Psychologist: Changing Your View of Failure Will Increase Your Happiness.”